| 121 | Lucky Blue Smith

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Sostengo mi vestido lentamente mientras sigo dando vueltas al rededor.

Es la noche de la inauguración y todo es mucho más quisquilloso. No puedo esperar a poder asistir las demás noches para poder lucir como una persona normal.

Suelto la falda de mi vestido de noche y me permito seguir admirando todas las fotografías. He esperado por esta exposición muchos meses, es una combinación de fotógrafos reconocidos entre trabajos de gente que apenas está dándose a conocer. Y el resultado es increíble.

Sigo avanzando, hasta que veo la hilera de fotos.

No recuerdo cuanto tiempo estuve mirándola. Solo sé que estuve mirándola hasta que mis ojos comenzaron a cansarse.

(...) 

— Oh, creo que se ha movido.— escucho a Paul murmurar. Me hace soltar una pequeña risa y mirar hacia él.

— No, no lo ha hecho.

— ¿Segura? Sus ojos lucen más profundos y cautivadores de lo normal.— oculto mi rostro avergonzada por qué esas fueron las palabras que alguna vez use.

— Paul, basta.— sonrío avergonzada. Él suelta una gran carcajada y niega.

Ha pasado un tiempo. Yo tenía planeado visitar la exposición en varias ocasiones, pero definitivamente he estado visitándola más de varias ocasiones. Inclusive conocí al guardia de seguridad de la exposición, Paul.

Al cual yo ponía sumamente nervioso, ya que mis constantes visitas y mis minuciosas revisiones lo hacían creer que yo tomaría alguna pieza y me echaría a correr. Por eso comenzamos a hablar.

Yo le conté sobre el mismo grupo de fotografías que siempre iba a ver.

En las que salía este extraño chico.

— ¿Margot? Estás más rara de lo normal.— me toma varios segundos caer en la cuenta que Paul está hablándome, por supuesto, yo tengo la mirada perdida en las fotografías.

Mis ojos, como normalmente hacen, siguen las texturas en blanco y negro de cada una de las fotografías. Siguen las facciones de su apuesto rostro y las siluetas que su figura forma.

— ¿Alguna vez has considerado asistir con un profesional de la salud mental?

— No exageres.— lo empujo levemente. Tengo la suerte de que una de las pequeñas y elegantes bancas haya sido colocada justo en frente. Entonces el observar las fotografías largos plazos de tiempo se hacía mucho más sencillo.

— No exagero. Quizá tienes uno de esos fetiches sexuales raros.

— ¡Paul!

— Margot. Vamos, vienes aquí casi todos los días, finges que miras toda la exposición cuando lo único que quieres hacer es correr hacia esta banca y pasarte el día observando una serie de fotografías de un sujeto al que no conoces.

Suspiro. Lo hago por qué es verdad.

— No es un fetiche. La fotografía es muy buena.

- Si, como casi todas las colecciones de la exposición. Pero tú decidiste obsesionarte con la única que está hecha por un autor anónimo.

¿Qué le pasaba a Paul hoy con todos estos comentarios?

Estas exposiciones están hechas con el fin de presentar los trabajos de los fotógrafos y dar a conocer a los que no tienen resonancia mundial. Esta colección fue la única que fue mandada como anónima. Nadie sabe quién es el fotógrafo, pero logró entrar a la exposición.

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