CAPÍTULO XII: Ley del Talión

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Apenas salió del espacio del ascensor, sintió todas las miradas sobre ella. Habría deseado que fuera porque volvía al trabajo y no porque usaba lentes de sol dentro del lugar. A paso seguro avanzó hacia su oficina, sintiendo a LuHan ir a su encuentro.

- Ahora no... - dijo de manera cortante, impidiéndole al joven oficial decirle lo que fuera pretendía.

Siguió caminando hasta llegar a su oficina, cerrando la puerta. No pasaron muchos minutos antes de que la puerta se abriera.

- LuHan, te dije que ahora no

- ¿Qué te pasó?

Se volteó cuando vio a JinKi de pie con los brazos cruzados sobre su torso y una mirada que no admitiría nada excepto la verdad. Con exceso de orgullo, KaRye se quitó los lentes, dejando al descubierto su ojo todavía hinchado y amoratado.

- Parece que me hace falta practicar más boxeo, me venció un chico diez años menor ¿Lo puedes creer? – bromeó sentándose tras el escritorio mientras encendía la computadora.

- Increíble, ¿Tenías las manos atadas mientras te golpeaba?

- ¡¿Cómo crees?! – rio ella – Es boxeo, no una tortura, por supuesto que no tenía mis manos atadas, ¿Por qué lo preguntas?

- Porque no veo tus nudillos lastimados y a ti, los guantes siempre te dejan heridas...

'Maldita sea'

- Entonces, ¿Fue MinHo? – preguntó JinKi acercándose hacia el escritorio - ¿Él te pegó?

Ella no respondió.

- Fue él – se respondió JinKi con su silencio - ¿Cuál de tus mentiras descubrió ahora?

- Sabe del hijo que TaeMin abortó – admitió finalmente – Fue anoche a mi departamento, discutimos y bueno... no te preocupes por mí, me lo merecía

- No me preocupa

KaRye le miró ponerse de pie.

- Por supuesto que te lo merecías, en su lugar, yo, hasta te hubiera matado por haberme ocultado algo así...

JinKi se alejó, abriendo la puerta de la oficina para dejarla sola con un incómodo sabor amargo en su boca. Desde que habían terminado esa relación que jamás admitieron de manera pública, JinKi estaba mostrándose a ella con una máscara de indiferencia y muy desafiante. KaRye sabía que la estaba castigando y, admitía se lo merecía pero, al mismo tiempo, le dolía ver cómo la relación que ellos había tenido, se transformaba en algo a lo que ni siquiera le podía poner un nombre.




Desde que se había levantado esa mañana, lo primero que hizo MinHo, fue ir hasta la sala para quedarse de pie frente a la puerta. Demasiadas veces, su mano viajó hasta el pomo esperando por abrirla y asomarse apenas sintiera el mínimo ruido de personas afuera. Anoche, luego de su conversación con el Sr. Park, había hecho lo mismo; se quedó esperando, esperando y esperando.

'Vaya a ese departamento, muéstrese al Sr. TaeMin, dígale que no está muerto y que todo fue una invención que la Srta. Kim nos obligó a decir sepa Dios por qué...' le había dicho el Sr. Park y él, preso de las ansias, así había querido hacerlo. MinHo se acercaba a la puerta, pegaba su rostro a ésta esperando a que algo allá afuera, le indicase que era TaeMin quien se acercaba. Su TaeMin. Pero, por motivos que no pudo entender, no lo hizo.

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