Capítulo 69

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Mi madre acariciaba mi espalda mientras mi cabeza yacía sobre su pecho. El sonido de su respiración de alguna manera lograba tranquilizarme. Después de habéselo dicho no había parado de llorar y mi madre sólo se concentró en abrazarme, no sabía cómo no se había sobresaltado como tanto lo esperé, no llevaba ni 30 minutos en mi apartamento y se lo solté de golpe, pero los nervios mi estaban carcomiendo y ella no se había regresado desde México para escuchar excusaso. No habíamos intercambiado palabra alguna. Sólo era ella haciéndome sentir que todo estaría bien.

—¿Quieres cenar? —Preguntó.

—Sí... —Confesé—. Tengo mucha hambre. —Mi madre soltó una pequeña risita y luego también lo hice mientras me apartaba.

Me sentía tan relajada ahora. Como si me hubiera quitado un peso gigantezco de encima y tu cuerpo pareciera ligero. Mi madre se levantó de la cama y salió de la habitación, supongo a la cocina. Me dejé caer en la cama y miré el techo por unos momentos.

¿Ahora cómo le explicaba todo lo demás?, Lauren... Las fotos... El contrato con Austin... No quería preocuparla. Mi madre me hacía sentir a salvo pero tampoco me gustaba sentir que la trataba como un bote de basura donde deshechaba todos mis problemas porque no era así, para nada. Me enojaba el tan solo pensar de esa manera.

Mi teléfono vibró en mi pantalonsillo. Lo saqué y desbloqueé la pantalla.

Rogerino:
"Lo siento."

Fruncí el ceño. No entendía el mensaje estaba confundida.

Responder:
"¿A qué te refieres?"

Esperé unos minutos pero no me respondió. Tal vez debería llamarlo. Busqué su número entre mis contactos hasta que lo encontré y observé el número, debatiendo entre si llamar o no. Supongo que no estaba por demás.

—¡Cami, ven! —Habló mi madre desde afuera. Supongo que lo llamaría más tarde. Me levanté de la cama y salí de mi habitación para dirigirme a la cocina—. Ayúdame con esto...

Mamá y yo empezamos a cortar fruta. Fresas, plátanos, kiwi, manzanas, y muchas otras que habían en mi refrigerador.

—Quiero que el chamaco salga bien sano. —Soltó una carcajada al final. Pero la verdad es que a mi el comentario me asustó. ¿Cómo me iba a salir un bebé por ahí?

—Oye mamá... ¿Crees que... Que pueda ser por cesárea? —Mi mamá dejó el cuchillo y me miró raro.

—¿Cesárea?

—Sí... Ya sabes, que no sea natural.

—Eso déjaselo a los gringos mija, tú eres latina. —Regresó al picadillo.

—¿y eso qué tiene que ver?

—Aguantamos más. —Mi madre me guiñó un ojo.

Mi mamá ya había decidido cómo iba a ser mi parto. Ya tenía 20 años y mi opinión seguía valiendo lo mismo que la de Sofi. Decidí no hablar más sobre el tema y regresé a la fruta también.

—Mira nomás... Te me panzonearon Karlita —Escupí el pedazo de fresa que me acababa de echar a la boca—. ¿Qué?, ¿me vas a decir que te lo mandó el espiritu santo? —Reprochó.

Mis mejillas ardían de la vergüenza, ¿cómo se le ocurría a mi madre decirme las cosas tan directas?

Preferí ignorar su comentario y seguir picando lo que restaba de fruta, después lo único que la escuché decir eran comentarios como "La abuela más joven de los Estrabao", "Tú papá te va a dar con la chancla" o "Tu abuela te tejerá ropa", "¿y cómo se va a llamar el mocoso?", cosas nada agradables para mi oído. Creo que también la escuché decir "Pobrecito mi nieto, se va a morir de hambre.", necesitaba urgentemente que me crecieran los senos o ese comentario sería verdad.

Una vez que terminamos ambas nos servimos en diferentes platos y nos sentamos en la mesa. Empecé a comer lo más tranquila que podía, pero la verdad es que tenía ganas de devorarme el plato, estaba muriéndome de hambre.

—¿Cuánto tienes ya? —Tragué saliva. Esa respuesta me había caído como un balde de agua fría.

—Dos semanas. —Mentí. Ni siquiera sabía cuanto tenía. Diablos, seré una pésima madre.

—¿Tan rápido te diste cuenta?

—Sí... Instinto maternal, supongo. —El juego de mi madre terminó en mi cara después de una fuerte carcajada.

—Pfff... ¿Instinto maternal?, ¡déjate de pendejadas Camila! —Y siguió riendo—. Que bárbaro, te pasaste. Ni bien le cambiabas los pañales a Sofía y ya vas a andar teniendo "instinto maternal". —Me reí de la manera más fingida que había. No me gustaba que mi mamá se burlara de mis capacidades maternales.

—Ya no tengo 12 años mamá. Puedo cambiar pañales.

—¿Y si es un pedo atravezado? —Solté una carcajada. Obviamente no lo era, a mi nunca se me atrevazaban.

—No lo es mamá. Ya te dije... Instinto maternal. —Mi mamá vaciló un poco pero terminó riendo.

—Ajá y yo fumo porros —Rodé los ojos con una sonrisa. Ambas seguimos comiendo en silencio. Terminé mi plato primero, pero aún tenía hambre asique fuí por un poco más. Regresé a mi asiento y noté que mi madre me veía de reojo mientras comía. Me hacia sentír incómoda. Decidí mirar cualquier otra parte que no fuera su dirección y seguir comiendo en paz—. Y... ¿Quién es el papá?

POV Lauren

Estaba abrazada al oso que Camila me había relagado en San Valentín en mi cuarto, acostada en la cama. Olía exactamente al perfume que siempre usaba. No tenía idea de cuál era, pero reconocía el aroma.

—Tapate los ojos.

—¿No puedes cambiarte en el baño? —Pregunté.

—Uy, que genio... a Lolito le falta el acción. —Llevé mi mano a mi entrepierna y me lo agarré. No puedo creer que casi lo mataba hoy... Debo ser una pésima compañera de vida.

Lo siento Lolito.

Escuché la puerta del baño cerrarse y me aferré más fuerte a mi oso, aspirando el delicioso aroma que emanaba. Podía imaginar como si Camila estuviera ahí... Conmigo. Abrazándome. Mis pulmones se llenaron de su delicioso perfume y distintas imágenes de Camila vagaron por mi mente. Distintas escenas. Y también distintas posiciones.

—Preciosa... —Susurré restregando mi cara en la cabeza del oso. Como la extrañaba... y sólo había pasado un día desde que la ví, cada vez la extrañaba más. Quería vivir a su lado toda mi vida. Empecé a besar el peluche y me aferré a el con más fuerza. Estaba fantaseando con mi hermosa cubana entre mis brazos de nuevo—. Te amo Camz... Te amo mi amor, te amo. —Sentía el boxer empezar a apretarme en mis pantalones mientras el perfume seguía entrando mi nariz. Maldita sea cómo la extrañaba—. Lolito te extraña Camz... —Susurré mientras llevaba una de mis manos a los botones de mi pantalón. Bajé el cierre de la cremallera y metí mi mano bajo mis bóxers—. Camz te voy a-

—¡LAUREN DEJA DE VIOLAR ESE OSO!

Privilegios IlegalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora