Capítulo 52

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—¿¡USASTE PROTECCIÓN!?

En eso momento toda la sangre de mi cuerpo se heló. En vez de glóbulos rojos tenía cubos de hielo recorriéndome las venas.

—¿Lauren? —No podía reaccionar. ¿¡CÓMO PODÍA SER TAN IMBÉCIL!?—. ¿Lauren sigues ahí? —Mierda, pero qué hice—. Lauren... —Hubo una pequeña pausa tras la línea—. Lauren porfavor dime que usaste protección...

—Yo... Bueno-

—No, no es cierto.

—Es que todo fue tan repentino y yo-

—No puede ser... —Mani me interrumpió y respiró tan fuerte que sentí que me aspiraría por el teléfono—. ¡¡PITO CALIENTE TENÍAS QUE SER LAUREN MICHELLE!!

—¡Pero es que te juro que-

—¡NADA!, ¿¡Cómo si quiera se te pasó algo así!?

—¿¡Qué voy a hacer!? —Pregunté con desesperación. Mani había ligrado realmente asustarme.

—¡¡PUES MAMÁ!!

—¿¡QUÉ!?, ¡¡NO!! ¡DIGO A HACER, NO A SER!

—¡PUES ESQUE... —Normani se detuvo—. Espera, tengo una idea...

Y empezó a hablar. Normani y yo hablamos dos horas más buscando una solución. Había sido una charla realmente agotadora, me habló de pañales, de leche —y no de la mía—, de biberones, de familia, de píldoras, de condones, ¡DE ABORTOS, DE CUMBIA, DE TODO!

Mi cerebro iba a explotar en cualquier momento... Pero esa había sido la parte negativa. La parte positiva era una situación muy vergonzosa y había una muuuy pequeña posibilidad de que funcionara, pero si era como lo pensábamos... Entonces se arreglaría todo.

Mi estómago se removió de nervios de tan solo pensarlo. Tendría que hablar sobre sexualidad con mi mamá.

Tomé todo el dinero que había juntado en los últimos 4 meses y me monté en la bicicleta que Carlos había olvidado. Pasé todo el día buscando de tienda en tienda algo que le pudiese gustar, pero simplemente nada era suficiente para mi cubana preciosa. Quería darle algo significativo, algo... No sé, algo que la hiciera sonreír cuando lo tuviera en sus manos y luego me abrazara y me dijera que me ama.

Caminaba por mi última opción, sosteniendo mi bicicleta mientras veía las vitrinas por fuera. Mis ojos caían de peluche en flores y de flores en tarjetas adornadas. Todo se veía tan insuficiente para Camila... Hasta que lo ví. Aquello que acababa de ver quedaría perfecto con lo que tenía planeado. Le pregunté al encargado que si podía dar regalos a domicilio y gracias a Ally respondió que sí. Me daría demasiada vergüenza entregárselo pensonalmente, habría tanta sangre recorriendo mi cara que explotaría. Una vez que las cosas quedaron hechas, salí de la tienda.

Regresé a casa con la cabeza echa un nudo. No sabía casi nada del funcionamiento que tenía sexualmente en realidad, cuando el doctor quería hablar conmigo yo tapaba mis oídos y salía corriendo del consultorio. Mi mamá tenía que hablar con él, y cuando ella quería hablar conmigo pasaba exactamente lo mismo, salía corriendo y me encerraba en mi habitación, no me gustaba hablar de sexo con ella, era muy incómodo y más teniendo esta cosa que siempre se estaba parando. Me arrepentía ahora de no haberlo echo, pero sólo tenía 12 años por aquél entonces. No había ido a una consulta médica desde mis primeras eyaculaciones asique... No sabía con certeza nada.

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