Capítulo 34

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—No hay un sevillo en esta nevera —dijo Niall y cerró la nevera. Había pasado mucho tiempo con mi mamá.

No es mi culpa, y lo sabes —le dije. Ya no sentía la columna, maldito piso.

—Maldito maduro —dijo Harry. Él pasa mucho tiempo conmigo.

¡Amigos no digan groserías! —gritó Hanna. Ella medio entendía el español.

Ella se había encargado del gordo de Gato y su barriga de sapo ya que fue la idea de ella de traerlo.

Tocaron la puerta, yo no esperaba a nadie, ni siquiera a mi mamá porque ella llegaba del trabajo a las cuatro de la tarde. Hanna se levantó y trató de abrir la puerta, antes de que la tocara le tiré un zapato.

¡Val! —chilló y se tiró en el piso a llorar. Niall fue a donde estaba ella y le acarició el cabello mientras me decía que era una abrupta.

Trato de protegerlos del mal venezolano. Perdón por eso cariño.

Abrí la puerta, eran unas carajitas  con sus teléfonos grabando. Una de ellas era la carajita de la bodega.

—Hola, debes de ser Valentina ¿verdad? —dijo una de ellas. Es que es lo mejor, me hablan cuando vengo y sabiendo que estoy con Harry.

—Sí, soy yo —fruncí el ceño, las carajas tenían caras de asesinas.

—¡La novia de Harry! —gritó una caraja que se metió en el bochinche, marico yo de esa no salía, menos mal que hay una reja para que las zamuras no entraran.

Puse el pie en la puerta para prepararlo ante cualquier emergencia.

—Sí, la misma Valentina —que cagada—. ¿Qué se les ofrece? —sonreí.

—A Harry —dijo la zamura principal—. Un saludo de su parte y nos vamos, no le diremos nada a nadie. Te lo juro.

Marica de bolas, yo ni loca iba a sacar a Harry a que les dijera "hola" y después a esas zamuras se les prendiera el queso y hagan un alboroto y mi mamá me joda.

—Ay chama, sería un gusto decirle que las saludara. Pero él no está aquí, hace rato que se tuvo que ir.

—No ha salido carro de ésta casa —dijo una chama.

Yo iba cerrado de poquito la puerta, para hacerme la loca.

—Claro que sí salió uno. Muy temprano, como a las seis —les dije. Mi mamá había salido y no en un helicóptero—. Si me disculpan tengo cosas por hacer, ¡chao! —tranqué la puerta de una vez, le metí seguro, le puse una silla y un candado.

Me volteé a Harry, que estaba molesto conmigo porque ayer lo mandé a callar. Yo de pana que no recordaba nada.

—Harry —lo agarré de los hombros para que no se escapara. Pero la fuerza de ese bicho era de tres camiones juntos. Lo abracé y me lanzó los brazos.

Tu me mandaste a callar.

—¡Pero ahora es importante!

¿Y mandarme a callar no lo es?

—¡Perdón! —lo abracé—. Te quiero.

Él suspiró.

¿Qué pasó? —dijo, yo seguía abrazándolo y él seguía sin abrazarme.

Nos tenemos que ir.

¡¡NO!! —dijeron Niall y Hanna.

Los únicos gringos que querían quedarse en Venezuela.

Valentina »h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora