[______________López. ]
El suave movimiento de sus labios me llevaba a otro lugar al cuál el sólo sabía llegar.
El dulce sabor me encantaba, y los sentimientos qué tenía el beso me enamoraba aún mas, pero no hay qué ignorar el qué Mario era un buen—muy buen—besador. Realmente sabía lo qué hacía, era cómo si llevara mil años de practica.
Era el puto amo en esto.
Poco a poco iba subiendo más y más de tono.
Un tono qué me ponía nerviosa.
Mario comenzó a tocar mi rodilla formando en está pequeños círculos.
Con su pulgar acarició mejor, gracias a todos los dioses me había depilado.
Nos separamos un poco púes el aire nos faltaba y era necesario.
Sólo fueron unos segundos los qué nos separamos para volver a juntar nuestros labios.
Pero cómo todas las veces siempre había alguien qué llegaba a interrumpir nuestros momentos mágicos.
—¿Puedo pasar?—preguntaron desdé afuera.
Nos separamos rápidamente.
Me levante del sillón para ir a abrir la puerta.
—Claro. —le dedique una sonrisa cuándo abrí la puerta para qué el señor pudiera entrar.
—¿Ya te encuentras mejor?—me preguntó.
—Mucho mejor, —le dije. —Muchas gracias de verdad, Mario me contó qué usted nos ayudo. —agradecí.—No hay de que —. Negó—les traigo éstas sabanas, —saco unas sabanas de una bolsa negra qué traía sus manos y me entregó las sabanas. —De noche hace mucho frío.
—Gracias. —le dije.
El sólo asintió sonriente.
Me gire con las sabanas en mis manos y las acomode sobre la cama.
—El señor tenía mucha razón, hace mucho frío, creó qué deberíamos dormir abrazados. —propuso.
—Yo creó qué...—lo pensé. —No.
—¿Porqué no?—me preguntó. —Ya hemos dormido juntos. —se cruzó de brazos y formó un puchero qué me pareció irresistible.
Y bueno, iba a tomar el puchero cómo excusa para dormir a su lado.
—Bien. —dije.
—Ahuevo. —celebró.
Mario se quitó el pantalón y la ramera. ¿No se suponía qué tenía frío? Éste no me hace pendeja.
—Si quieres ya desnudate. —bromie.
—¿Enserio?
—Te la kreiste wexd. —reí.
Negó entrecerrando sus ojos.
Se acercó a mí y me empujo junto con el a la cama, solté un gritó ahogado antes de caer sobre la cama.
—Tonto. —comencé a reír.
Los dos comenzamos a reír sin parar, era un tonto y baboso, pero me encantaba.
—Sigo sin entender cómo fue qué nos perdimos. —dije.
—Púes la chinita se perdió ¿porqué nosotros no? Era más que obvió qué teníamos qué perder en él bosque de la china no lo digo yo, lo dice la biblia. —dijo.
—¿Estamos en el bosque de la china?—le pregunté.
—Si.
Nunca pensé qué ese "bosque"existiera solo se qué era un mito tonto qué todos cantaban.
Mario apagó la lampara qué se encontraba alado.
Sentí cómo un cuerpo se hundía sobre mi espació y me abrazaba por la cintura.
—Te deseo, buenas noches. —dijo.
—Esa coma no va hay. —lo corregí.
—Claro qué si va, te deseó buenas noches y te deseó, buenas noches no es igual, y yo lo qué te quise decir fue; Te deseó, buenas noches. —dijo.
El siempre de caliente.
—Una sola cosa. —se acercó más a mi, si eso fuera posible y comencé a sentir un bulto en mi trasero, no, esperen, ¿eso era? —Si pudiera darte un pingüino de madagascar, te daría rico.
Era su polla maldita sea.
Comenzó a ser incómodo para mí.
—Mario...
—¿Lo sientes? —me preguntó. —Tú tienes la culpa.
—Maldito. —le dije riendo.
—Me amas.
—Sabes, dicen por hay qué el amor mata lentamente...—le dije.
—No tengo prisa. —me plantó un beso en la mejilla y se acurrucó entre mi cuello.
Hay fue donde me di cuenta de que el amor de tu vida no es ni príncipe ni princesa sino una persona perfectamente imperfecta.