Sobre las ocho de la mañana Andrea y yo estábamos en el aeropuerto para tomar rumbo Venecia y luego (pasados 2 días), Nueva York. Estaba que no cabía en mi. El chófer llevo nuestras cosas y entramos en el lado privado del aeropuerto para coger el jet, ella miraba extrañada a todos sitios.
-¿Qué pasa cielo?
-Eh...la entrada es por allí.
-Lo sé, ahora verás el por qué estamos aquí.
Le sonreí y la agarré de la mano. Allí la dejé pasar primero por la puerta que nos llevaría a la pista, anduvimos unos pocos metros y entonces delante de nosotros apareció el jet, ella me miró sorprendida.
-Un avión privado...
-Claro.
-¿Es tuyo?
Asentí.
-Vaya...
Estaba abrumada seguramente porque como ella me dice: "Aunque no lo parezca, nunca he estado acostumbrada a los lujos".
-Vamos, ¿Cielo?
Asintió.
Nos dirigimos a la escalera y allí la dejé pasar primero para entrar dentro. Las azafatas la trataban de "Señora Schweinsteiger" y yo tenía que reprimir una risa porque me hacía demasiada gracia ver la cara que ponía.
-Andrea, por favor-Sonrió.
Me gusta como suena "Señora Schweinsteiger" también.
La agarré de la mano y le señalé cuales eran nuestros sitios. Me senté y la puse en mi regazo.
-Estás muy callada, cielo.
-No estoy acostumbrada, perdóname, estoy sorprendida. No tienes que tomarte tantas molestias por mi.
-Y tu no tienes que preocuparte tanto. Conmigo las cosas son así, y no quiero parecer arrogante ni nada de eso, porque yo no soy así. Simplemente amóldate, y disfruta. Quiero lo mejor para ti, ¿Vale?
Asintió. Agarró mi cara y me dio un tímido beso.
-Tengo tantas ganas de que despeguemos ya, quiero disfrutar de esta semana contigo.
-Yo también-Se sonrojó.
Le besé la mejilla y acaricié su cara. Después me acerqué a su oído.
-Te amo.
-Yo más, cosita.
Nos sonreímos. Las azafatas vinieron y nos ofrecieron cosas. Después del despegue nos pusimos a comer mientras hablábamos de cualquier cosa.
Acabamos en uno de los sillones cama acostados mientras yo miraba por una de las ventanillas. El cielo estaba nublado y desde semejante altura se veía precioso. Andrea dormía en mi pecho y una manta nos cubría. Besé su frente y ella se removió.
La azafata vino y me dijo en voz baja que estábamos a 20 minutos de aterrizar en el aeropuerto de Venecia, yo asentí y se retiró.
-Mi vida-Dije en un susurro.
-Mmmm.
-Estamos llegando, cariño.
-Sí...
-¿Sí qué?
-Sigue...
La miré sorprendido.
-Más rápido...
-Andrea-Me reí.
La moví un poco. Ella se despertó sobresaltada.
-Oh...eh...-Dijo sonrojada.