Capítulo 69

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____________________ López



Me puse de pié pues sentí como alguien caminaba hacia mí, me seque las lágrimas junto con la nariz con la tela de mi sudadera. Me sorprendí cuando me di cuenta de que era mi papá.

—Mi vida...—me tocó el hombro. —Debemos ir a casa.

— ¡NO! —grite. —Yo me quiero quedar, tengo que estar aquí cuando Mario despierte.

Dio un largo suspiró.

Él sabía que yo no cambiaría de idea, yo quería quedarme aquí hasta que el despertara, necesitaba hacerlo o moriría.

— ¿Vas a estar bien? —me preguntó.

—No te preocupes.

—Está bien, me llamas cuando haya noticias. —me dedicó una sonrisa.

—Ve con cuidado.

* * *

Todos se encontraban en silencio silenció y en cierta forma era algo incómodo pero tampoco quería hablar acerca de nada, prefería estar así sin articular palabra alguna.

El sillón estaba muy frío, si yo me estaba congelando aquí no quería pensar cómo debe de estar Mario.

Mario.

Al escuchar su nombre no puedo evitar sonreír, era como una especie de tic.

Necesitaba verlo.

Pero nadie nos daba más información de la que teníamos, era urgente verlo, necesitaba ver su rostro, sentir su piel, lo necesitaba a él.

Tomé una revista que se encontraba a mi lado derecho, la abrí para mirar su contenido.

Qué mejor que las revistas de hospital que te informan sobre lo que paso hace 5 putos años.

No podía mantenerme quieta, era una ansiedad que tenía.

— ¿___________________?—me llamó Gloria.

Alcé mi mirada para mirarla.

— ¿Si-si?

— ¿Podemos hablar?

No sabía si sería algo malo o bueno pero tenía que ir con ella.

—Claro. —asentí.

—Pero, ¿podemos ir a la cafetería?

* * *

Estaba esperando a que Gloria hablara, no sabía realmente que era lo que me iba a decir pero estaba segura de que tendría algo que ver con Mario.

Tragó saliva.

—Te pido una disculpa ______________. —comenzó a hablar. —De todo corazón desearía que me perdonarás, te hice mucho daño y me arrepiento de ello, mira hasta donde han llegado mis arrebatos, mi hijo se encuentra en coma y todo es culpa mía.

Una lágrima recorrió su mejilla.

—No, usted no tiene la culpa de nada, No se culpe porqué lo que le paso a Mario le puede pasar a cualquiera, fue un accidente.

—Pero si yo no le hubiera dicho que se fuera el no habría tomado su coche e irse en carretera y...—la interrumpí.

Con un abrazó.

No podía dejar que se siguiera culpando, le hacía demasiado daño, ya bastante tiene con que su hijo se encuentre en estado de coma, no podía seguir destrozándose el alma.

—Lo entiendo, entiendo que quiera lo mejor para su hijo, y bueno, yo no soy lo mejor para su hijo, una madre siempre ve por el bien de su hijo, y usted vio por el de su hijo, eso-eso está bien. —dije.

Si bueno, eso me dolió un poco, pero sabía que era la verdad, yo no era lo mejor para Mario.

—Perdóname _______________. —pidió entre lágrimas.

—Perdonada. —me alejé lentamente de ella. Sequé algunas de sus lágrimas con mi manga. —Solo, solo le pido que me deje ver a Mario, hasta-hasta que el despierte.

—Lo puedes ver cuando quieras.

* * *

Eran las 10:54 y nos avisaron que podíamos entrar a verlo, me sentía nerviosa pues por fin lo vería.

Los papas de Mario me dejaron entrar sola y se los agradecía.

Abrí la puerta de la habitación de Mario, mi vista se dirigió hacia él, la vista era mucho para dirigir.

Mis ojos ardían a tal imagen, Mario se veía como si estuviera en un sueño profundo, su pecho subía y bajaba en un ritmo normal.

Mi piel se erizó.

Tenía muchos rasguños en la parte superior y debajo del ojo, también pequeñas líneas rojas, su piel se vida blanca, su labios no eran rosados como el solía tenerlos siempre.

Dos electrodos se pegaban a su pecho donde seguía el seguimiento de su corazón, el cual se mostraba agradable y estable.

Me senté en una silla que se encontraba a un lado de la cama, sentía que mis piernas en cualquier momento se romperían.

De por si ya era bastante contener las lágrimas por ver a Mario así.

Mis dedos casi involuntariamente viajaron hasta su mano, cuando su piel toco la mía sentí esa misma chispa eléctrica que sentía cada vez que lo tocaba.

Pensé que estría congela pero al contrario, él estaba cálido.

Moví mi dedo trazando líneas en su palma, después comencé a su entre brazo dibujando círculos imaginarios.

Lleve de nuevo mi mano a su palma y entrelacé sus dedos con los míos.

Su mano estaba floja ni siquiera sentía nada de lo que hacía, una lágrima recorrió mi mejilla.

Cerré los ojos y apreté las manos contra mi frente.

—Por favor, despierta.

No hubo respuesta.

Sentía como si estuviera invadiendo su sueño.

— ¿Por qué Mario? —mire en techó. — ¿Por qué querías dejarme?

No hubo respuesta alguna, ni siquiera un mínimo movimiento, nada. Quería moverlo hasta que me respondiera pero no podía hacer eso.

— ¿Me preguntó en que momentos de mi vida te volviste tan importante para mí? Yo te amo Mario, eres el amor de mi vida.

Me sentía como una estúpida hablando con el sabiendo que no me escucharía pero tenía que hacerlo.

—Recuerdo perfectamente el día en que te conocí, ¿te imaginas que hubiera pasado si yo no me hubiera quedado sin banco? Realmente agradezco por ello. —reí. —Me parecías demasiado arrogante, creído, mirrei y molesto, pero cuando te conocí mejor me di cuenta de que... Eras todo menos un mirrei creído.

No sabía lo que estaba pasando por su cabeza en estos momentos.

—Me siento demasiado tonta haciéndose esto, nunca lo había hecho. Ni siquiera sé si me estas escuchando.

Susurré.

—Tengo miedo de que en cualquier momento esa máquina comience a hacer "Pi" y tú te alejes definitivamente de mí, no soportaría perderte de esa forma tan cruel.

Otra lágrima recorrió mi mejilla.

—Solo quiero que sepas que siempre te amare Juan Bautista, pero esto ya no puede seguir así, nuestro amor nos va matando lentamente que no nos damos cuenta, mírate, yo no soportaría perderte de esta forma, por eso cuando tu despiertes...yo me alejaré de ti. 

Juan Bautista ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora