Capítulo 61

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______________ López


Abrí mis ojos al instante, la luz qué emanaba mi ventana me era insoportable.

Volví a cerrarlos con la intención de volver a dormir, pero a mi mente sólo vinieron los sucesos de la noche anterior.

Unas perfectas imágenes HD vinieron a mi mente causando qué formada una sonrisa en mis labios. .

Sabía dónde me encontraba y con quién. .

"Juan Bautista, ah perdón, Mario Bautista, idiota, engreído, y por último pero menos importante, mi novio"

Sus manos estaban aferradas a mi cintura cómo si tuvieran miedo de qué me escapara.

Pero en éste momento yo no quería escapar de nada, me quería quedar aquí, junto a el. Sentir su calor, escuchar el latir de su corazón y besar sus labios una y otra vez.

Me giré con cuidado de no despertarlo. Ahora quedé frente a el y contemple su rostro. .

Era mi hobby favorito.

Sus pestañas cerradas le daban un toque tierno, sus labios aún rosas e hinchados, su rostro de bebe me causaban unas ganas tremendas de besarlo.

Mi vista se dirigió hacía su cuello, un instinto tonto. Cuándo miré pude notar una marca roja, ¿Yo había hecho eso? Mierda.

— ¿Soy hermoso?—me preguntó de repente Mario causando qué me sobre saltar un poco.

Era la pregunta más estúpida. Nadie podía negar lo innegable, y él era muy hermoso. Pero no podía decírselo porqué su ego aumentaría aún más de lo que ya era.

—Hay mejores.

Una sonrisa socarrona se formó en su rostro.

— ¿Así? Púes eso no me decías anoche, que digo decir tu gem...—lo caye poniendo mi mano sobre su boca.

—Cállate. —me sonroje.

El sólo comenzó a reír y lambió mi mano, la quité rápidamente pero ya estaba húmeda.

Formé en mi rostro un disgusto evidente, me limpie en mi sabana.

—Idiota.

—Púes te gustan los idiotas. —se encogió de hombros.

—Es un gran problema qué tengo.

De repente escuchamos como el motor de un carro paraba enfrenté de mi casa.

Separé los brazos de Mario de mi cintura y tomé las sabanas para taparme e ir hacía la ventana y mirar de quién se trataba.

Eran mis padres.

— ¡Mario!—lo llamé asustada. — ¡Son mis papás!—volteé hacía el.

Mario se cayó de la cama cuándo escuchó cómo la puerta de abajo se abría, pues lo había asustado y mi gritó también había tenido algo de culpa.

Se paró del suelo desnudó.

Rápidamente tapé mis ojos con mis manos y pude sentir cómo mis mejillas comenzaban a arder.

—Por dios ___________, ya me viste desnudó.

Pero ni aun así me destape los ojos.

—Todavía no me acostumbró.

Juan Bautista ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora