10.9 Fiesta de navidad - Primera parte

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A las afueras de Sedai

Carlos

Desde hacia unas noches, de madrugada me levantó de la cama de Kumiko y me voy a mi habitación. Cada noche cuando llego al final del día por lo general ella siempre me está esperando con la cena hecha, esto ya lo hacía incluso antes de iniciar el proceso de divorcio, pero la cuestión ahora era que no teníamos motivos para no terminar lo que siempre empezaba como un coqueteo inocente en la mesa y que pasaba a mayores en el sofá para acabar culminándolo en su cama.

Me levante sin hacer ruido para no despertarla, y en el marco de la puerta me quede mirándola por un momento, su cabeza descansaba sobre su almohada, con su pelo negro y liso atado en un moño para no aplastarlo al dormir. "¿De verdad ella quiere esto?", "¿Yo puedo darle lo que ella quiere?".

Kumiko descansaba plácidamente, dormida por completo y con una expresión de relajación que nunca se la vi antes, tapada con las mantas hasta casi la nariz y solo yo sabía que bajo esas mantas su cuerpo yacía desnudo.

Junté la puerta y caminé por el pasillo para llegar hasta mi habitación, pase por delante de la habitación de sus dos hijos gemelos, que desde que llegue del campamento no los había visto porque Kumiko siempre los dejaba con sus padres. Me sentía mal por eso, muy mal.

Entré en mi habitación y me recosté en el futon.

- Menuda mierda, faltan solo cuatro horas para que suene el despertador – me lamenté.

Mañana volvíamos a Tokio después de algo más de dos semanas, pero esta vez no sería para un campamento, sería para medirnos a los mejores de Japón en la copa de invierno, para al fin poder derrotar a esa generación de los milagros a la que tanta tirria les había cogido estos últimos meses, aunque antes esta noche quedamos todos para salir a celebrar la navidad.

Qué curioso que en occidente tengamos la navidad como una fiesta familiar y aquí lo ven como un festivo más para salir con los amigos. Cogí mi móvil y le escribí a Axel.

"¿Duermes?" le pregunté.

"Ya sabes que yo casi no duermo", me respondió rápido, se notaba que se pasaba las noches en vela.

"No te preocupes, esta semana acabaremos con ellos" le dije refiriéndome a que derrotaríamos a todos sus antiguos compañeros.

"De eso no me cabe duda",

No sé en qué momento me quedé dormido, tampoco le respondí a Axel, aunque seguro que estaba entretenido haciendo algo por lo que tampoco me supo mal.

Me levanté algo aturdido del futon, cortar el sueño a media noche no resultaba practico, "¿Cómo lo hará Axel para dormir tan poco?", cuando llegue al comedor tambaleándome me encontré a Kumiko en pijama sentada en el sofá mirando el telediario de la mañana.

- Buenos días – le dije para saludarla.

- Buenos días maestro del escapismo – me dijo ella con algo de sarna.

Ignoré su comentario, entré en la cocina y llene un plato con leche y le tire todo lo que encontré dentro de la nevera, cereales, cualquier tipo de masa y una buena dosis de azúcar y chocolate en polvo, y casi un trozo de queso que preferí comérmelo sin más.

- ¿El típico desayuno mediterráneo? – me preguntó ella acercándose hasta la isla de la cocina donde me senté.

- Nada más lejos – le dije mirando la guarreria que había creado en el plato – creo que si le doy un chispazo obtendría vida y podría salir corriendo.

El baloncesto de la generación de los milagros - segunda temporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora