Capitulo 44

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Iban subiendo el ascensor, el estaba algo atontado por el sueño y la verdad se sentía muy cansado, si era sincero solo quería dormir y sentir sus manos por su cuerpo como cuando le habían dado esa paliza. Ella iba mirándole sin pestañear un momento, le sonrió y ella le abrazó, sintió aquella muestra de cariño como una forma de expresarle lo feliz que estaba porque estuviera allí y el sonrió y le beso la coronilla de la cabeza, porque a pesar de su metro setenta y cuatro para el  es pequeña.

Cuando miraron el reloj era de mañana, estaba claro, pero aún no salía el sol, el con un botón cerró las cortinas mientras ella le preparaba la ducha con agua caliente. Una parte de él estaba loco por saltar encima de ella y hacerle el amor, otra solo quería dormir, era algo fuerte, cincuenta, cincuenta. Pero al verla lista para ir a la cama se dijo que sería luego.

Ya en la cama ella lo abrazo y ninguno podía conciliar el sueño la tension sexual era demasiado fuerte eso que llamaba sus cuerpos era a avasallador, dos imanes retenidos a poca distancia llamándose locamente,  algo les decía que aunque se negaran esa noche en algún momento iba a sacar y cuando pasara...

**

Escucho lejos como caía el agua, sentía un cansancio terrible y la necesidad de ir el baño, mas no quería levantarse, dio muchas vueltas y al fin y al cabo decidió ir ya que el constante sonido del agua le recordaba su necesidad.

Entró estrujándose los ojos y fue directo allí, sin mirar a otro lado, ni si quiera recordaba que su novia estaba en la casa, y entonces escucho una risilla.

Giró la cabeza y casi deja de cumplir con su cometido cuando la vio baja la cortina de agua caliente, continuó, pero sin apartar los ojos de ella, entones cuando ella le miro sintió un poco de vergüenza por estar ahí parado orinando.

–Buen día para ti también–el sonrió y fue a lavar sus manos con algo de pena.

–No me acordaba que estabas aquí, calabacita–ella sonrió.

Mirándola así recordó su sueño, más sabia que estaba vez no iba a terminar en pesadilla, como siempre que despertaba tenía una ereccion matutina, tenía que poseerla, sentía la necesidad de cerrar algo entre ellos haciéndole el amor.

–¿Tienes que trabajar?–preguntó deseando que le dijera que no, ella no dijo nada y el espero mientras sus ojos que no habían paseado a deleitarse por su cuerpo lo hacían.

Sus pechos eran generosos, tenía los pezones pequeños y el círculo que lo rodeaba también, en un color caramelo, no le importaban si era caído o no, pero esos en especial estaban a una buena altura, muy firmes, su abdomen plano con un ombligo que había escuchado de algunos compañeros que le decía cervecero, sus noches de gimnasio se notaban sin exagerar, su pubis como lo soñó, sin mucho vello, pero no completamente limpio, largas piernas que terminaban en unas uñas muy femeninas en color chocolate oscuro.

–No has respondido mi pregunta– el se acercó lentamente a ella que solo le miraban, bajo la cabeza, si hubiera sido otra persona se hubiera detenido, pero con Aura sabía que si ella no quería que se acercara se lo diría abiertamente.

–No es necesario que hable cuando sabes exactamente lo que quiero... Aunque lo tengo... No me iré...

–No, no lo harás... Yo... No dejaría que te vayas, te deseo mucho, Aura.

–Yo también deseo estar contigo...

Entró a la ducha con ella y sonrió, al fin iba a ser la suya, sentía que era necesario aquello a parte de que la deseaba claro.

Quería contacto visual, aquella selva le llamaba y a la vez le decía que aquello sería intenso.

Le tocó el cuello con las yemas de los dedos, aquella parte tan poderosa de sus manos, lentamente inicio un descenso torturador, y ella solo le miraba y cerraba los ojos por momentos, su boca se abrió  solo un poco y el supo que ella le estaba invitando a besarle, pero no fue necesario que se prologara la espera ya que  se elevó para que esos que siempre estaban hambrientos uno del otro se saciarán. Que sus cuerpos se encontrarán tan juntos solo fue un incentivo más para que detonará aquella bomba de excitación que siempre estaba palpable entre ellos dos. La desesperación se adueñó de sus manos,  labios y la necesidad de sentirse más cerca se apoderó de ambos. Ya no sabía cómo más tocarse, estaban besándose frenéticamente mientras sus manos subían y bajaban por todas partes.

Las respiraciones eran sonoras y carnales, cualquier que las escuchara sabría que de quienes provenían los resoplidos estaban teniendo un apasionado encuentro sexual.

Tocó sus nalgas y sus pechos, quería saborearla por completo, pero si seguía de aquella forma tan desenfrenada no iba a poder resistir mucho, él se jactaba de su siempre auto control, con los chicos, pero la verdad era que no había tenido nadie como Aura entre sus brazos, aquello iba a ser la prueba definitiva, con ella iba a saber si en verdad tenía ese preciado control del que tanto alardeaba.

–¡Por Dios!–ella se alejó y él no supo porque –Esto se saldrá de control–el arrugó su frente, quizás hablaba por ella misma, aunque no sabía si era diciéndole en voz alta lo que tanto le rondaba en la cabeza, aunque con ella entre sus brazos no estaba pensado tan coherentemente.

Le tomó la mano y la sacó  de la ducha, hizo que caminara delante de él y contemplo su increíble y matador cuerpo desde otro ángulo ¡Y que vista! Sonrió pensado que todo eso le pertenecía de cierta forma.

Ella no se avergonzaba de su desnudez ni un poquito, se movió  frente a él hasta llegar a la cama donde se giró y le miró  de arriba abajo.

–Tienes...–cayó  abruptamente y bajo su cabeza ¿Que? Se preguntó él y al ver el cabello cubriéndole la casa recordó.

–He... Sé que no eres nada tímida, nena... Conmigo no tienes que fingir.

–Es inevitable... Supongo que es la costumbre, no quiero que creas cosas de mí que en realidad no soy y no me definen...

–¿A que te refieres? No entiendo...

–Te lo explicaría, pero es más fácil si te lo muestro y... ¡Que Dios se apiade de ti!– fue lo que ella dijo con su voz lenta y sugerente mientras levantaba sus hombros y los dejaba caer resignada– Tienes mucha ropa.

El pensó que ella le diría que le permitiera quitárselo, pero en cambio le ordenó que se los quitara lentamente, el surco las cejas ¿Le gustaría a ella la dominación? No lo creía. No había visto las señales, si era que la había dado una.

–Acuéstate ... y agárrate fuerte de tu auto control, necesitarás... Mucho.

Ella hablaba muy confiada como si ella tuviese más experiencia que el, sonrió mientras la miraba mientras se acostaba. Ella no tenía que  fingir una voz sensual, ya la tenía, no tenía  que moverse lentamente o morder su labio y tocarse, el estaba excitado  y solo se habían besado y tocando superficialmente.

Ella se incoo en la cama, tocó su cabello y con un movimiento en ambos lados de su cara los colocó tras sus hombros. Luego se acostó de barriga con la mitad de sus pies fuera de esta, el surco los cejas. Pensaba que ella iniciaría una larga tortura con caricias cortas, besos mojados y que le tocaría todo menos sus partes más sensible, pero ella fue directo allí.

–Tendremos mucho tiempo para todo lo demás, luego, desde hace días he querido hacer esto–comentó como si leyera sus pensamiento.

Ella levanto su mano derecha y sin si quiera tener sus manos encima, el contuvo la respiración,  sus manos fuera a su cabello y luego pasaron a sostener las almohadas como si estás fueran a librarle de algo. Ella no fue tímida cuando lo tomó en sus manos, le tocó firmemente con manos expertas sin ser brusca, era una caricia perfecta con el toque justo se presión y sensibilidad. El soltó un suspiro que disimulo con una sonrisa, su corazón estaba iniciando un ritmo de aceleración que pocas veces había sentido de esa forma, su cuerpo inicio una hiperventilación más rápido de lo que pensó y ella aún no lo introducía a su boca y el no se  estaba moviendo.

Ella le sonrió, sus ojos eran camaleonicos y el ya no sabía si eran verdes o grises oscuro.  Se inclinó y soltó el aire cuando ella abrió la boca. Sentir la humedad, su lengua,  la presión que hacía ella con sus mejillas, lo pequeña que se sentía. Sollozo sin darse cuanta cuando sintió que lo sacaba, ella removió su cabello que había caído interponiendo su vista, pero él no había soltado las almohadas.

–Vas a querer ver esto, Cariño.

No me odien, no fue para mortificarles, se los prometo, pero hasta aquí es el capítulo ¿Quieren más?

SalvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora