Mi mayordomo [MikaYuu] |Terminada|

→ XLIX: Acosador

—¿C-Conocerme? —pregunté nervioso rascando mi mejilla; él asintió—. ¿Por qué?

—Bueno... —rascó su nuca, apenado—. Les he hablado un poco sobre de ti y como ya llevamos tres meses, pues...

—E-Entiendo —suspiré—. ¿Qué tal si hacemos alguna cena para que estén todos juntos?

—Claro.

Resumiendo: tres meses de noviazgo con Gyu habían pasado en donde solo nos habíamos besado; sus padres querían conocerme desde que cumplimos el primer mer de relación, pero supongo que ahora que llevamos más tiempo es el momento adecuado.

El idiota de Shiren no nos había molestado más, y estábamos muy felices por ello.

Aunque estaba algo nervioso por conocer a los padres de mi novio.

Habíamos charlado sobre eso en el receso, por el momento, ya era la hora de la salida y yo guardaba mis zapatos de la escuela en mi casillero; en cuanto abrí la caja de metal, sobre mis zapatos hallé una hoja de papel y la tomé.

—¿Qué es esto? —la desdoblé.

Era una especie de carta; suspiré y empecé a leerla con pesadez:

"Hola, pequeño.

Tal vez no me reconozcas, pero quiero decirte que estas muy bello; y tu novio está mucho más hermoso y apetitoso que antes.

Ahora hasta contigo podría tener sexo, tienes buen trasero, eres todo un doncel, como tu mamá.

Bueno, descansa un rato, un día de estos iré por ti, pequeño.

Con deseos de violarte,
F. B".

¿Qué demonios?

¿Quién era ese tal "F. B"?

Me daba igual, tal vez fuera uno de los muchachos del salón, después de todo, ellos no querían entender que yo estaba con Gyu.

Arrugué la nota y la tiré mientras me cambiaba los zapatos y salía para encontrarme con Gyu; ambos empezamos a caminar mientras yo marcaba al teléfono de mi mamá.

—¿Mamá? —pregunté—. Sí, es que los padres de Gyu... —expliqué—. ¿Mañana? —sonreí—. Yo también, adiós.

—¿Qué dijo Ichinose-san? —Interrogó Gyu.

—Que mañana estaba bien y que a las siete para la cena —avisé; él sonrió y tecleó algo en su teléfono.

—Mis padres también dicen que está bien —le sonreí—. Te quiero mucho, Michi-chan.

—Y-Yo también —susurré.

Él se acercó un poco y me dio un piquito en la punta de mi nariz, lo que hizo que me sonrojase como un maldito tomate.

—¿Quieres hacer algo, Michi-chan?

—Tengo hambre...