Capítulo 34

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—¿Q-qué ha-

—Vámonos. —Camila me tomó fuerte de la muñeca y me jaló. Me giré hacia Keana y ella estaba boquiabierta parecía que sus ojos se saldrían de sus cuencas. Intentaba zafarme de su aharre pero Camila estaba jalándome realmente duro.

—C-Camila qué est-

—Cállate Lauren. —Llegamos a un lugar oscuro donde había un auto. Mi corazón latía fuertemente, me sentía asustada. Ella abrió la puerta del co-piloto y casi me empujó hacia adentro.

—¡S-suéltame Camz!

—Entra.

—¿¡Qué!?

—Entra al auto Lauren.

—Camila yo estaba con-

—¡¡ENTRA AL MALDITO AUTO!! —Podía ver lo agitada que estaba, pero no caería en esto otra vez. No. Ya no. No sé qué demonios quería lograr con esto pero no me hacía bien, me hacía sentir muy mal. Me quedé unos segundos en silencio y simplemente me di la vuelta para salir de ahí. Camila se colocó frente a mi cruzada de brazos con el ceño fruncido.

—Déjame pasar... —Pude ver cómo Camila tensaba la mandíbula y vacilaba entre lo que iba o no a hacer. Me estaba poniendo nerviosa y algo asustada. Camila caminó hacia enfrente y comenzó a empujarme con rudeza de nuevo—. ¡DEJA DE EMPUJARME! —¡Yo no era capaz de ponerle un dedo encima, yo no podría lastimarla!, ¿¡pero porqué ella se aferraba a hacerlo conmigo!?

Ella siguió empujándome y no tuve más opción que subir al auto. Poco después Camila entró al otro lado y lo encendió. ¿Qué?, ¿a dónde mierda iríamos?. El auto empezó a andar, ella conducía rápido y eso me alteraba los nervios.

—¿A dónde vamos? —Ella no me contestó y siguió conduciendo—. Camz... —Silencio.

Decidí esperar unos 10 minutos, pero no mencionaba palabra alguna. Había dejado a Keana sola y ni siquiera tenía un teléfono para llamarla y saber cómo estaba.

—¿¡A dónde me llevas!?

—A tu estúpida casa. —¿¡Qué!?, ¿¡arruinaste mi cita para traerme a casa!?, estaba echando lumbre. Camila Cabello era una imbécil, era una idiota.

—¿¡Ahora es estúpida!?

—Cállate.

—¡¡No voy a callarme!!

—¡Cállate Lauren! —Podía sentir cómo aumentaba la velocidad del auto y la adrenalina en mis venas.

—¡¡PERO CUANDO ESTABAS CHUPÁNDOME NO DECÍAS LO MISMO!! —Enseguida llevé mis manos a mi boca. ¿¡Qué coño acababa de decir!?

El auto paró derepente casi haciéndome chocar con el vidrio del parabrisas. Habíamos llegado. Iba a girarme hacia Camila pero antes de hacerlo sentí un fuerte ardor impactar en mi mejilla.

Mis ojos se encontraron con sus órbitas chocolate y pude ver cómo se cristalizaban, sentí cómo mi corazón se partía y la ira cegaba cada uno de mis putos sentidos.

—Te odio —Vi cómo las facciones de Camila se desencajaban. Me giré e intenté abrir la maldita puerta del estúpido auto pero tenía seguro—. ¡ABRE LA MALDITA PUERTA!

—Lo hice... —Dejé de forzar la palanca de la puerta y me giré confundida—. Lo hice frente a todos... ¡Te canté frente a toda una puta audiencia y rompí reglas de mi estúpido contrato! —Contra... ¿Qué?

—¿D-de qué estás-

El seguro botó.

—Lárgate de mi auto Lauren.

—Cami-

—¡LÁRGATE DE MI AUTO! —Abrí la puerta y salí a empujones de ahí. El carro arrancó con furia haciendo un ruido escandaloso. Al poco tiempo mi madre salió en pijama de la casa.

—¿Qué fue ese ruido? —Sin importar las palabras de mi madre, corrí dentro de la casa, subí las escaleras y me encerré en mi habitación azotando la puerta.

Abrí el primer cajón de mi escritorio y saqué cada uno de sus discos. Los aventé al piso con fuerza y empezé a pizotearlos, saqué los cd y los rompí en dos pedazos. Caminé por la habitación arrancando cada uno de sus pósters y fotos que tenía pegadas en mi pared, empecé a romperlos hasta que quedaran totalmente destrozados.

—¿Hija? —Escuché a mi madre tocar la puta puerta desde afuera—, ¿está todo bien?

—Sí, tengo sueño porfavor déjame dormir.

—¿No fue una buena cita...?

—Mamá, porfavor vete. —Dije más duro. No quería ser grosera. No quería explotar porque no podría controlarme. Mi mamá no tenía la culpa de nada, yo no tenía la culpa de nada.

—De acuerdo hija... Te amo, buenas noches.

Cuando terminé de destruír cada cosa que me recordara a ella, coloqué todo en mi bote de basura de metal, busqué unos cerillos en uno de mis cajones, tomé la pequeña caja y me senté en mi silla de escritorio frente al bote de basura. Encendí el primer cerillo y lo lancé. Ví cómo el papel y plástico se quemaban, el fuego crecía llevándose todo consigo dentro del recipiente. Me levanté de mi silla y caminé hacia el baño, tomé un vaso que estaba ahí y lo llené de agua. Regresé a mi lugar y esperé. Esperé a que todo se fuera, cada cosa iba desapareciendo pero mi corazón seguía dolido, seguía enojado. Mi corazón seguía sintiéndose exatamente igual. Nada que estuviera haciéndose cenizas se llevaba lo que estaba sintiendo.

El cuarto estaba llenándose de humo y me dí cuenta de que era hora de detenerlo. Tomé el vaso de agua y lo vacié sobre el bote de basura, el vapor y el humo se mezclaron. Regresé al baño y lo volví a llenar, hasta que detuve el fuego. Abrí la ventana de mi habitación para que todo saliera, mi cuarto apestaba y si abría la puerta de mi habitación se darían cuenta de toda la estupidez que estaba haciendo. Me asomé por la ventana y la luna luz de la luna me iluminó la cara.

Era una luna llena blanca, preciosa y melancólica. Tan preciosa como Camila y tan melancólica como todo lo que estaba cruzando en mi mente ahora.

Recordé cuando hizo su primera entrevista para The X Factor, que jamás se había filtrardo su audición, recordé sus bonitos moños cuando tenía quince y diesicéis años, como sus cachetitos fueron desapareciendo. Su primer single y su emoción cuando salió en la radio, su primer álbum. Recordé cuando fuí a su primer concierto en Miami y lloré de felicidad a pesar de que mis lugares estaban casi al final. Recordé cuando habló de su primer beso, de cómo amaba a sus fans, de las estupideces que hacía y la hacían tan especial.

Recordé cuando la concocí en casa del profesor de matemáticas, como si todo fuera una casualidad y el golpe de suerte más grande que alguien podría haber tenido.

El cómo me abrazó aquella tormenta y no me dejó ir en toda la noche. Cómo me beso una y otra vez a pesar de que lo hacía tan mal... Lo mucho que me gustaba tocarla y me insistía para que lo hiciera.

Recordaba ese te quiero en su camerino como lo más importante que me había pasado en toda mi corta vida y yo lo había arruinado todo. Mis mejillas se empaparon de lágrimas y me lancé al piso abrazándome a mis rodillas.

No podía sacarme la imágen de Camila llorando, tan quebrada. Y todo era mi puta culpa.

¡Yo había arruinado todo!

¡Yo no quería a Keana, quería a Camila!

Privilegios IlegalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora