Capítulo 25

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El moreno cayo al suelo siendo aplastado por Mario el cuál le plantó otro gran golpe.
¿Qué podía hacer? Meterme en una pelea no era lo más adecuado. Por lo que sé, me ganaría un fuerte golpe.
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.— ¡HAY VIENE EL DIRECTOR! —grito alguien.
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Todos empezaron a correr, Mario y él moreno se pararon del suelo y se miraron mal. No esperé más y tomé a Mario de la mano para jalarlo hacia afuera.
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.— ¡Vamonos a la chingada! —le dije a Mario.
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Los dos empezamos a correr hacía la salida.
Cuándo ya estábamos lo suficientemente lejos paramos.
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.—Eres un estúpido, ¿Cómo se te ocurre hacer eso? —le pregunté.
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.—Lo hice por ti. —me dijo.
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¿Por mí? Por mí cuerpo mejor dicho, es lo único que quiere él cabrón.
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.—No digas mamadas. —le dije mirándolo mal y cruzándome de brazos.
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.—Es más fácil qué entre él atlas de México en mi mochila que yo en tu corazón. —me dijo.
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Suspire, tenía que contenerme.
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.—Nos vemos luego. —le dije para para poder irme. Me gire para empezar a caminar pero me detuvo.
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.— ¿Te llevó? —me pregunto.
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.—No voy para mi casa. —informé.
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Iba a ir a tepito para comprar algunas cosas qué ocupaba para una maqueta que tenía que entregar él jueves.
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.— ¿A dónde iras? —me preguntó.
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.—A tepito. —le dije.
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.— ¿Tepito? —preguntó arqueando una ceja.
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¿De verdad no sabía qué era?
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.— ¿No sabes dónde queda tepito? —junté mis cejas en signo de confusión.
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.—No.
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.—Te hace falta harto barrio.
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Había aceptado qué me acompañara a tepito, después de explicarle le di la dirección y en estos momentos nos dirigimos hacia hay.
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.—Tengo hambre. —dije sobandome la panza.
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.— ¿Cuándo...? —me preguntó.
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.—Emh ahora...
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.—¿Cuándo no?
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.—Pendejo. —dije plantándole un golpe en él hombro.
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.—Era broma, mira tengo un mazapán. —dijo sacando un mazapán de un pequeño cajón.
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vamo' a mazapanear.
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Me dio él mazapán y lo tomé con mucho gusto, realmente tenía hambre. Lo empecé a abrir cómo si fuera la mejor delicia del mundo—qué de hecho era—y con la mejor delicadeza para qué no se rompiera, pero cuando acorde el puto mazapán hijo de su reputa madre, se había rotó todo.
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—Esta cabrón poder abrirlo sin que se rompa. —me dijo Mario. —Me vas a tener que limpiar él auto.
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.—Orita. —le dije.
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.—No soy pendejo. —negó. —Se perfectamente que "orita" significa nunca.
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.—Si ya sabanas para qué cobijas.
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Ya habíamos llegado a tepito, lo supe cuándo vimos muchos tenis colgados en los cables de la luz—los cuales siempre me preguntaba ¿Cómo chingados los subían?—habíamos dejado él auto dos cuadras antes pues era muy peligroso. Se lo podían chingar los culeros. :'v
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.— ¡Qué va a llegar werita, llevele, llevele! —grito un señor.
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Caminos entre toda la gente. Y llegamos a un puesto para ver qué era bueno comprar.
Unas niñas estaban paradas hablando de algo que no pude evitar escuchar.
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.—No mames Jacinta este Margarito se anda poniendo bien jarcor. —dijo una morena que traía puesta una mini falda y un crop top él cuál dejaba ver unas lonjas bastante grandes. 
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.—Mandalo a la verga concha solo quiere coshar. —dijo la tal Jacinta.
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.—Simón. —le dijo Concha a su amiga. .
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Al parecer Mario también estaba poniendo atención a la conversación de las niñas porqué empezó a reírse.
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Las niñas escucharon su risa y se voltearon a ver. Cuándo miraron a Mario se quedaron enbobadas. 
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.— ¿Qué tranza? —le preguntaron a Mario.
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.—Eh...Hola. —dijo Mario.
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Era verdad cuándo le decía que le faltaba harto barrio. Él era puro morrukis, paps y más palabras extrañas de los mirrelles. Pero aún que lo niegue, él no era un mirrei, era más cómo yo. Pero yo era pura gente fina de buenas amistades. Él era más cómo, él.
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.— ¡Jacinta, Concha, venganse para acá! —grito una señora, al parecer era su mamá.
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—¡YA VAMOS AMA! —gritaron las niñas para irse corriendo.
Pero Jacinta se paro y se giro para ver a Mario y decirle algo.
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.—Oiga mi rey, yo Querétaro metepec mi culiacan en su Chilpancingo. —dijo Jacinta giñándole un ojo a Mario y irse moviendo el poco trasero que tenía.
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Los dos nos empezamos a reír. Pobres niñas precoces.
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Negué divertida para seguir buscando entre algunas cosas lo que necesitaba. .
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No encontré nada, pero lo único qué pude ver fue una nota que decía:
"No trates cómo prismacolor premier a quién te trata cómo colores mapita y sin cajita"
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Seguimos buscando entre los demás puestos y por fin pude encontrar un control remoto para un trabajo que íbamos a hacer. Lo pagué y me gire a ver a Mario.
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.— ¿Nos vamos? —le pregunté.
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.—Si, pero ahora iremos a mi casa.

Juan Bautista ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora