| 089 | Herman Tømmeraas

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Miles suspira por, quizá, octava vez. Lo más probable es que haya suspirado aún más veces pero ya he decidido no contarlas.

— Tienes que parar, Miles.— le digo girando mi cabeza hacia él.

— No estoy diciendo nada.— alza las manos en señal de rendición.

— Miles...— me quejo mientras mi cabeza cae en el respaldo del sillón. Mi hermano se acomoda en el pequeño sofá individual a un lado nuestro.

— Vamos, Margaux. No me presiones.— señala hacia mí y yo ruedo los ojos. Herman ríe a lado mío y sigue pasando sus manos por mis piernas que descansan encima de las suyas. Después deposita un beso en mi mejilla, sonrío hacia él y envuelvo su cuello con mis brazos solo para después depositar un beso en su mandíbula.

Sus fuertes brazos envuelven mi cintura y deposita un beso rápido en mis labios, yo sujeto su mentón y hago que vuelva a colocar sus labios sobre los míos.

— ¡Como quieren que no haga ruidos cuando ustedes profanan en el sofá! — grita mi hermano.

Río y suelto el rostro de Herman, deja un último beso en mis labios y se separa de mi.

— Eres el drama personificado, Miles.— le contesto a mi hermano.

Herman ríe y toma el control remoto de la televisión y comienza a pasar de canal. Al final se queda en una película de acción que hace que ambos griten hacia la pantalla. Se enfrascan en una conversación bastante apasionada sobre la película y sus antecesoras y predecesoras. No puedo evitar sonreír. Las cosas entre ellos siguen un poco tensas, pero estos momentos en los que lo olvidan y se desenvuelven como lo hacían antes son asombrosos.

Han pasado seis meses. Los primeros días después de que Miles nos pillara juntos fueron los peores, mi hermano parecía realmente odiarme y yo no sabía qué hacer.

Por el otro lado, Herman había decidido mantener su distancia hasta que las cosas se calmaran un poco, eso fue peor para mí. La soledad era aplastante. Había pasado de estar cada minuto del día rodeada por mi hermano y Herman a quedarme sin la compañía de ninguno de los dos por días enteros.

No tenía idea de qué hacer. No quería sentirme mal por estar con Herman, por qué eso era algo que realmente quería hacer, pero no podía evitar sentirme culpable al haber arruinado la estrecha amistad que mantenía con mi hermano.

Poco después tome la decisión de mudarme. Miles había desarrollado una estricta ley de hielo hacia mi, no me dirigía la palabra en lo absoluto y no se acercaba a mi a menos de que fuera totalmente necesario. Y mi corazón simplemente no podía soportar un día más de esta manera. Así que él llegó a casa ese día y yo estaba empacando mis cosas.

— ¿Qué rayos estás haciendo?— preguntó cuando cruzo por la puerta abierta de mi habitación y notó como introducía unas cuantas de mis cosas en pequeñas cajas. De verdad me sorprendió oírlo hablarme.

— ¿Empacando? — murmuro sin detener mis acciones.

— ¿Por qué?

— Me iré.

— ¿Y a dónde se supone que vas? — suelta una risa irónica pero sus manos inquietas sobre su cabello me dicen que está nervioso.— Oh, si, era cuestión de tiempo para que hicieras algo tan estupido como irte a vivir con él.

— Herman no me habla.— apilo varias cajas sin mirar a Miles.— Cree que tiene que mantener distancia. Así que probablemente vaya con Sally hasta que encuentre algo mas, no lo sé.

— ¿No lo sabes, y aún así te irás?

— Será más fácil para todos.— mi intención es continuar guardando ropa en mi maleta pero el vestido que tenía entre mis manos me es arrebatado.

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