EPILOGO

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– ¿Tu qué crees? – pregunto Aura a Zion mientras miraban aquel mueble.

–Yo no sé, la diseñadora eres tú, pero para mí tapa la vista– comento mientras arrugaba la boca.

–Es cierto, pero me faltan más cosas, este es el mejor lugar...

– ¿Cuándo llaga tu equipo? Tengo un traje de mil dólares y estoy cargando baratijas.

Aura le golpeo la cabeza y el por lo bajo se disculpo.

–Ahora ayúdame a mover el grande, los chicos llegaran con el resto de las cosas en media hora, han estado trabajando muy duro. Tu en cambio no has hecho nada desde antes de ayer.

–Soy un hombre de negocios.

–Y Adon también, sin embargo ha estado recogiendo.

–Esta es su casa– Aura le miró mal y él se calló–, pero hablando de todo... está en una casa muy hermosa.

–Lo sé, gracias. Adon la encontró, pero eso ya lo sabes.

Aura movió otro mueble con Zion y luego se arrojaron a este algo cansados.

Ella y Adon habían decidido mudarse juntos justo cuando tenían nueve meses de haber iniciado la relación, claro que encontrar una casa con sus gustos no fue para nada fácil, así que ella se había ido a vivir a su apartamento, y a un año y veinte días de su relación se mudaban a una nueva casa. Tenían tres días en la mudanza y aun no terminaban.

Mientras ella le brindaba un poco de zumo de fresas a Zion se escuchó una claxon insistente afuera, ambos se miraron y ella corrió escalera abajo y al ver aquel jeep lujoso sonrió.

–Vean nuestra nueva adquisición– dijo mientras no dejaba de tocar la bocina.

Adon salió del auto y corrió hacia ella, su cabello largo flotando por el viento y sus ojos vivos y aquella barba larga.

–Hola, Tarzan– le dijo ella besándole.

–Hola, Jane– dijo besándole la sien, chocó las palmas con su hermano y los tres quedaron mirando el auto.

–Es muy hermoso– dijo Aura y le miró.

–Lo es.

Adon se había empeñado en comprar un vehículo familiar, uno que se usara para las salidas de ambos y ella no había dicho que no, y él lo había llevado.

Mientras subían las escaleras él y su hermano hablaban y ella escuchaba los chistes de los cuales ella formaba parte, del que hablaban en cuestión trataba de algo ocurrido en Londres. Había viajado a uno que otro lugar con Adon, al único lugar que quería ir y aun no iba era Italia, su suegra Calixta le dijo que la llevaría en su luna de miel y como la boda seria en la próxima primavera lo esperaba.

No habían terminado de subir las escaleras cuando mas bocinas retumbaron, estaba vez eran varias, ella miró a su futuro esposo y este dijo.

–Los vecinos se quejaran de nosotros antes de que estemos mudados por completo– y su cuñado soltó unas carcajadas burlonas.

Allí enfrente había cuatro autos, la familia de su prometido había llegado ocho días atrás de Italia y estaban en casa de sus suegros, mas Calixta no quería por nada del mundo perderse la mudanza de su hijo pequeño. Incluso Carlo con su novia Amanda, la secretaria de Adon y Marco estaban ahí.

Las mujeres salieron de los autos con bandejas de comida y los hombres con cervezas, balones, bates y mesas de juegos.

Todo directo al inmenso jardín trasero.

La casa estaba llena de risas, alegría, gente moviendo cosas, y niños correteando. Los primos de Adon y Zion mas tres de Carlo y Marco correteaban por la casa. Aura estaba un poco impaciente, no trataba con niños todo el tiempo y esos chiquillos, doce, en total la tenían loca. ¿A quién no? Ya habían roto dos o tres cosas que le había costado conseguir para la decoración de la casa, pero no podía plantar cara.

Iba con vasos directo al patio trasero, los hombres estaba exhaustos y ella les pedio que descansaran, el coctel de frutos que llevo Mery estaba delicioso, pero nadie lo probó, ya que momentos antes de llegar a ellos, los hijos de esta corriendo provocaron un accidente.

– ¿Estás bien? – corrió Adon a ayudarla mientras Aura mordía sus labios, tenía una sarta de improperios.

–No me gustan los niños tan revoltosos– dijo mirándole y limpiando su camiseta mojada.

–Bueno, ruégale a Dios que el que tienes ahí no salga como alguno de esos– ella abrió los ojos en demasía y le golpeo.

–Yo no estoy embarazada–dijo muy bajito, pero Adon no dejo de mirarla.

–Pues yo y mi hermano creemos que sí.

–Tú y tu hermano no saben de nada.

Y dejando esa bamba en ella se alejo riendo, ella no estaba embaraza. Se dijo así misma.

Para calmarla, las mujeres le comenzaron a preguntar cosas y a hablar de trabajo y sus amistades a lo que ella respondía con entusiasmo.

Su empresa estaba en un buen momento, con una cede en New York gracias a Rose y Diana, que ya no estaban con ella, Channel era la contable y se había casado cinco meses atrás con Kurth, ahora era Channel Kurth, y no dejaba de alardear de su pelirrojo. Rose estaba embarazada y pretendía casarse con el padre del niño, nada más y nada menos que con el hijo de un primer ministro y Diana... bueno... ella no había encontrado remplazo para Zion, aunque disfrutaba de su vida de soltera. De quien no hablo, pero tena muy presente era de Mel, con quien tenía mejor comunicación que antes, gracias a la intervención de Adon, y con quien comía los lunes.

**

Estaban a solas en la habitación, era la única que estaba arreglada y ellos veían televisión, mientras en ese momento citaban el famoso poema de la película La herencia del señor Deeds .

Es difícil respirar, es como flotar, estoy lleno de amor mi corazón va a explotar, mis manos tiemblan, mi mente sueña, mi corazón es tuyo, eres su dueña. Mi forma de actuar de que depende no dejo de bailar parezco un duende, es momento de que este pobre angustiado sepa lo que estar enamorado.

Adon le beso las sienes y le acariciaba el pelo.

–Adon... – el hizo un sonido gutural.

–Dime, More.

– ¿Cambiarias algo de nuestro inicio? – pregunto mirando la película que estaba en sus términos.

–Bueno... quizás los rechazos... no es algo que sea bueno para el orgullo de un hombre, pero...– calló– No, no cambiaría nada. Tu reticencia me dijo que valías la pena.

– ¿A sí que ya no la valgo? – pregunto muy calmada.

– ¿Te estás quedando dormida? – Ella asintió y le escucho reírse– Duerme bien... mañana será un día largo. Te amo.

–Yo te amo más.

Un silencio más tarde.

– ¿Adon? – sintió sus manos en sus parpados y sus labios en su frente.

–Dime, mi niña.

– ¿En verdad crees que este embarazada?

–Estoy muy seguro.

–Me pondré gorda– dijo acomodándose en su pecho. El sonrió en su piel.

–Ya lo sé... será fantástico.


SalvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora