Capítulo VII: Visitas inesperadas

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No le importó estrellar los extremos del auto contra el angosto callejón pues en ese instante, escapar de las balas era lo importante.

Había estado vigilando al cura desde la muerte del reo; no sabía por qué, pero su instinto le decía que tenía que estar ahí la mayor cantidad de tiempo posible. En la oscuridad de la noche dentro del aportillado vehículo, había cometido el error de distraerse mirando su teléfono celular. No supo cómo realmente pasaron las cosas, pero de pronto se vio intentando escapar de una muerte inminente. Al mirar hacia atrás, vio la silueta de MinHo y sus ojos cargados de ira mirándole hacia el espejo retrovisor.

Los miedos de Kaito se habían materializado y ella no podía sentir nada más excepto rabia.

Kumi había sido la única que se había negado en tener a MinHo escondido en el pequeño departamento en la trastienda de la armería. El Señor Kaito había insistido en que era su deber de ayudar a KaRye y ella como japonesa, sabía que no había nada que pudiese hacer o decir para hacer cambiar al hombre de parecer respecto a una decisión que ya estaba tomada.

Había sido difícil saber los motivos de KaRye para mantener oculto a MinHo y más perturbador el tener consciencia de cuántas personas parecían estar dispuestas a solidarizar con la mujer sin poner reparo alguno o pedir algo a cambio, ¿Por qué de eso? No lo sabía pues, al parecer, la joven capitana era tan solo una víctima más tratando de proteger a un ser amado, pero, respecto de MinHo ¿Qué tenía él de importante?

Tuvo que insistir y amenazar con romper su lealtad hacia su 'tío' para que el hombre le contase los detalles que esperó oír por más de dos años; escucharlos y luego verlos por sus propios ojos y, después de eso, su lealtad pareció cambiar a un sentimiento de profunda lástima por KaRye, haciendo que el miedo y la desconfianza de MinHo se incrementase aún más.

Y luego estaba la apertura del 'Caso Cruzadas', la muerte del reo, el regreso de las personas que habían matado al equipo de MinHo hace siete años atrás y ahora, era ver esos ojos cada vez que cerraba los suyos.

Habían pasado un par de horas de aquel suceso, no más de un día, esa noche luego de escapar no había podido dormir y tampoco decirle al Sr. Kaito o a la capitana lo que había sucedido, menos si se había enterado por medio de LuHan que había sufrido una descompensación y terminado en el hospital mientras el joven inspector, había sido apartado de sus deberes por la Oficina de Asuntos Internos para exculparlo de cualquier responsabilidad sobre lo que le había pasado a su superiora.

'Jodida mierda' pensó suspirando y apoyando la cabeza en el respaldar del asiento. Giró el rostro; la casa del cura permanecía en las penumbras, una pistola reposaba en su muslo descubierto por un pantalón de mezclilla corto. Bajó un poco la ventana a su lado para sentir la frescura de la noche cuando un golpe le puso en alerta.

Kumi esperó, mirando cada casa, tienda y rincón oscuro para encontrar lo que fuese que había ocasionado el rompimiento del silencio, pero no había nada. Afirmó su arma y se dispuso a salir del vehículo. Cruzó la calle hasta la acera en dirección a la casa del cura y caminó por un costado de ésta hacia el patio trasero cuando una silueta le hizo dar un brinco y reaccionar con su arma apuntando a la sombra que tenía en frente.

- ¡¿Quién mierda eres?! – preguntó con el corazón latiendo a mil por hora dentro de su pecho - ¡Identifícate!

- ¿Kumi?

La silueta se movió y entonces la joven pudo ver de quién se trataba, iluminado por la escueta luz de luna.

- ¡Por el amor de Dios Padre, pude haberlo matado! – exclamó bajando el arma - ¡¿Qué está haciendo tan de noche y... por qué tiene una maleta consigo?!

[ Brisas de Primavera ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora