54

488 54 11
                                    


New York, New York, New York. No sé qué haces conmigo, chamo.

Volví, llevo casi un mes aquí pero más happy y con más trabajo que nunca y con más plata que nunca, eh soy malísima mintiendo.

Ya he tenido demasiado de esta ciudad que te consume más que Caracas, quiero volver a Londres para tener mi break y luego volver a Venezuela para ir a la playa, necesito calor.

Había salido de una sesión con una modelo para ver si me contrata la revista de Vogue como fotógrafa, no cuesta nada tratar; luego fui al apartamento que renté (porque me salía mejor que pagar diario en un hotel) a comer y a buscar a mis animales, que ésta vez aprendí la lección de no salir sin ellos porque soy un desastre. Estábamos más lejos del centro paseandolos, tenía la correa de los dos gatos en una mano y en la otra mi helado.

Ya que nadie me regala helados, yo lo hago.

Estaba esperando para buscar a Harry al aeropuerto para luego irme, había pasado todo el día en shoots. Los peor es que voy a tener una noche muy larga.

Los chicos ya estaban aquí, sólo faltaba él para ir a una conferencia donde otorgarán reconocimientos a fotógrafos pero yo sólo iré a presentar mi proyecto de vida, quería empezar mi pequeña agencia y soy feliz.

Lo que estoy es cagada.

Pero feliz.

Y también para comerme los tequeños que siempre ponen, pero son más chimbos y los llaman "deditos de queso".

—Epaa —dijo Ian cuando atendió al teléfono—. Acabamos de llegar, me vas a odiar si te digo.

—Pensé que ya estaban aquí —mordí la galleta del helado y me senté en un banco—. Se suponía que tenían que estar aquí, yo iba al hotel a que Raquell me ayudara con algo... ¿Qué hiciste?

Él rió.

—Sabes que estábamos en Berlín, hicimos escala en Madrid y nos perdimos el vuelo de la mañana.

—Pedazo de marico.

—Estábamos en el centro de Madrid, es precioso y cenamos y bueno... Tuvimos suerte de salir hoy temprano.

Iban a hacerse las diez, que alivio.

—Los iba a matar si no llegaban... Espero que hayan traído las cosas.

—Sí, traemos los doce kilos de cocaína y no nos dijeron nada.

—Pajuo.

—Bueno, traje la colchoneta para dormir obvio, y te traje las diapositivas.

—¿Te quedaron pavas?

—A mi todo me queda "pavo".

—¿Raquell trajo los zapatos? Le dije que se me partió el tacón.

—Por estúpida.

—Ajá.

—Sí los trajo, eh... nos vemos, ya agarró un taxi y vamos al hotel supongo, nos vemos en unas siete horas, creo.

—Llega temprano, por favor.

—Seis horas para mi.

—Exacto.

Colgué y seguí caminando, la gente me veía raro porque estaba paseando un gato. No entiendo.

Estaba a una cuadra del aeropuerto cuando Harry llamó. Él había viajado hacía su casita con su familia hace tres semanas, justamente el tiempo que yo llevaba aquí y llegó porque quería acompañarme y yo le dije que quería que viniera, so.

Valentina »h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora