Capítulo 35

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Escuchen: Sleeping At Last - Turning Page 

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[_________López]

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Me tire en mi cama y me aferre a mi almohada.
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Estúpidos sentimientos de mierda.
¿En qué momento? ¿En que momento caí en el encanto bautista?
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Qué se valla a a verga.
Si, esa era yo solucionando mis problemas.
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Un olor exquisito recorrió mi nariz.
Era el perfume de Mario.
El perfume qué había dejado impregnado en su ropa. La tomé entre mis manos y absorbí su delicioso olor.
¡Deja de hacer esto! Deje la ropa sobre mi mesita de noche y me acomode mejor.
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Intenté dormirme pero mi cerebro no deja de pensar puras pendejadas.
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Volví a tomar la ropa de Mario y me acorruque, me quede privada...
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Empecé a despertar porqué mi celular empezó a sonar indicando qué alguien me estaba llamando.
Mire la hora, ya era tardé.
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Gemí enojada. ¿Porqué me despertaban?
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— ¿Bueno? —contesté. Era mi madre.
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—Hasta qué respondes. —me regaño.
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—Lo siento, me quedé dormida. ¿Porqué todavía no llegas a casa? —le pregunté.
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—Me quedare en casa de tú tía bartola, nos entro un pedido grande para el viernes en la noche. —me dijo.
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—Ah, bueno entonces nos vemos mañana. —me acomode mejor en la cama.
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—Cierra las puertas y no hagas pedas en la casa mamacita. Ah y limpia tu cuarto no voy a ser tu criada. Te amó, cuidate. —me dijo y colgó.
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Dejé mi teléfono a un lado.
Este día fue una mierda, hací mejor me metí la ducha.
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Empecé a cepillar mis dientes.
Un ruido sordo sonó desdé mi habitación. ¡Mierda! ?
¿Qué fue eso? Era obvió qué no iba a preguntar; ¿Quién anda hay? No.
Cómo si la otra persona me fuera a decir; ¡Yo, esque la puerta estaba habierta! Estaba cabrón en puto asunto.
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Me enjuague la boca y tomé el desodorante, era mi única arma.
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Caminé hacia la puerta a paso lento y silencioso.
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Tomé todos los huevos que no tenía y abrí la puerta.
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— ¡Ahhhh! —grité y rocíe el desodorante sobre la persona.
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— ¡Para, para doy Mario! —dijo.
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¡A cabrón!
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Me detuve y efectivamente era Mario. Pero, se veía bastante mal y olía a alcohol.
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— ¿Qué haces aquí? —le grite.
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— ¿No te alegra verme morenita? —preguntó con un poco de hipo.
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Sus ojos están rojos, su ropa desordenada y tenia un olor a perfume y  a la vez alcohol.
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— ¿Cómo mierda subiste hasta mi habitación en ese estado? —le pregunté y grite a misma vez.
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—Tengo poderes ninja. —empezó a hacer movimientos raros. 
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—Bueno pues tu, tus poderes, y tu vida a chingar su madre. Vete de mi casa. —le dije sería.
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—Eso no se cómo se hace. —dijo riendo.
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Me molestaban las personas borrachas, me molestaban mucho.
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Mario empezó reír. ¿Qué le pasaba?
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— ¿Te sientes bien? —mi tono de voz sonó bastante preocupado.
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—Mañana me sentiré un poco mejor.
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— ¿Entonces no estas bien ahora? —le pregunté.
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—No.
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— ¿Porqué?
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— ¿Porqué qué? —preguntó confundido.
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Empecé a reír.
Soy de esas personas que no importa la situación, no puede controlar su risa.
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No se porque me gustaba si estaba bien pendejo.
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Mario empezó a caminar hacia mi cama y se acostó en ella.
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— ¿Qué haces? —le pregunté y intenté levantarlo. —Levantate.
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—No, no, no, no, no, no...—lo interrumpí.
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—Callate. —le dije.
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—Si te molesta que hable, ven y cállame...—me tomó del brazo y me jaló hacía la cama, caí sobre el a escasos centímetros de su rostro. —Pero a besos.
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Se volvió a reír.
¿Porqué mierda no dejaba de reír? ¿Tenía un botón de apagado? ¿Donde estaba? 
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No, pude contenerlo. Empezamos a reír los dos.
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—Tu y tú estúpida costumbre de hacerme reír cuándo estoy enfadada. —replique.
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— ¿Porqué estas enojada conmigo? —me preguntó inocente.
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—Por ser un idiota.
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— ¿Y es demasiado tarde para pedir disculpas? —me preguntó mirándome a los ojos y sonriendo.
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¡Ayuda! La debilidad de una mujer es que la miren a los ojos sonriendo.
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No quería caer, pero ya era demasiado tarde.
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—Mejor duermete. —le dije.
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— ¿Puedo dormir aquí? —me preguntó.
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—Tu dormiras aquí y yo en el cuarto de mi madre.
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—No, yo quiero que duermas aquí. —hizo puchero.
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¿Porqué me hacia esto a mi?
El sabía perfectamente que no pida pida negarme.
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—Esta bien. —acepté.
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El me dedico una sonrisa grande.
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Se separo de mí y se quitó su ramera.
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Oh, dios.
Me daría un orgasmo aquí mismo si no se pone algo.
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— ¿Qué haces? —le pregunté tontamente.
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—No me gusta dormir con playera. —se encogió de hombros.
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Asentí todavía atontada.
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Apagué la luz y me acomode mejor en mi lugar.
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Después de unos segundos Mario se había quedado dormido.
Solo mirenlo, qué precioso se veía, se vía tan dulce que quería chuparle todo, hasta lo que no se podía... Por ejemplo sus ojos.
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Me giré y ahora estaba a espaldas de  Mario.
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Sentí cómo un cuerpo se hundía sobre mi espació y me abrazaba por la cintura.
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—Antes de qué te duermas tengo que decirte algo. —me susurró. —Pero me tienes que prometer qué no le vas a decir a Mario que te dije.
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¿Qué pedo? El era Mario. Al parecer el alcohol le había afectado más de lo que pensé.
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—Lo prometo. —dije sonriendo.
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—Mario esta enamorado de _________ pero no tiene el valor de decírselo. Es un marica. —dijo y se volvió a quedar dormido.
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Sí, yo también estoy enamorado de él,  pero no tengo el valor de decírselo.
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Juan Bautista ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora