62 [Me perdiste]

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Se que no me va a creer, pero igual se lo tengo que decir, si se da cuenta que yo sabía que no estaba embarazada y no se lo había dicho se va a enojar conmigo también.

—¿Qué pasa? —Se detiene a mi costado.

—Amm, yo… —Intento buscar las palabras correctas. —Voy a ser muy directa. Sara no está embarazada —Suelto sin pensarlo 2 veces.

—¿Tienes prueba? —Que milagro que no haya explotado.

—Si mira —Le enseño la conversación con el numero desconocido.

—¿Quién es este numero y por qué te escribe? —Me echa una mirada seria para luego seguir leyendo la conversación.

—No lo sé.

—Desde mañana no vas a salir de la casa.

—¿Por qué? —Digo impresionada encarnando las cejas.

—Porque corres peligro por la calle y segundo —Se acerca más hacia mi. —¿Cómo puedes creer en alguien que no sabes quien es, no estas segura si dice la verdad y que sólo te dice y no te da pruebas?

—Me parece que dice la verdad.

—Tu lo has dicho, te parece, pero no sabes si es la verdad —Se va dándome la espalda. —Recuerda que existen los grandes mentirosos también.

《¡SE EMPEORÓ MÁS DE LO QUE ESPERABA!》

Pisoteo el suelo con rabia.

Ahora no puedo salir y voy a tener que estar todo el día metida en una casa con gente extraña excepto Layla, pero ella también se la pasa con sus cosas.

Ufff que voy a hacer en esta casa ahora.

Entro a la casa dando un portazo caminando hacia la sala y tomando  asiento enfadada.

—¿Qué pasó? —Dice Layla impresionada por mi actitud.

—¡Nada! —Ruedo los ojos.

Tienes un nuevo mensaje

Rachid.

Rachid: ¿Cómo estás?

Zaida: ¿Qué te importa?

Rachid: ¿Quieres salir un rato a despejarte brujita?

Zaida: No lo sé.

Rachid: Vamos, no me hagas rogarte.

Zaida: ¿En dónde?

Rachid: En el muelle, para tomar brisa junto con un buen café.

Zaida: De acuerdo.

—Voy a salir —Anuncio levantándome del sofá para luego tomar mi abrigo del perchero y irme.

Prefiero ir caminando hacia el muelle y ahí encuentro a Rachid sentado de espalda. Me acerco muy sigilosamente y de un movimiento a otro le tapo los ojos divertido resistiendo la risa.

—Zaida reconozco tu perfume se que eres tu —Aparta mis manos de sus ojos y me mira sonriente.

—No vine para quedarme sentada, ¡vamos a caminar! —Lo levanto y le animo para caminar.

—Vamos entonces.

Platicamos de algunas cosas insignificantes y llego al punto de no poder guardar lo de Sara y lo suelto.

Segundo PlatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora