Mi mayordomo [MikaYuu] |Terminada|

→ Especial IV: Luna de miel 4/5

—Te amo desde el primer momento en que te vi —cantaba Mika mientras me apretaba entre sus brazos.

—Porque me sobran las palabras cada que me hablas, te amo —completé sonriendo.

—Como siempre tu voz es hermosa —me elogió; le di un piquito.

Mika y yo estábamos en una hamaca, yo recostado sobre su mientras él me estribaba cariñosamente entre sus brazos y veíamos el atardecer cerca de un quiosco en la playa; era tan bonito, el cielo se pintaba de colores tan relajantes, haciendo que el paisaje diera esa sensación de calma, para luego dar paso a la bella y oscura noche que la luna iluminaba.

—¿Vamos a caminar un rato? —preguntó mi esposo, acariciando mis cabellos.

—Vamos —acepté sonriendo.

Nos bajamos de la hamaca y salimos del hotel camino a la playa; el sonido de las olas golpeando contra la arena y las aves volando era tan hermoso e único.

Estábamos muy tranquilos disfrutando de ese paseo, al menos hasta que escuchamos la voz chillona de Lacus, el novio de Rene-san, el amigo de mi esposo, llamarnos con un grito.

Obviamente tuvimos que saludar, y como cortesía, el ojeroso nos invitó un trago, el cual aceptamos para no hacerlo sentir mal; el problema radicaba en que el idiota de cabellos púrpuras no cerraba la boca, lo que había vuelto cansado y molesto tanto para Mika como para mí.

—Y entonces Rene salió corriendo —nos contaba el ojirubí más bajo algunas de sus historias "graciosas" mientras se reía.

Mika y yo intercambiábamos miradas incómodas; nosotros queríamos estar solos y terminamos envueltos en una especie de cita doble.

En ese momento, estábamos en un bar con pista de baile cercano al hotel; nosotros sólo bebíamos y conversábamos, o bueno, Lacus hablaba como cotorra.

—Yo creo que está algo tarde, debemos irnos —interrumpió mi esposo mientras tomaba mi mano y se ponía de pie—. Gracias por la invitación, Rene —se dan la mano él y mi rubio—. Hasta luego, Lacus.

—Pero si apenas son las nueve —se quejó la uva podrida, parándose también de su silla.

—Sí, pero estamos cansados —murmuré—. Realmente nos divertimos y nos encantó verlos hoy, pero queremos ir a dormir un poco.

—Pero... —el pelipúrpura iba a quejarse nuevamente, pero su novio no se lo permitió.

—Lacus, dejalos —pidió el ojeroso—. Han de estar cansados y aparte, es su luna de miel; obviamente quieren tiempo a solas.

Nos despedimos de ellos y nos fuimos caminando tomados de la mano por la playa mientras recibíamos las miradas de desaprobación de algunas personas y las de decepción de algunas chicas.

Mi rubio se veía tan bien siendo iluminado por la tenue luz de luna; llevaba puesta una camiseta azul oscura que se abría totalmente mostrando su marcado pecho, un pantalón blanco recogido hasta las rodillas y sus sandalias en la mano.