Capítulo 46

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La alarma que se suponía que había apagado la noche anterior sonó dejándome escuchar un gallo “cantar”. Que arrechera esa mierda, voy a llorar.

Apagué la alarma y de paso el teléfono. Seguí durmiendo hasta unos cinco minutos cuando prendieron la luz y caí en cuenta que no podía ser feliz.

—Vaal —dijo Harry, sonó tan dulce que pensé que era Dios que me estaba despertando para ir a conocer a Michael Jackson.

Pero Dios no era tan cruel conmigo, así que me arreche.

—Coño.

Es tarde.

—Dejame dormir.

—Llegarás tarde, es tu primer día de trabajo.

Coño verdad.

Media hora más, ya va.

Son las ocho, levantate.

Harry.

—Val.

—Ten piedad.

—Tienes que trabajar, ser amable y luego dormir.

Él me quitó la cobija, y luego yo abracé mis piernas porque hacía frío y él no tenía compasión.

Que se joda. Yo quiero dormir.

Luego me cargó, dió mil vueltas y me dejó en la puerta del baño. Me crucé de brazos.

Buenos días —sonrió y me dió un beso en la frente, luego se fue del baño cerrando la puerta.

Luego de haber pensado en la inmortalidad del cangrejo en la ducha, me vestí y me peiné.

Pasé al lado de la cama, fue difícil, pero al final aguanté las ganas de volver a dormir. Soy toda una guerrera.

Salí del cuarto y me paré al frente de un espejo. Traté de vestir bien, al menos sólo por ese día, intento fallido. Volveré a retomar la costumbre de irme en pijama como lo hacía en Londres.

Valentina se ha levantado, mundo —dijo Harry y rió. Me acerqué a él y lo abracé, como cuando abrazaba a mi abuela para que me defendiera de mi mamá.

Y con sueño, que novedad —dije y me senté en la mesa y pegué mi frente de ella.

No sé, pero creo que no es normal. Llegaste aquí hace cinco días y desde esos cinco días duermes once horas. ¡Once!

—Efecto secundario de la enfermedad del norte al oeste, sabes, la que le “dió" a Hannah Montana.

No creo que eso exista —colocó una taza en la mesa. Era café, uno de los motivos por los que me levantaba y vivía—. Val, tú cabello está en la comida.

Marico y era de pana.

¿Cocinas? —le pregunté y sonreí. Marico por fin tendré a alguien que me haga la comida.

Pensé que era obvio —rió y se sentó a mi lado.

Bueno, yo pensé que tenías a alguien quien te hacía la comida. Que sorpresas trae la vida.

—Cuando te invitaba a almorzar, yo preparaba la comida.

Me sentí inútil, de nuevo.

Terminé de desayunar y me bebí el café. Me paré a agarrar otro poco más pero antes de que me pudiera servir, Harry habló.

Valentina »h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora