Epílogo, parte 3: Desenlace

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El día del intercambio...

- ¿Señor? – llamó volteándose hacia el frente, desde donde HeeChul le miró por el espejo retrovisor, encontrando su mirada con la de Jay.

- ¿Qué ocurre?

- Ha muerto...

HeeChul se giró, mirando a MinHo recostado en el asiento trasero con los ojos cerrados como si estuviera durmiendo. Controlándose, HeeChul se giró nuevamente hacia adelante, guardando silencio en lo que les restaba de trayecto.

Jay esperó, hasta que una llamada telefónica hizo que HeeChul se distrajera. Cuando contestó, comenzó a hablar aireadamente, gritándole improperios a quien fuera que le estaba llamando. Jay giró el rostro hacia la ventana, ignorando que MinHo yacía recostado como si solo estuviera durmiendo una siesta.

Luego se inclinó a abrir la ventana y, cuando estuvo lo suficientemente cerca de la perilla para girarla, hizo lo que debía para ponerle fin a todo esto.

- Mi familia, mi esposa y mis hijos... - murmuró apenas audiblemente - ...gracias por dejarlos vivos, estoy en deuda contigo...

El oxígeno que escapaba por los labios de MinHo, apenas si era perceptible auditivamente, pero Jay estaba lo suficientemente cerca como para darse cuenta de que MinHo se estaba aferrando porfiadamente al poco aliento que le quedaba.

¿Por qué entonces había dicho que MinHo estaba muerto?

Y es que la noche anterior a la liberación de MinGuk a cambio de la vida de MinHo, cuando le dejaron atado a la silla y malherido, en su angustia, Jay abandonó la nave principal de aquel puerto en el que estaba el laboratorio de drogas, alejándose lo suficiente como para poder hacer una llamada telefónica que iba a acabar con la angustia que lo estaba matando.

"¿Entiendes cómo se siente ahora? ¿Entiendes lo desesperante que es, saber que alguien más tiene el control sobre la vida de las personas que te importan?" MinHo se lo había dicho la noche que le había llamado por teléfono y Jay, como pocas veces en su vida, había experimentado lo que era no poder tener el control en lo que le rodeaba. MinHo había sometido a su esposa e hijos, amenazándolos de la misma forma en que ellos, habían amenazado a la familia de MinHo, a su novio, a MinGuk, así como a sus amigos.

Y había querido cobrar parte de su compromiso con HeeChul, aquella promesa de que el hombre le ayudaría a proteger a su familia de potenciales enemigos, y Jay había obtenido lo que le había pedido. Habían capturado a MinHo, lo habían sometido y luego lo habían destrozado al revelarle la verdad sobre su parentesco con el niño y, para peor, le habían llevado al abismo de entregar su vida a cambio de la de su hijo.

Y MinHo había aceptado.

Aquella noche previa al intercambio, con MinHo llorando atado en la silla, Jay le miró de lejos y algo en él hizo ruido. ¿Qué habría hecho él en su lugar? Si hubiese sido Jay, la persona atada a aquella silla con MinHo amenazando su vida, ¿Qué habría hecho?

La línea telefónica sonó.

- ¡Amor! ¡Jay, por Dios! – le habló su esposa con la voz llena de angustia - ¡¿Dónde estás?!

- Amor... - Jay suspiró, apoyando la frente con la pared de aquel callejón en donde estaba escondido hablando por teléfono.

- ¡¿Qué estás haciendo?! Dime por favor que lo que dijo ese hombre no es cierto, dime que tú no eres de ese modo, ¡Por favor dímelo! – lloró ella.

Entonces, Jay comprendió el gesto que MinHo había tenido para dar su vida por la liberación de su hijo; lo mejor de cada uno, motivaba a hacer las acciones más desesperadas.

[ Brisas de Primavera ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora