| 080 | Francisco Lachowski

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Siento un beso detrás de mi oreja y su respectiva respiración. Suelto un gruñido de molestia y abrazo más la almohada a mi cuerpo.

— Buenos días, hermosa. Hora de despertar.

— Mm... Francisco.— murmuro relajando mi expresión facial.

La carcajada que sigue después me hace abrir repentinamente los ojos. Me levanto para observar a Stanley soltar múltiples risas mientras abandona el lugar que tenía encima mío y se sienta lentamente en la cama.

— Eres un idiota.

— Vamos, cariño. Francisco es todo un bombón, no tiene nada de malo en que tengas sueños calientes con él.

Lo golpeo fuertemente con mi almohada y Stan se levanta de mi cama aún dando carcajadas.

— Creo que no tengo que decirte a donde puedes ir a...

— Oye, oye, eres una señorita. Ahora levántate, hay mucho que hacer.— doy un suspiro y me dejo caer nuevamente en la cama.— Veras al señor Lachowski.

— Tienes que dejar de molestarme con eso.

— Ha sido tu novio más caliente, si me permites decirlo. 

— No es mi novio, Stan.— juego con las puntas de mi cabello para evitar una mirada directa con mi mejor amigo.

— Mm, él te lleva a veces al trabajo, te trae deliciosa comida para cenar con velas, hablan durante horas por teléfono cuando alguno está de viaje, tienen esas apasionadas noches en las que me obligas a dejar el departamento y no olvidemos que se encarga de que nadie en la editorial se dirija de manera vulgar o irrespetuosa hacia ti, es bastante intimidante si me lo preguntas.

— Espera ¿qué? ¿A que te refieres con intimidante?

— Nada, olvídalo, el punto es que para no ser una pareja se comportan bastante como una.

— No es nada serio.— me niego a seguir la conversación y me levanto de la cama mientras amarro mi cabello.

— Cariño.— me llama y como no he detenido mis movimientos él me sujeta de los hombros.— No hay persona en el mundo que me haya apoyado más que tú, así que en está ocasión quiero ser yo el que te apoye. Has mantenido tu corazón protegido durante mucho tiempo, quizá es hora de bajar un poco las barreras. Y creo que Francisco es una opción excelente para hacerlo.

— No sabes de lo que hablas, Stan.— él me mira con reproche pero me suelta mientras suspira.

— Vamos, hay que prepararnos.— no dice más y sale de la habitación. Suspiro y me dirijo al armario donde el vestido previamente seleccionado para mi, cuelga elegantemente.

Me apresuro por qué en cualquier momento llegara el equipo de maquillaje y peinado. Y mientras me observo en el espejo no puedo evitar recordar la mañana de hace dos semanas, en la cual yo estaba en frente del espejo mientras aplicaba mi maquillaje, Francisco seguía dormido, al cabo de varios minutos se despierta y lo primero que hace al levantarse es decir "Buenos días, hermosa" solo para después dejar un beso en mi cuello.

Agito la cabeza tratando de enfocarme, justo como trate de convencerme muchas veces que iniciar una aventura con alguien del trabajo no era buena idea, pero él era tan extraño y me hacia sentir tan extraña que ni siquiera pude darme cuenta de lo que hacía hasta que ya estaba bastante involucrada con él.

Horas después ya estoy lista y no he visto a Stanley, él siempre se pasa cuando me preparan para poder opinar sobre los colores que colocan en mi maquillaje, esta vez ni siquiera se ha asomado y eso me entristece, no quiero que se aleje de mi por qué no sigo sus consejos románticos.

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