9.4 Nuestros sentimientos.

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Satsuki – Año y medio atrás.

Pase mi mano sobre el timbre de la que hasta hace unos meses fue la casa de Axel, sentí como caía una lágrima por mi mejilla y ahogaba un suspiro dentro de mí. Hacía tres meses que se había marchado pero cada día he estado pasando por delante de su antigua casa, como si solo por el hecho de desearlo su madre aparecería para abrirme la puerta y yo poder despertarlo como hacíamos cada día.

- Lo que daría por verlo una vez más – me dije a mi misma apretando los dientes, aguantando un sollozo.

Las lágrimas brotaron de mis ojos y caían sin parar, dejé caer mi bolso y me acuclille tapándome la cabeza.

- ¿Por qué te has ido?

Me escuchaba a mí misma llorando como una niña pequeña, sentía como mis mocos no me dejaban respirar bien y era incapaz de controlar una sensación que estaba invadiendo mi vida, una sensación que me estaba devorando, la soledad.

- ¿Esa de allí no es Satsuki? – escuche una voz femenina que no conocía de nada a mi espalda.

- Si, cada mañana la veo delante de esa puerta – escuche que respondía otra voz

- ¿Qué lástima verdad?

Al final escuche que se reían de mí, con cierta malicia en su tono y maldad en sus voces, pero era cierto, yo, Satsuki Momoi vengo cada mañana a la puerta de una casa en la que ya no vive nadie y me pongo a sollozar y a aguantar el llanto.

Me puse de pie y volví a mirar la puerta, y como si de una ilusión se tratase vi a Axel y Aomine que salían corriendo de la casa persiguiéndose el uno al otro, como les gustaba jugar, sonriendo, felices de estar juntos.

- Ya no somos nada ¿verdad? – les pregunte a las ilusiones que desaparecieron en mi mente.

Me di la vuelta para ir al instituto, que aunque ya no estaba ni Axel ni Aomine para retrasarme continuaba llegando quince minutos tardes cada día, sonreí de forma amarga y pensé en lo curioso que era mantener una especie de tradición o lo estúpido que resultaba llegar tarde por culpa de personas que ya no formaban parte de mi vida.

En ese momento vi a alguien alto, con el pelo de color claro, con gafas y que sobre su mano cargaba una tetera de la ceremonia del té japonesa. "¡Shintaro!", me entraron ganas de llamarlo a gritos y de abrazarlo, me sentía tan sola, pero desde la marcha de Axel... no he cruzado una palabra con Midorima, la confianza se había roto desde entonces.

Siento que él me culpa de todo, que no fui capaz de retener a Axel entre nosotros y tampoco aquí en Japón, y en cada entreno siempre me dedicaba una mirada de rechazo, casi de repugnancia. Me estremecí y deje que Midorima desapareciera a lo lejos y yo me fui por otro camino.

Cuando estaba en la misma calle de la puerta de entrada a Teiko me fijé en que la primavera al fin comenzaba a notarse, la temperatura no era ni muy calurosa ni muy fría, una brisa agradable me atravesó casi levantando mi faldilla y meciendo los arboles de cerezo que estaban florecidos, pero de todo aquello había algo que me molestaba, casi me irritaba, ver a parejas de la mano, me recordaba el tiempo que no pude aprovechar con Axel por culpa del equipo de baloncesto, de mis estúpidas dudas respecto a él, en definitiva por mí.

- ¿Estás bien? – escuche la voz de Axel a mi espalda.

Sabía que no estaba, sabía que solo era producto de mis ansias de verlo, de abrazarlo, de poder besarle una última vez, y sin embargo me giré para mirar. No había nadie salvo más chicos vestidos con el uniforme de Teiko igual que yo, que hacían sus vidas completamente ajenos a lo que me sucedía, a mi dolor, a la pérdida de mis dos mejores amigos.

El baloncesto de la generación de los milagros - segunda temporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora