Capítulo 7

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Frené el coche y salí de el. Toqué la arena del desierto y miré a Araya mientras el viento movía mi pelo castaño hacia un lado. Ella asintió con la cabeza y yo hice lo mismo. Todos salieron de los coches con las armas y gruñí para que las escondieran, si no lo hacían les atacarían.

Anduve delante de los demás y me agaché en el suelo, sintiendo la arena. Cerré los ojos con fuerza y de nuevo aquel cosquilleo por mi cuerpo, al abrirlos estaba convertida. Tomé aire y apreté la mandíbula, a continuación, rugí con fuerzas llamando a Zeus a mi encuentro y al terminar me quedé en esa posición.

Duró varios segundos, pero el viento se hizo más fuerte y levantó la arena y de ellas aparecieron unas personas, andaban lentos y el viento movía sus pantalones anchos que tenían hasta las rodillas, sujetas a estas. Tenían un pañuelo atada al cuello y unas garras afiladas y grandes, sus pieles tenían rayas pintadas y en donde se encuentra su corazón una gran mancha, blanca y marrón. Su torso tenía las rayas que venían de los costados horizontales, pero luego subían rectas hacia donde se encontraba la mancha del corazón, pero no llegaban a tocarla, su rostro tenía rayas desde las sienes horizontalmente y cuando llegan al principio de la nariz bajan por esta un poco, también había una raya horizontal en sus pómulos y luego esta bajaba acercándose al labio, además, desde el surco naso labial hasta abajo, sin pasar por los labios, también había una línea vertical, todas las líneas eran marrones.

- Zeus...- susurré y me levanté viéndole llegar a mí.- Cuanto tiempo.

- Demasiado, Thalia.- su voz era grave y sus ojos eran dorados como la arena del desierto.

Sonreí y le abracé, él también lo hizo. Era muy alto para mí, así que yo ahora mismo tenía mi cabeza en su pecho y él agachó un poco su cabeza, tocando mi cabeza con su barbilla. Lo abracé fuerte y luego le solté, mirando hacia atrás, más concretamente a su hermana que estaba junto a su madre. Las abracé a las dos.

Las mujeres llevaban los mismos pantalones que ellos, pero para cubrir sus pechos llevaban cuero desde el punto del pantalón debajo del ombligo hasta arriba, llegando a los pechos, donde los cubrían horizontalmente una tela fina pero fija y cuando esta terminaba seguía el cuero, que pasaba por los costados hasta que bajan hacia el punto del pantalón donde acaba la columna vertebrar y empieza el coxis, para que el cuero no se caiga, también desde termina la tela sube un líneas de cuero hasta arriba, pasando por los lados del cuello hasta la espalda y bajan hasta donde la tira de cuero desciende, además de que estas líneas de cuero se unían pegadas al cuello, rodeándolo.

- ¿Quiénes son?- dijo Zeus mirando a los cazadores.

- Los Calaveras.- dije seria y ellos empezaron a gruñir.- Vienen conmigo a pedir ayuda, al parecer hay una mujer perro salvaje que ha atacado a los suyos e irá a por los que fueron mi manada.

- ¿Fueron? Sigues siendo un alfa así que...- miró mi vientre y asentí.- Oh...- miró a los Calaveras- Os ayudaremos, pero a cambio de algo.

- ¿De qué?- preguntó Araya sonriendo, le encantaban esas cosas.

- Nos tendréis que proteger, cuesta ir contra uno de tu especie en nuestras leyes.

- Está bien, os protegeremos.- Araya asintió sonriendo y Zeus me miró

Empezaron a caminar, pero iban más rápidos así que supuse que irían a su guarida. Monté rápida en el Jeep y todos en sus demás coches y arranqué siguiéndoles, menos mal que aún tenía los poderes de alfa, sino no podría verles entre tanta arena.

Frené al lado de aquel agujero grande donde habían entrado y bajé mirando a los demás, que tenían esta vez las armas escondidas. Entraron ellos primero y luego entré yo, sabiendo que el agujero se cubriría de arena al entrar todos. Llegué al suelo y vi a los cazadores fascinados con la guarida que tenía, era una ciudad subterránea, pero Araya parecía no inmutarse de la grandeza.

- Por aquí.- me hice paso entre ellos y me puse al frente sabiendo que iríamos a la sala de reuniones.

Saludé a algunos de los que veía por allí, todos me conocían del tiempo que pasé aquí con todos. Llegamos a una sala sin puertas, ninguna las tenía. La sala era larga pero estrecha y tenía una mesa recubierta de arena que dividía en dos lados la sala. Zeus estaba mirándonos desde la pared del final, apoyado en esta junto a su madre.

- ¿Tenéis su olor?- Araya tiró la chaqueta a la mesa, levantando la arena.- Bien, la encontraremos y os ayudaremos.

- Así me gusta, me encanta hacer negocios con los sobrenaturales.- dijo Araya.

- A mi solo si me interesa, tenéis habitaciones para todos, mi hermana os guiará.- su hermana apareció y se los llevó de la sala.- ¿Qué harás tu Thalia?

- Me quedaré con vosotros, si me aceptáis.

- Os aceptamos a los dos, ya sabes que siempre lo haría.- Zeus me sonrió y yo también lo hice, después su madre se fue dejándonos solos.- ¿De quién es?

- Una quimera, hombre coyote y hombre lobo.

- No importa eso, me refiero a otra cosa, ¿Lo quieres?

- Sí, Zeus, aunque no pueda estar con él.

- Ya...nunca puedes estar con nadie.- dijo recordando nuestra relación.- Dormirás en tu habitación de siempre, sigue pareciendo una madriguera de lobos, no hemos tocado nada.

- Gracias, Zeus.

Él sonrió de nuevo y me abrazó con fuerza. Yo le correspondí de la misma fuerza y después me fui junto a él, hablando de otras cosas hasta llegar a mi habitación, que de verdad parecía una madriguera.

Dark Wolves (Theo Raeken)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora