8.5 No somos los únicos

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¡Muy buenas a todos!

Una tarde más os traigo un nuevo capitulo para vuestro disfrute, espero que os guste y no dudéis en votarlo!

¡Espero que lo disfrutéis!

***

Barcelona, hace año y medio.

Hacia un rato que llegue junto a Carlos al pabellón de entrenamiento del equipo de baloncesto del Barcelona, me dio una camiseta oficial de entrenamiento y me señalo un vestuario para jugadores invitados.

Mientras me dirigía al vestuario me sentía extraño, el edificio desde fuera ya parecía enorme pero no solo era lo que aparentaba, sino que gran parte de la construcción estaba enterrada bajo el suelo, camine durante un rato por el pasillo hasta que llegue al vestuario número doce.

- Vestuario doce... - dije algo confundido - ¿es que hay doce vestuarios?, ¿para posibles doce equipos?

Antes de pasar por la puerta, mire de un lado a otro, la instalación era descomunal comparada con la de otros equipos, posiblemente en Japón era equiparable con el gran pabellón de deportes nacional donde se jugaba la inter escolar.

Una vez en el vestuario me vestí, y cuando termine de calzarme las zapatillas de jugar, me miré en el espejo que colgaba de la pared, me costó reconocerme, ha pasado mucho tiempo desde mi último entrenamiento de verdad y sinceramente, estaba convencido de que nunca más volvería a pisar un parqué y muchos menos el de un equipo tan grande como este.

Continuaba mirando al espejo, pase mi mano derecha por el pelo que me caí por un lado, desde que llegue a Barcelona me he dejado crecer el pelo, ya casi me llegaba hasta el cuello y por delante me tapaba completamente los ojos, no estaba tan delgado y fibrado como cuando entrenaba en Teiko, pero me consolaba ver que aún tenía aspecto de jugador de Baloncesto.

Me acerque al espejo y apoye una de mis manos en él, acerque aún más mi rostro para mirarme bien, y me resulto curioso el parecido en cómo me quedaba el pelo con mi amigo Atsu.

- Tendré que hacerme una cola para jugar...

Di un par de pasos hacia atrás para volver a tener un vista general de mí mismo, y allí estaba, allí me veía, en las entrañas del pabellón que pertenece a uno de los mejores equipos de baloncesto del mundo, vestido con su camiseta azul oficial de entrenamiento, toque durante unos segundos el escudo del Barcelona que estaba a la altura del corazón.

Nunca pensé que mi aventura del baloncesto me llevaría hasta aquí, a poder disfrutar de un entrenamiento con los que posiblemente deben se der de los mejores jugadores de baloncesto de Europa de mi edad.

Di un par de brincos para espabilar, moví mis brazos, estaba contento, emocionado por volver a entrar a jugar y me di la vuelta instintivamente para chocar los puños con alguien que por un segundo creí que estaría ahí.

Me quede de pie con el brazo estirando un buen rato, preguntándome en que estaba pensado.

- Sea donde sea que estés, espero que nos volvamos a ver Daiki...

Salí trotando del vestuario, di un salto para tocar una tubería que estaba a unos dos metros en el pasillo y al fin salí a la pista.

- Dios...

Cuando mis ojos se acostumbraron a la claridad que daban los focos, vi como decenas de chicos entrenaban en lo que eran tres pistas de juego diferentes, como había al menos una docena de señores que debían de ser entrenadores, ayudantes y demás puestos necesarios para desarrollar el entrenamiento, además de múltiples aparatos y herramientas que estaban repartidos por los bordes de la pista.

El baloncesto de la generación de los milagros - segunda temporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora