CAPÍTULO XXII: Como pecas, pagas

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Ya estaba tan habituado a la cancioncita que sonaba en el elevador, que el Sr. Park no había podido evitar aprendérsela, ni menos silbarla mientras iba de su camino al estacionamiento subterráneo. Con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y una camisa limpia recién puesta, por el reflejo de las paredes interiores, pudo ver a su acompañante.

Estaba sentado en el suelo, apoyado en un rincón, el tono de su piel en torno a su cara no se divisaba a causa de la sangre que brotaba de ésta y que caía por su cuello, manchando su ropa. JongIn se quejaba entre dientes, tratando de moverse pero, habían hecho un muy trabajo y eso, le tenía muy conforme.

'¡Pedazo de mierda!' le gritó MinHo en más de una ocasión entre golpe y golpe. Le habían sentado en una silla, en medio de la sala y atado sus manos con cinta adhesiva a su espalda. El Sr. Park permaneció de pie a una distancia prudente, con un arma en la mano y un vaso de whisky en la otra. MinHo le golpeaba, en muchas ocasiones haciéndole caer con silla y todo, mientras el Sr. Park volvía a colocarlo en su sitio, su jefe bebía un trago y limpiaba el sudor y así, hasta que después de una hora; MinHo decidió que JongIn había entendido el mensaje cuando dejó de llorar y pedir ayuda, lanzándose a su suerte.

Luego lo soltaron y el Sr. Park lo arrastró por el suelo, JongIn gimoteaba y balbuceaba cosas sin sentido. Lo dejaron en un rincón y cuando MinHo fue a darse una ducha, el Sr. Park aprovechó de limpiar la sala y los restos de sangre.

'Creo, que necesitaremos muebles nuevos' se dijo a sí mismo al ver que el sofá estaba tan salpicado de sangre que era mejor comprar otro.

Ahora iban a dar un paseo, así se lo había dicho a JongIn cuando logró mascullar. El Sr. Park a pesar de su edad, tenía la fuerza suficiente como para arrastrar a un hombre joven y más alto que él por el suelo, llevándolo al ascensor. La campanita sonó y tal como le había metido, lo sacó. El hombre tomó a JongIn por un brazo y silbando se lo llevó a rastras hasta donde tenía el auto estacionado.

- ¿Q-qué, qué va-vas a ha-hacer, conmigo...? – preguntó su víctima, de rodillas junto al auto.

- Sr. Kim, hágame el favor de entrar al vehículo

El rostro de JongIn se giró, ambos ojos apenas abiertos por los golpes y la hinchazón, lágrimas caían abriendo surcos entre la sangre de su cara que comenzaba a secarse, viendo un arma dirigida hacia su cabeza. Con un esfuerzo sobrehumano, logró apoyarse en la carrocería y así, después de mucho dolor, logró subirse a la parte posterior y reposar su cuerpo en el asiento.

- ¿A dó-dónde va-vamos?

El Sr. Park no respondió y simplemente puso el auto en marcha para salir de ahí, confiado en que los vidrios polarizados de la parte posterior, no mostrarían a su malherido pasajero, desviando así todo posible rastro de curiosidad de quien pudiese verle desde el exterior.

- Pues al hospital, por supuesto...

JongIn no entendía nada. Su cabeza ardía y palpitaba del dolor, imposibilitándole el entender qué había pasado. Primero había logrado entrar al edificio en donde vivía gracias al mayordomo de su vecino, después aceptó la invitación a un té siendo recibido por el hombre al que había conocido como Benedict y que, al parecer, no se llamaba así. Solo le bastó una simple frase por parte del otro hombre, para entender las motivaciones de llevarlo hasta ahí: '¿Piensas que puedes tocarle un pelo a TaeMin sin sufrir las consecuencias?'.

Por más que intentó pedir explicaciones, recibir respuestas a sus preguntas del por qué lo estaban golpeando y de por qué le hacían daño, no lo logró. El supuesto Benedict, no se llamaba así, porque cuando se dirigía a su mayordomo con ese nombre, éste no se negaba. Entonces, ¿Quién era esa otra persona que le golpeaba sin piedad alguna?

[ Brisas de Primavera ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora