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Lauren sonrió al mirar cómo Taylor corría por la arena, estaba descalza, habían pasado horas atrás hacía una tienda de mascotas para adoptar a un cachorro, Lauren sabía que Taylor iba a ir a la universidad pronto y se mudaría a New York, necesitaba compañía, Leo...cómo lo había llamado era un perro muy tierno. Nathan la miró e intentó descifrar lo que su amiga estaba pensando.

Lauren lo miró frunciendo el ceño. Sabía que el moreno iba a hablar.

—Sabes que tienes que hablar, verdes. No te obligare, necesitas sacarlo.

Lauren sonrió, ¡maldita sea! ¿Cómo su mejor amigo siempre tenía razón?

—Taylor apenas está empezando a vivir su verdadera vida....solo tengo miedo, un poco. —Admitió sin dejar de ver a su hermana.

—Ella es muy inteligente, sabrá afrontar sus cosas, así se aprende, ¿no? —Lauren asintió regresando a ver a su mejor amigo.

—Solo... no quiero que viva lo mismo que yo, quiero que pueda enamorarse y vivir su adolescencia, yo... prácticamente yo la arruiné estando en rehabilitación y mudándome a otro país.

—Si no hubieras viajado no me hubieras conocido.—Lauren sonrió—Pero es parte de su desarrollo aprenderlo. 

—¿De donde sacas todas esas palabras correctas? 

Nathan simplemente se encogió de hombros. 

—Lectura. Leo muchos libros, verdes. Aunque no lo parezca.    

Nathan sabía lo que su mejor amiga ahora estaba viviendo, no quería que Lauren se sintiese mal, Taylor prácticamente iba a hacer lo mismo que Lauren, aunque esta no sabía si su hermana tenía a alguien en Los Ángeles, no sabía mucho de la vida amorosa de su hermana, no quería que sufriera, por más que no saliera del país, sería desastroso.

Cuando sintió por primera vez su amor y pasión por la música imaginó que iba a ser increíble, había sido testigo de increíbles conciertos y se imaginó ser la causante de esa locura también, en sus primeros años de la universidad sabía que ya no sería así, tomó amor por las películas pero sabía que no quería ser una directora común, su visión era netamente hacer músicas para estas, incluso en el teatro. 

La verdad muchas veces suele ser escurridiza.

Quizás no queremos verla y eludimos algún tipo de situación que la involucre.

Dinah suspiró mientras secaba su rostro, había pasado todo el día leyendo las cartas que Lauren le había dejado, Camila se las había dado y desde que abrió la primera no había parado, sintió dolor al leer aquellas letras de desesperación, se sentía tan culpable y no lo sabía hasta ahora. Quería intentar dejar todo atrás pero no podía, Lauren era una de sus mejores amigas y no quería ni siquiera imaginarse como sería la historia si esas cartas hubieran llegado a ellas. No quería pensar más en aquello, era terrible, se sentía muy mal. Se había equivocado. También se sentía culpable.

Todo. Todo ahora fuera diferente.

No habría daños de por medio, nadie estuviera herida.

—Es....No tengo nada que decir. —Camila suspiró mirando a Normani quien había de terminado de leer algunas cartas. Notó cómo había dejado escapar algunas lágrimas.

—Me siento tan mal.

Camila caminó hasta al balcón de aquel edificio, no se atrevía a leer las cartas de sus amigas por más que estas insistieron, no podía. Eso sería sentirse más culpable. Y su corazón ya estaba muy lastimado.

¿Algún día te tuve? - CAMRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora