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Harry, te voy a decir tus cuatro verdades para que te endereces y te enseries.

—¿Qué hice? —dijo saliendo de la cocina con un gorro de Navidad.

Ya había terminado todo, basta.

Gracias por irte 2017, pasaron muchas mierdas en tus días. Te odio.

—Te ves super cu... ¡Ya!—me puse seria y él rió—. No te compré nada para Navidad, te sigo odiando por eso y...

Él me había dicho que no llegaría a Navidad. Pero mágicamente lo hizo y yo toda confiada no le compré nada.

—¡Pero yo sí!

—Nunca dije que no quería recibir regalos —me encogí de hombros y seguí quitando las luces. Mi apartamento había quedado bello adornado, aunque no había pasado la víspera allí, pase la Navidad con Harry al menos.

Una de mis pocas navidades con él y fue precioso. Me regaló otra cámara. Lo amo mucho.

Tenía una mini colección de cámaras, pero más que todo tenía lentes, y varias cámaras me las había regalado él junto con otros lentes y algunos artículos fotográficos. Sabe cómo hacerme feliz.

No es que me importara recibir regalos —dijo metiendo los adornos en una caja.

A mí me importaba darte uno en la víspera —enredé la extensión y la metí en su caja, él se acercó y me puso un cintillo de cuernos de reno y sonrió.

No te preocupes —besó mi frente—. Ahora, montate en la escalera para que quites todo eso —señaló el borde de una pared y yo alcé mis cejas. Mierda.

Hazlo tú.

—No soy tan pendejo para ofrecerme —rodó la escalera para que me montara—. Destacate.

Giré los ojos y me monté en el primer escalón.

Mira, estúpido. Si me llegas a tumbar de aquí te vas a arrepentir de haber nacido y se te va a caer el pelo por los coñazos que te voy a dar.

—Relájate, amor —terminé de subir y miré hacia abajo.

Esto es una mala idea y te odio.

—¿Elisa, quieres bajar las luces? —exclamó para que ella escuchara.

—Vuelvete loco, webon.

Ya la escuchaste.

—Harry, aguanta esta mierda —me apoyé de la pared terminando de despegar las luces y se las pasé—. ¿Ya no hay más nada, verdad?

—Tú tienes mucho —dijo pícaro y yo volteé a verlo—. No, no hay, ahora baja antes de que te caigas.

—Eres lo peor, tú eres más alto que yo y hubieras alcanzado más fácil y... —él se acercó a mi cuando estaba en el último escalón—. Te odio —salté al piso y reí.

Deja de recordarlo —giró los ojos y me acercó a él—. Oh, mira, que coincidencia —señaló arriba de nosotros. Era un muérdago.

 Era un muérdago

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Valentina »h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora