Capitulo 40

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Adon corría en la cinta, al lado de Carlo, tenía la vista un tanto perdida y solo negaba. Carlo le había confesado segundos atrás de sus amoríos con Amanda, su asistente.  No había comentado nada hasta el momento, pero tenía que saber la razón por la que había decidido que fuera con la suya.

–Sin complicaciones, Adonis... Es más fácil cuando solo tengo que verla si voy a tu piso, no en el mío...

–¿Y terminó por?–solo pregunto mientras tomaba la toalla y la pasaba por su cara.

–Bueno–Carlo miró a las chicas que pasaban en ese momento y casi cae de la caminadora–Por algo como eso–señaló y Adon giró a ver lo que su amigo le indicaba. Una mujer– Por un culo como ese, exactamente. No soy hombre de ataduras, al menos no por ahora...

–Quieres disfrutar–dijo sarcásticamente Adon.

-Si, digamos que si, no estoy en contra de las relaciones, sabes que he estado en algunas, pero no son lo mío, al menos no por un tiempo, solo quiero...

–Ser un maldito mujeriego–ambos giraron el rostro y vieron como Marco y Zion entraban.

–Vamos, Marco, que tú no eres más santo que yo...–dijo Carlo.

–No, aquí el santo en Adon...

–A mí no me metan en sus asuntos–río un poco y detuvo de golpe la caminadora, y se alejó. Los chicos le gritaron un par de cosas, y el solo río.

Miró alrededor, él nunca había ido al gimnasio a esa hora de la noche, pero según Marco, Aura asistía de noche. La noche anterior había hablado hasta que ella quedó dormida, ese día en especial no se habían ni si quiera enviado un mensaje.

Iban algo rápido con todo eso, lo sabía, ya la había llevado con sus viejos amigos de universidad, la había llevado a su casa, ya había dormido en su habitación, aunque sin el, pero era algo, ya su madre y ella habían salido. Nada de eso sucedió con Palmer. Y lo que había pasado en el restaurante, lo tenia mal, aún recordaba el toque de ella, y cuando se concentraba en eso era tan real que...

Sintió como alguien taba sus ojos mientras caminaba hacia las bicicletas.

¿Quien era? Probablemente fuera Aura.

–¿Quien soy?–preguntó  y sonrió.

–Me suena como una chica linda de ojos verdes.

–No–frunció el ceño.

Las manos diminutas se alejaron de sus ojos y girándose vio a Melody, y Aura estaba a su lado.

–Hola–el sonrió y ella inclino su cabeza.

No le dio tiempo de decir nada más, ya que sus amigos llegaron y miraron  a su chica como un rico y gran bistec. Nunca había querido golpearlos como en ese momento, y ellos no eran los únicos, si bien era cierto que no era la única allí y quizás no era la más despampanante, pero en ese momento sintió que todos los ojos estaban en ese culo y ese abdomen a la vista.

Tengo que sacarla de aquí.

–¿Que haces luego de esto?–ella miró a su lado y negó.

–Lo siento... Noche de chicas–sonrió e inclinándose le beso los labios castamente. El la abrazo, quería sentirla y a ella no le importó que estuviera sudado.

Ella se alejó dedicándole una mirada que lo invito sin saber porque. Ella se iba, pero agarró su mano y tiró de ella hacía el.

–¿Que piensas?–le susurró.

–En que me gustas sudado...–el sonrió y no pudo terminar de hablar, los chicos lo arrastraron y ella se fue.

¿Donde había estado todo ese tiempo? ¿Sabía que él estaba ahí? Lo más probable es que lo viera en el corredor en algún momento. Al menos la había visto.

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Había pensado salir con Aura, pero al ella tener noche de chicas , obligó a los chicos a dejar plantadas a sus citas para que se quedaron con el, noche de chicos así que había salido a un bar y para su muy mala suerte un altercado hizo que terminaran presos, Carlo tenía el labio partido, Zion un corte en un brazo, Marco no tenía ni un rasguño y el estaba para que lo acostaran y morirse. Tenía golpes en todas partes y eso que se había defendido, pero a él solo le habían caído cuatro hombres aunque aturdió dos, los otros dos eran mini copias del increible Hulk.

Tenían una llamada, intentaron localizar entre todos a su padre, pero nada, la última llamada era la suya, pero no tenía en mente llamar a su padre, ni si quiera a su madre.

–Hola... No digas nada extraño está en alta voz y tengo a todas las chicas aquí conmigo.

–Podrías venir y pagar mi fianza–fue todo lo que pudo decir.

Instantáneamente  se hizo un murmullo, Aura tomó  el teléfono y le dijo que estaría ahí.

Pasaron más de treinta minutos cuando ella atravesó la puerta con cara de preocupación que se intensificó al verlo. Claramente vio sus bellos ojos cristalizarse y solo pudo sonreírle. Detrás de ella habían cinco mujeres vestidas igual que ella. Parecían bailarinas de un club nocturno, pero ella se veía hermosa.

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–¿Eso te hace sentir mejor?–le preguntó mientras le colocaba una bolsa de mariscos que había en el congelador.

–Pues... Arde un poco, pero está bien–la miró y luego miró  al frente.

En su sala de estar estaban los chicos arrumbados, Carlo estaba con dos chicas, Zion tenía a Melody y a Rose y Marco tenía una que sí que lo estaba atendiendo bien a pesar de no tener nada, le estaba dando el mejor masaje que seguramente le han dado.

–¿Como es que te metiste en ese lío?–iba a hablar, pero ella le calló – descuida, no tienes que responder. Vamos a tu habitación, tienes que dormir... No te ves bien–el solo asintió. Y con ayuda de la chica se acostó.

Pensó que ella se iría, pero no, allí estaba, a su lado mientras le peinaba el cabello y el solo quería dormir.

Despertó y ella seguía allí, era increíble que aún estuviera en la misma posición de la noche anterior, tenía la mano en su estómago, la otra tapando sus ojos y los pies cruzados. Intentó incorporarse, pero se tuvo que quejar por el dolor en sus costillas. Ella no despertó, solo se removió. Se incorporó y luego tomó una toalla para ducharse, salió y ella estaba moviéndose otra vez, iba a tener que hacer algo con el cardenal en su boca. 

Una vez salió de la habitación escuchó el claro sonido de risa de mujeres, al llegar a la sala de estar sonrió al ver a las chicas, al parecer todos  se quedaron a dormir, miró la ropa de las chicas, no eran para nada igual a las de la noche anterior.

–Buen día... Zion ha tomado ropa limpia para todos–el rodó los ojos.

–Me alegra de que se hayan acomodado, siéntete como en casa...–llegó  a la cocina y tomó dos vasos, un poco de sumo, tomó dos rebanadas de pan, las colocó en la tostadora y luego tomó huevos y una sartén y los puso al fuego.

SalvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora