Capítulo 35

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Harry

Cuando no recuerdas la última vez que reíste tanto hasta tener dolor de estómago, significa que la tristeza te consumió. Y cuando crees que no puedes sufrir más, entonces ahí sí recuerdas cuando reíste hasta quedarte sin aire, y te das cuenta que la razón de tu felicidad ya no podrá venir a salvarte.

Quien me sacaba sonrisas con cosas tan simples como lamerme la oreja para despertarme en la mañana, ya no está para ser mi salvavidas.

Mi constante "Volverá pronto" se convirtió en un "Me ha dejado para siempre".

Ya no me despierto en la mañana y lo busco a mi lado. Ya no sonrío al recordarlo. Ya no leo su carta. Ya no lloro por él.

Mi fondo de pantalla ya no es una alegre foto nuestra, se convirtió en una simple imagen negra y monótona, como mis días.

Estiro mis piernas sobre la cómoda cama y tomo mi celular para observar los mensajes. Derek, como siempre, me envía su texto diario.

"Buen día Harry, ¿cómo has amanecido el día de hoy?"

Desde que me enteré que tengo cáncer, tuve que decirle a Derek que ya no podría llamarme, ya que no puedo hablar. A partir de ese momento me envía mensajes todo los días. No me disgusta que lo haga, lo tomo como un pequeño apoyo. Y aunque no nos veamos ni hablemos de temas serios, nunca está mal recibir los buenos días.

Escucho el sonido de la puerta de entrada cerrarse y, como todos los días, sé que se trata de Liam.

Debido a que tengo licencia en mi trabajo por la enfermedad, me la paso en mi casa la mayor parte del día. Liam, quien no tiene un trabajo fijo ya que se dedica a escribir, se encarga de empezar la mañana conmigo hasta que por la tarde Niall se nos une.

Y así mis días son mucho más fáciles.

La puerta de mi habitación se abre y Liam entra sonriente con su ropa deportiva.

—Salí a correr esta mañana, así que no me acercaré mucho a ti, estoy sudado.

Sonrío y asiento, tapándome la nariz y haciendo cara de asco. Se acerca a darme un golpe en el brazo y luego se sienta en los pies de la cama. Bloqueo mi teléfono y lo apoyo sobre la mesa de luz.

—¿Cómo estás? ¿Te duele algo?

Niego con la cabeza y él asiente sonriendo.

—Genial, me alegro. Oye, anoche la madre de Louis llamó a mi casa.

Abro los ojos con sorpresa y levanto un poco mi cuerpo, sentándome sobre la cama.

—Me preguntó por Louis... Y mierda, ¡no sabía cómo decirle que no sé dónde está él!— se tira del pelo con frustración. —Pero lo más triste de todo fue que después de estar media hora intentando explicarle todo, a ella no le importó. La maldita me dijo que al fin se había independizado del todo. ¿Entiendes que no le importa ni un poco saber el paradero de su hijo? Antes era la persona más sobreprotectora y ahora se desinteresó del todo. Carajo, no merece ser madre esa maldita mujer.

Lo observo anonadado e indignado, con odio. ¿Qué clase de madre no se preocupa por su hijo?

Golpeo la cama con frustración y Liam me observa fijamente. Se queda en silencio unos minutos antes de mirar sus pies y hablar.

Keep me safely | Larry Stylinson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora