41 [Decepción]

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—Zayd déjala, esta herida. —Me suelta y dirige la mirada hacia Amir.

—Es mala costumbre de ella, siempre menciona a las madres.

—¡Pero yo que se, nunca me cuentas tu pasado y luego vienes a gritar y dejarme con suspenso!

—Zayd hermano, vamos dejemos el tema. —Se adentran a la casa dejándome sola.

Suspiro y me sostengo de la varilla intentando permanecer de pie.

[Ya vendrán buenos tiempos lo se, lo se...]

Permanezco unos minutos más disfrutando de la fría brisa y decido entrar.

—Señorita se le esta llamando al comedor.

—Me diriges hacia el comedor por favor.

—Por supuesto.

—Después de usted.

Subimos las escaleras y abre la puerta que da entrada a la sala, caminamos un poco más y visualizo a la familia cenando.

—¡Cuñada! —Dice Amir emocionado. —Toma asiento junto a Zayd.

Miro hacia Zayd y este fija su mirada en la comida sin prestar atención a mi persona.

—¿Qué piensas prima? —Layla me hace un gesto para que tome asiento.

Accedo y tomo asiento a lado de Zayd.

—¿Cómo te sientes ahora? —Cuestiona Layla.

—Allahamdulillah bien, Jazakillah Khairan por preguntar.

—Si deseas mañana podemos salir a caminar.

—No, Zaida no va a salir de la casa hasta que no se recupere en lo absoluto. —Contesta Zayd con un tono serio.

—Bueno. —Dice Layla desanimada.

—Descuida cariño yo vendré contigo. —Dice Amir con un tono dulce.

—Esta bien. —Se sonroja y agacha la cabeza.

En la noche.

Me encuentro sentada en el sofá apreciando la luna y la estrella a través de la gigante ventana.

Puff es difícil pero no imposible.

La luna es tan radiante y atractiva que no tiene fin, me pregunto cuántas miradas de tristeza, preocupación y amor habrá en ella.

Ella es tranquila y relajante, a pesar de que tenga a su lado a alguien caliente y fuerte. El sol.

—Permiso, dormiré en el sillón. —Interrumpe Zayd.

—No es necesario, estas acostumbrado a dormir en la cama. Es toda tuya. —Tomo la cobija y la almohada de sus brazos y la acomodo en el sillón. —No te preocupes por mi. —Le doy la espalda y seco las lágrimas que comenzaron a deslizar por mis mejillas.

En la mañana.

Abro los ojos intentando adaptarme por la luz del día y encuentro a Zayd en pantalones buscando una camisa adecuada.

—El negro te queda bien. —Me levanto y tomo mi toalla.

Entro al baño y cierro la puerta con seguro.

Me miro al espejo y visualizo mis heridas lentamente me voy quitando la ropa y me permito visualizar las heridas. Son tan profundas como el odio que me tiene ella.

Segundo PlatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora