| 036 | Tom Hiddleston

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Yo realmente tengo que recordarme muchas veces que maldecir no está bien, además de que no se oye necesariamente bien.

Claramente lo olvido cuando ya he dicho unas veinte maldiciones distintas.

Dejo caer mi cabeza y mi frente pega en el volante del auto, lo único que faltaría para hacerme lucir más frustrada y loca en este momento sería gritar, si, efectivamente es lo que hago.

El estrés está abriendo paso en mí y el sonido de la lluvia que siempre me ha resultado relajante y tranquilo ahora solo me pone más nerviosa. Saco mi celular en espera de que mágicamente ya no marque la falta de señal como lo ha hecho desde la ultima hora.

Trato de que mis maldiciones no se dirijan hacia mi madre, la que prácticamente me ha obligado a venir hasta mi ciudad natal a las afueras de Londres. Yo le dije que no era posible ya que que era un hecho que el clima sería sumamente difícil en estas épocas pero ella ha decidido fingir que somos una familia perfecta solo por Navidad y me ha obligado a venir días antes de la festividad.

Me incorporo cuando noto que la lluvia se ha vuelto tenue y aunque no ha parado, ya no son las gruesas y ruidosas gotas que caían antes. Salgo del auto y como soy realista ni siquiera me acerco a la parte delantera a revisar el motor. Se que literalmente no sabré hacer nada y solo me frustrare más.

Aún no hay señal, pero que la lluvia haya parado me permite ver más a mi alrededor.

Es un lugar bonito, tengo eso a mi favor. Y no pareciera que alguien va a lanzarse sobre mí en cualquier segundo para robar mi bolso. Al parecer los conductores son inteligentes ya que no hay ninguno que saldría con este clima, así que esa no es una opción de escape.

Me siento incómoda con el simple pensamiento de tener que pedir ayuda a algunas de las residencias que se encuentran enfrente, pero al darme cuenta de que si no quiero congelarme esta noche, es la única alternativa.

Doy un gran suspiro y tomo mi bolso para encaminarme hacia el conjunto de casas, es un vecindario bonito y las casas son considerablemente grandes. Trato de evaluar los hogares mirando si tienen algún tipo de juego para niños fuera pero casi ninguna tiene y las que lo tienen tienen la luces apagadas, así que al final me digno por una gran casa con un jardín increíble, la mayoría de las abuelas tienen buenos jardines y esta tiene las luces encendidas.

Subo el portón y toco suavemente, no hay respuesta después de un rato y creo que simplemente no me abrirán pero cuando estoy apunto de girarme escucho el sonido de la puerta.

No es una abuela la que abre, es un hombre alto, de cabello oscuro, ojos claros y las facciones más malditamente increíbles que he visto en toda mi vida.

— ¿Puedo ayudarte en algo? — pregunta con una mirada confundida, trato de recordar el porque estoy aquí pero supongo que mi expresión a eso es bastante extraña.

— Disculpa, mi nombre es Liv. Mi auto se averió en el camino cerca de aquí. No tengo señal en el celular y me preguntaba si me dejaría usar su teléfono.— él me da una mirada cautelosa y me golpeo mentalmente por usar un diálogo que diría cualquier psicopata en cualquier película.— Oh, lo siento, eso no se escucho confiable. Puedo usar tu celular desde aquí si quieres, así no tengo que entrar a la casa, o puedo esperar en la sala. O... sabes que, esto no fue buena idea.

Me doy media vuelta y estoy avergonzada como jamás lo he estado en toda mi vida. Justo cuando me dedico a bajar los escalones del porche oigo su voz.

— Si fueras una criminal creo que estoy en el deber de decirte que ese es el truco más viejo del mundo, además de confesarte que no eres una mente criminal muy original, pero si no eres alguna desquiciada con antecedentes, puedes pasar.— me sorprenden sus palabras y el hecho de que ha dejado la puerta abierta mientras él entra a la casa.

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