Capítulo 78

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Llegué al apartamento aventando mis maletas por todas partes mientras lágrimas caían por mis mejillas, eran aproximadamente las tres de la madrugada. ¿Qué mierda había echo en la vida para merecer todo esto?, ¡lo único que había cometido era enamorarme!, ¿¡acaso eso era malo!?

—Mija, ¿qué pasó? —Escuché a mi madre decir mientras salía de la habitación de mi departamento arropándose. Creo que había echo mucho ruido.

No contesté su pregunta. Estaba conteniendo la respiración porque no quería sollozar, y si hablaba entonces no aguantaría más. Mi madre me rodeó en un fuerte abrazo y dejó su cebeza por encima de la mía intentando tranquilizarme.

—Mi amor... No es bueno para el bebé que estés así... —Respiré hondo. Mamá tenía razón, tenía que controlarme, no quería perder a mi hijo, él no tenía la culpa.

—¿Qué es todo ese escándalo? —No... Lo que menos necesitaba ahora era entablar una conversación con mi padre. Mamá dijo que hablaría con él pero yo no había tocado el tema aún. No soportaría más estrés de su parte—. ¿Flaca? —Mi padre salió de entre las sobras del oscuro pasillo y yo simplemente no pude más.

Todo se volvió negro.

8:38 a.m.

Entreabrí los ojos al escuchar unos pequeños golpecitos desde la cocina, y un dulce aroma entrar por mis fosas nasales. Una sonrisa apreció de inmediato en mi rostro. Olía a desayuno.

Me levanté de la cama con un sentimiento de confusión, ¿cómo había llegado hasta aquí?, no recordaba qué fue lo último que pasó después de anoche. Me coloqué mis pantunflas y salí de la habitación portando aún mi ropa del día anterior. Mi familia comía en silencio en el comedor panecillos echos por mi madre, olía jodidamente delicioso, pero la actituda tan silenciosa de todos arruinaba la comida.

—Buenos días. —Dije lo suficientemente alto para que todos me escucharan.

—¡Buenos días Kaki! —Sofi tomó su panecillo y corrió hasta mi en un fuerte abrazo—. Mamá y papá están muy serios... ¿Podemos ir al cine sin ellos?

—Eso sería muy grosero Sofi...

—Pero es que-

—Sofía, Camila tiene cosas importantes que hacer hoy. —Hablo mi padre mientras limpiaba la camisura de su boca—. Vé a tu habitación.

—¿Porqué yo no puedo saber?

—Sofía vé a tu habitación. —Sofi hizo un puchero y se fue con el ceño fruncido.

Hoy no sería otra buena mañana. Tal vez tampoco buen día. Caminé hasta quedar frente a ellos y me senté en la silla del otro lado de la mesa.

—Tienes cita con tu abogado hoy, a las 10. —Habló mi madre—. Come algo y alístate. —Mi padre se mantenía en silencio, ni siquiera me miraba. ¿Tan decepcionado estaba de mí?

Papá... —Llamé. Pero él ni se inmutó. La servilleta en la mesa parecía tener toda su atención—. Papá estoy hablándote.

—Alejandro.

—¡Papá! —La silla hizo un fuerte chirrido al moverse hacia atrás, mi padre se levantó y salió de ahí sin decir palabra alguna.

Solté un fuerte suspiro mientras mis ojos se llenaban de lágrimas nuevamente. Estaba tan harta de llorar.

Cami-

—No importa mamá, déjalo. —Me levanté de mi asiento y fuí a tomar unos panecillos. Comería algo, me bañaría y esperaría a que dieran las 10 para hablar con mi abogado.

10:07 a.m.

Me levanté del sillón y fuí a abrir la puerta de afuera, al parecer mi abogado había llegado. Una vez que estuve fuera de casa logré visualizarlo de espaldas. Complexión un poco robusta, cabello blaco, parecía una persona mayor. De alguna manera ese hombre me daba una chispa de esperanza en todo esto. Caminé hasta la entrada principal y abrí.

—Buenos días, ¿Sr...?

—Hopkins. —El viejo hombre estrechó mi mano con una sonrisa.

—Cabello Estrabao.

Le dí pase a entrada y ambos fuimos dentro del departamento. Tomé asiento al lado de mi madre y su brazo sujetó mi mano con fuerza, apoyándome.

—Tome asiento. —Dije gentilmente. El hombre se sentó frente a nosotras, se presentó más formalmente y empezó a hablar. Me parecía impresionante todo lo que su boca estaba soltando.

"379 casos ganados, 7 perdidos". Este hombre sabía lo que hacía. No podía evitar sentirme feliz, por dentro quería gritar de emoción. Llevaba ese porte que te decía que estaba bien preparado sin importar en qué estuvieras metido.

Habló hacerca de una querella, no tenía ni idea de qué era eso. En el fondo me culpaba por haber estado dos días con Lauren en vez de estar informándome sobre todo este cansado y... Estúpido proceso. Pero ya no podía regresar el tiempo.

Mi cabeza se había sobrecargado de información, él había dicho que todo esto era muy complicado, que los padres de Lauren podían apoyarme diciendo que ellos estaban de acuerdo con la relación. Que el problema no era si yo había tenido relaciones sexuales con la menor —Lauren—, el problema era si ellos sabían que yo lo había echo. También me dijo que ellos no podían entrar en mi casa sin un papel firmado que autorizara la acción, y que eso generalmente venía acompañado de policías, asique por una parte me sentía segura.

Había algo que no entendía, y era el tiempo. ¿Porqué todo se había movido tan jodidamente rápido?, según tenía entendido estos casos tardaba incluso meses, pero esto había sido tan... Había sido citada a los cinco días, no tenía lógica.

Lo único que él contestó fue "dinero".

Lo entendía. Desgraciadamente la corrupción estaba a la órden del día.

Jamás mencioné que posiblemente habrían pruebas.

Jamás mencioné lo del apartamento con Lauren.

Jamás mencioné al bebé.

Tenía miedo de que el abogado quisiera largarse y me dijera "estás perdida". Ni siquiera sabía si podía irse, todo esto lo habían echo mis padres por mí y yo-

¡BASTA!

Intenté tranquilizarme. No dejaría que la ansiedad me tomara en un momento como éste. Revisé mi reloj; ya era casi media noche. Tomé hojas, un lápiz,  y un sacapuntas para empezar a escribir el borrador de mi querella. Me serví un vaso de leche antes de tomar asiento, poco después del primer sorbo a mi bebida el sonido del lápiz contra el papel empezó a hacerse presente.

Era impresionante cómo después de mi nombre, la fecha, el nombre de Antonio y los mínimos requisitos mi mente se quedó en blanco. ¿Qué escribía?, ¿qué hechos tenía para defenderme?, si había evidencia que me incriminara yo...

Recargué mi cabeza sobre la mesa y aprecié cada parte de la cocina, había silencio en toda la casa. Elevé la mirada nuevamente y comencé a escribir las primeras ideas que venían a mi cabeza. Escribí y escribí lo más que mi cerebro me otorgaba en este estado, me victimizaría un poco si era necesario. No quería que mi hijo naciera en aquél lugar... Ni mucho menos que creciera conmigo ahí. Despegué la punta gastada del papel y revisé mi reloj nuevamente. Ya habían pasado más de la una de la mañana.

Sólo dos días.

Privilegios IlegalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora