3. Casa de acogida

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Axel

"Ella te amaba..." retumbo la voz de Kuroko en mi mente despertándome de golpe, un sudor frio recorría mi espalda a pesar de que hacia frio y mi respiración estaba acelerada, no podía evitar pensar en ella pese a que me negaba en retundo y cada vez que me despistaba mi mente no dudaba en recordarme lo mal que lo hice con ella.

Me habia quedado dormido en el tren de vuelta a casa junto a Carlos, mire a mi alrededor y estábamos sentados juntos a la ventana uno frente al otro y Carlos continuaba durmiendo, ya habíamos salido de la ciudad de Tokio y podíamos disfrutar de la variación en el color del follaje de los árboles y el campo.

Por la ventaba pude ver las montañas verdes a lo lejos y como unos campos de arroz se veía en la penumbra de la noche iluminados por algunos campesinos que caminaban con linternas, al menos allí no estaba lloviendo como en la ciudad, al despertarme me sentí intranquilo, agitado, no me sentía cómodo conmigo mismo y a pesar de que no quería pensar en el tema mi mente me empujaba a pensar en lo que converse con Kuroko, algo me decía que se me escapaba algo, un no sé qué debía sobre entender del que fuera mi amigo, y precisamente no era el más expresivo por lo que comencé a repasar lo que sucedió, una vez más.

Kuroko y yo nos separamos un poco del barullo de la gente que estaba en el torneo para sentarnos bajo un árbol y poder hablar tranquilos, junto a él nos siguió su amigo Kagami que por algún motivo no paraba de mirarme y de seguirnos a todos lados, como si fuera el guardas espaldas de Kuroko.

Kuroko se sentó en el césped como si fuera un indio dejando un espacio entre sus piernas, yo me senté delante a su lado para poder hacerlo con las piernas estiradas y Kagami apoyado en el tronco del árbol, mire por un momento al pelirrojo y me resulto curioso su aspecto, no eran nada comunes en Japón, y el ultimo que conocí resulto ser un maniaco con toques sádicos con el que no quede bien parado, pero este tenía una expresión diferente, una muy parecida a la que tenía Aomine hace varios años y podía notar como en su interior ardía una llamada por jugar al baloncesto.

- ¿Cómo te fue por Barcelona? – me pregunto al fin Kuroko para romper el hielo

Hice un largo suspiro, como si necesitara hacer un gran esfuerzo para poder recordar todo lo que hice en este último año y medio, y era cierto, me resultaba complicado explicar el mar de emociones que supuso para mí la ida y la vuelta.

- Cuando me marche de aquí decidí que no volvería a jugar al baloncesto – deje un espacio entre mis palabras para ver sus reacciones pero Kuroko como siempre ni se inmuto – pero Carlos, el chico rubio alto con el que me habéis visto, consiguió que volviera y básicamente ha sido eso

Kuroko y Kagami se miraron durante un momento en que pensaban que estaba distraído mirando a la gente que pasaba ante nosotros, pero los había visto, era una mirada de complicidad entre ellos de la que se podía concluir que no estaban entendiendo nada de lo que les decía, y era evidente, no estaba dispuesto a compartir mucho más sobre mí con aquella persona que estaba a la espera de que lo dejara con Satsuki.

- ¿Cómo es que has vuelto y no has dicho nada a nadie? – me pregunto con un tono de reproche que era poco común en Kuroko

Me estire de forma algo perezosa y mire al cielo por un momento, la verdad es que no tenía respuesta para eso.

- He vuelto por el mismo motivo que me marche, a mi madre le ofrecían mejor trabajo – le dije sin mirarle – y no he dicho nada porque... - baje la cabeza para mirarme la punta de los pies, el mismo gesto que hace Satsuki cuando necesita pensar.

- Lo pasamos muy mal tras tu marcha – me dijo – cuando por fin Akashi vio que no volverías al equipo impuso completamente su voluntad sobre los demás

El baloncesto de la generación de los milagros - segunda temporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora