La tome de los pelos de abajo y la quite de mi lado. La tumbe y me incorpore sobre ella. Empecé a dejar cachetadas—guajoloteras como diría mi abuelito—a lo que ella solo daba rasguños como la gata que es.
Sentí como unos fuertes brazos me quitaban de ella y empecé a dar patadas haciendo que le pegara al idiota que me había quitado.
—Relajala morenita. —dijo y pude darme cuenta de que era Mario. Me llevo afuera.
— ¿Porqué me detubiste? Hubieras dejado que me la puteara. —dije furiosa.
— ¿No quieres ir a la cárcel tan joven verdad? Si te dejaba la hubieses matado.
Suspire. Él todavía me tenia agarrada de la cintura.
— ¿Me puedes soltar? —pregunte removiendome incomoda.
—No.
— ¡Ya wey sueltame! No iré a buscar a la barbie esa. —dije, pero realmente no estaba segura si iría o no.
—Esta bien. Pero no regresaremos a la fiesta iremos a otro lugar. —dijo.
—Lo que sea, solo sueltame. —no le di importancia solo quería que me soltara, me estaba poniendo nerviosa él tenerlo tan cerca.
— ¿Porqué quieres que te suelte? —dijo en mi oído haciendo que me estremeciera y los pelitos de mi nuca se erizarán. —Me alegra causar este efecto en ti. —su voz sonaba tan sexy y puedo apostar a qué esta sonriendo descaradamente con un aire de engreído.
Le pegué un putazo en su entre pierna con mi codo haciendo que callera al suelo.
— ¿Qué te pasa morra? —dijo sobandose y estremeciéndose en él suelo cómo la rata que es. —Si las chicas se enteran que le haz pegado a mi polla te vendrán a madrear. Mi pene es sagrado.
Lo mire y empecé a reírme a carcajadas ¿Era enserio? Ya veo porqué México no progresa.
—Eres él rey de los pendejos. —niego divertida.
Él se empezó a levantar del piso y se sacudió, se sobo por última vez su entre pierna.
—Creó que no aprendiste tu lección cuando te deje atada ¿verdad? —pregunto ya enojado.
—Tus lecciones mira...—alce mi mano y me la pase por él trasero. —Me las paso por él culo.
—Mira _________, ¿así te llamas no? —pregunto y asentí. —No estoy jugando cuando digo que si sigues comportándose así no te la acabarás. —advirtió.
—No te tengo miedo.
—Deberías, nos vamos. —dice y empieza a caminar hacia él carro. —¿Vienes o no?
Rodé los ojos y caminé. Abrí la puerta y subí. Me coloqué en cinturón y él bastardo de Mario Bautista arrancó.
Llevándonos a nuestro próximo destino.— ¿A donde vamos? —pregunté.
— ¿Qué no querías ir a comer tacos? Tu sueño de ir a comer tacos conmigo se cumplirá.