Capítulo 76

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Me removí en la cama soltando gruñidos y maldiciones, sentía como si fuera a explotar, había tenido sueños húmedos pero se sentían tan jodidamente reales que-

—¡Camz! —Gemí y tapé mi boca con vergüenza. ¿Qué iba a pensar si me escuchaba?

—¿Sí? —Mis ojos fueron hacia abajo y mi boca cayó al suelo. Camila estaba entre mis piernas con una juguetona sonrisa y mi miembro encarcelado en una de sus manos.

—¿Q-Qué estás-Mhhmm...! —Camila comenzó a chupar hasta el fondo, no sabía si llevaba rato haciéndolo pero se lo había metido casi por completo.
Sentí mis pezones doler de la excitación, ahora tenía sentido porqué estaba soñando todas estas cosas.

—¿Te gusta? —Preguntó en un jadeo mientras su mano me masturbaba con fuerza, y sus ojos veían directo a los míos. Iba a explotar en cualquier momento si seguía así.

—S-Sí... M-Me encanta Camz... —Una sonrisa maliciosa predominó en su rostro y su boca comenzó a chupar de nuevo. Me encanta la sensación de su lengua caliente rodeando la cabeza de mi miembro y su mano masturbando toda la parte restante. Si Camila seguía así iba a acabar en cualquier puto momento—. ¡C-Camz v-voy a... —Sus movimientos cesaron, y gracias a la luz que entraba por la rendija de la ventana pude ver los brillantes hilos de baba estirándose desde mi piel hasta sus labios.

Mi corazón golpeteaba fuertemente como un tambor y mi frente sudaba. Camila se puso de pie en la cama y pude apreciar su anotomía desde abajo, su centro estaba húmedo y bien depilado, tenía una vista maravillosa desde aquí abajo. El teléfono de Camila comenzó a sonar pero ninguna de las dos les tomó importancia. Camila se giró sobre sus talones, colocó sus pies a los lados de mis caderas y se hincó, abriendo sus piernas y tomando mi miembro de la base. Su largo cabello se veía precioso cayendo por su delgada espalda.

—Mierda... —Gimoteó.

Cerré los ojos de placer y jadeé al sentir lo fuerte que sus paredes me apretaban. Cada persona del planeta debería envidiar mis ojos ahora. Sus manos había acomodado severamente su cabello hacia enfrente permitiéndome ver el movimiento de sus omoplatos, jamás había visto tanta sensualidad en la espalda de alguien. Tomé sus caderas y empecé a marcar un ritmo lento, pero Camila aceleraba los movimientos, daba pequeños saltitos, sacándolo e introduciéndolo repetidas veces.

—¡Ahhh...!, ¡m-muévete mierda! —El teléfono volvió a sonar, pero los gemidos de mi cubana eran más fuertes. Camila se inclinó hacia enfrente y levantó su enorme trasero deleitándome. Apreté su precioso culo latino y solté una fuerte nalgada, el movimiento de su piel al chocar con mi mano me había alterado aún más y su risa de fondo gracias a eso me había llevado casi al borde.

—¡Mhhmmm...!, ¡h-hazlo más fuerte Lern! —Mis caderas empezaron a mecerse hacia enfrente siguiendo el ritmo de Camila, embistiéndola cada vez más rápido, lo único que quería era sentir lo llena que la dejaba cada vez lo hacíamos.

Otra manotazo sobre su culo hizo que sus paredes empezaran a apretarme mucho más, iba a terminar en cualquier momento.

—¡¡ESTÚPIDO TELÉFONO!! —Grité exasperada, ahora era el mío.

Camila cerró un poco más sus piernas y literalmente me estaba asfixiando la polla. Tomé su delgada cintura y la llevé hacia abajo, sin dejar un sólo centímetro de mi longitud fuera. Un gemido ronco salió desde mi garganta y descargué todo lo que tenía dentro de ella, Camila se retorcía, levantaba más su trasero empapando mis piernas de sus fluídos y mojando las sábanas.

Acariciaba su trasero aún sin salir de ella, ambas intentábamos recuperarnos de nuestro orgasml, había sido rápido pero realmente gratificante. Nunca lo había hecho al despertarme.

—T-Te amo... —Susurré con timidez. Después de lo que acababa de pasar no sabía si era el momento de decirlo. Maldición como odio dudar de qué decir y qué no, me molesta no saber que hacer.

Mi miembro se deslizó facilmente hacia fuera, comenzaba a regresar a la normalidad. Camila se levantó de la cama y la rodeó hasta llegar a mí. Sus labios presionaron mi frente y sus manos acariciaron mi mentón mientras mostraba una gran sonrisa en su preciosa cara. ¿Porqué Camila era tan hermosa al despertar?

—También te amo Lolo...

—¿L-Lolo?

—¿No te gusta?

—Me encanta Camz... —Sonreí perezosamente—. S-sólo que creí que Lern...

—Ahora que eres mi novia puedo ponerte todos los apodos que yo quiera. —Una sonrisa estúpida se plasmó en mi cara y sentí mis mejillas arder. Esos comentarios aceleraban mi corazón como ninguna otra cosa en el mundo—. Iré a bañarme, ¿quieres ir ordenando el desayuno? —Asentí con emoción. Ella dejó un último beso sobre mi frente, se giró y se dirigió al baño.

—¡Camz! —La llamé a medio camino. Ella se detuvo y se giró hacia mi dirección—. ¿Qué es lo que ibas a decirme ayer? —Su mirada cayó al piso y sus manos se colocaron sobre sus plano estómago, sobándolo con sus dedos—. ¿Camz? —Su mirada regresó de nuevo a mi y una sonrisa se plasmó en su cara. Casi podría decir que parecía falsa, pero no quería asumir cosas que no eran.

—Te lo diré más tarde, ¿de acuerdo? —Sólo asentí—. Date prisa si quieres acompañarnos. —Sonrió de nuevo, siguió su camino y entró al baño.

Suspiré con pesadez y me levanté de la cama, me puse mis pantuflas y empecé a buscar toallas en la habitación. El sonido de la regadera comenzó asique me apresuré para poder alcanzarla. Había encontrado una toalla con corte de bata, me la coloqué y por último rebicé mi celular. Tenía cinco llamadas perdidas de papá y cuatro del día anterior, no tenía idea de qué quería pero lo llamaría más tarde. Llamé al servicio del hotel y ordené el desayuno para que lo trajeran a nuestra habitación.

"Date prisa si quieres acompañarnos."

Sonreí al recordar esa oración. Me gustaba cuando Camila quería hacer todo conmig... Acompañarlos. ¿Acompañarlos?, si sólo éramos ella y yo, no había nadie más... Tal vez sólo se equivocó. Todos cometemos errores... O si no, entonces porque lo había di-

Unos pequeños golpes se escucharon en la puerta sacándome de mis pensamientos. Wow, el desayuno era realmente rápido de servir, ni siquiera me dejaron bañarme.

—¡Yo voy! —Me aseguré de que mi bata estuviera bien colocada, caminé hasta la puerta y giré la perilla.

Mis ojos fueron arriba, el hombre era demasiado alto.

—Buenos días... —Dije bajito. El hombre me intimidaba un poco.

El hombre me observó, más bien, observó lo que llevaba puesto. Tragué saliva cuando su cabeza se asomó y sus ojos recorrieron distintas partes de la habitación. Camila seguía duchándose y el sonido de la regadera sólo me ponía más nerviosa. Sentía que algo estaba mal.

—Lauren... Lauren, ¿quién es?

Privilegios IlegalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora