Aeropuerto Adolfo Suárez de Barajas, Madrid, España - 21 de marzo de 2004
Después de haber esperado durante tantos meses a este día, por fin ha llegado, nuestro viaje de estudios a Alemania. La semana pasó muy rápido entre preparativos y nervios, y al final, ya estábamos en Barajas despidiendo a nuestros padres.
Entre alguna que otra lágrima, nos despedimos de ellos y nos subimos al avión emocionados para tomar rumbo a la capital germana para disfrutar de esos siete días que nos esperaban recorriendo el país; Berlín, Dortmund, Frankfurt, Hamburgo y Múnich.
Las noches en el hotel se basaban en salir y liarla en cualquier lado mientras intentábamos no despertar a los profesores. Nos escapábamos y salíamos por ahí bailar entre todos y volvíamos a las tantas.
Los porteros al ver que éramos españoles nos dejaban entrar ya que íbamos a dejarnos pasta en su local.
Era gracioso.
Una de esas noches estábamos ya en Hamburgo, el día antes de viajar a Múnich. Cristina y yo bailábamos a más no poder junto con alguno de nuestros compañeros mientras que bebíamos cualquier cosa.
Sentí de repente como Álvaro agarró mi brazo y me puso de cara a él.
-¡Álvarooooooo!-Sonreí.
-Hola, Andrea, vas un poco mareadilla ya, ¿No?
Asentí y me reí.
-¿Bailamos?
Me agarró de la mano y entre risas fuímos a bailar.
-Andrea.
-Dime.
-Me gustas mucho. Muchísimo.
Me quedé mirándole sorprendida y él sonrió al ver mi impresión. Después, sin esperármelo,me besó.
Mis compañeros gritaron al fondo y yo seguía mirándole de la misma forma.
-Eres preciosa, joder.
Me sonrojé y me reí.
Volvimos sobre la madrugada al hotel, acompañados por unos cuantos alemanes borrachos que se habían obsesionado con nosotros. Uno guapísimo se había obsesionado con Cristina y de vez en cuando se morreaban mientras nos reíamos.
Sin dormir viajamos a Múnich.
Llegamos allí justo para visitar todo, la plaza, los museos, y la ciudad en general, además del Allianz Arena. Como buenos aficionados del fútbol hicimos fotos y compramos algunas cosas para el recuerdo.
Después de una gran cena, volvimos a escaparnos, y al ser nuestro último día en Alemania, pensábamos celebrarlo a lo grande.
Llegamos a la gran discoteca y para nuestra impresión habían chavales como nosotros allí. Cuando nos vieron llegar con nuestro desparpajo español y nuestro escándalo se quedaron bastante sorprendidos.
Se notaba mucho que éramos guiris.
Como yo era la que controlaba el alemán, al igual que Cris pedimos el alcohol y nos pusimos a bailar como unos locos.
Mientras bailaba con Álvaro a Cris se le acercó un morenazo, alto, altísimo. Intercambiaron palabras y empezaron a bailar. Él no se cortó ni un poco y la agarró bien de la cintura para tenerla cerca de él.
Se besaron.
-Joder.-Le dije a Álvaro riéndome.
-Parecía buena la chica.
Nos reímos.
Al rato, vino a presentármelo.
-Hallo!
-Hallo!-Me reí.
-Este es Mats, Andrea, el buenorro con el que bailaba hace un rato.-Le miró de forma pervertida.
-Cristina...-Me reí.
-Le echaba diez polvos y me quedaba tan ancha.
Me empecé a reír a carcajadas. Él y yo nos saludamos de dos besos y estuvimos hablando un rato.
Uno de nuestro grupo, llamado Fran, fue a hablar con el DJ y le ordenó que pusiese sevillanas, así para liarla un poco y hacer un poco el ganso para que esos uterbratens se quedasen de una sola pieza.
Cristina y yo ya algo alcoholizadas saltamos a la pista al oír los acordes de la guitarra española. Todo el mundo empezó a dar palmas, incluído Mats y algunos de sus amigos que estaban ahí.
Ella y yo nos reíamos mientras nosotros bailábamos como podíamos la peculiar música.
Alguna gente se animó y un poco más nos daba un ataque de risa.
La canción acabó y la gente nos aplaudía como si fuesemos bailadores de tablado de flamenco profesionales. Los camareros nos invitaron a chupitos y nosotros brindamos sonrientes.
Me tocaron la espalda por detrás.
Me giré y vi a un rubio mirándome.
-¿España?
-No, Suecia.
Se quedó mirando raro.
-Pues claro hombre.-Me reí.
-¿Hablas mi idioma no?
-Mejor que tú.-Me reí.
-Bastian.-Sonrió.
-Andrea.
Se acercó demasiado a mi espacio vital, pero yo como iba algo alcoholizada no me importaba, además era muy guapo el chaval.
Mats y Cristina vinieron de la manita y Mats me dijo que el rubiales era amigo suyo.
-Trátala bien, rubio. Aprende, aprende.-Cristina se giró y este descaradamente le dio un cachete en el culo mientras ella se reía.
Se besaron.
Centró sus ojos verdes mi.
-¿Tienes novio?
Negué con la cabeza.
Se acercó y me besó por el cuello. Yo me mordí el labio y sonreí. De repente, le tiraron hacia atrás.
-No la toques, es mía.-Dijo Álvaro enfurecido.
-¿Qué dices Álvaro? Yo no soy tuya ni de nadie.
Bastian le empujó con fuerza.
-No me toques, imbécil.
Mats fue a separarlos porque se iban a liar a golpes. Al final fue inútil porque nos echaron de allí, ya que Álvaro quería eso, armarla y que no pudiésemos estar con los alemanes que habíamos conocido.