Capítulo 60

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- Paulo.- sonreí al verle allí parada, entre tantos fans a su alrededor y él sonriéndoles a todos.

Esperé a que poco a poco todos los chicos se alejaran de él y cuando esto paso, después de poder respirar tranquilo, me pudo ver en la lejanía. Sonrió y abrió sus brazos en señal de abrazo, yo fui con la maleta hasta él y cuando estaba más cerca la solté y empecé a correr para acabar pegada a él.

- Al fin te vuelvo a ver, pequeñaja.

- Solo nos llevamos un año.- dije entre beso y beso.- Siempre me llamas así aunque a veces parezco más mayor que tú.

- Eso ni en broma, siempre serás mi pequeñaja.

Sonreí y entrelacé los dedos de nuestras manos, uniéndolas. Él agarró la maleta y fuimos hasta el coche, la dejó en el maletero y entramos, uniendo de nuevo nuestras manos que no se separaron en todo el trayecto.

- Bienvenida a tu tercera casa, Tania.

- ¿Cuáles son las otras?

- Argentina y Barcelona.- sonreí y él hizo lo mismo.- Te ayudo a colocar todo de la maleta.

- Está bien.

Estuvimos de nuevo en silencio, concentrados en colocar toda la poca ropa que me había traído y otras cosas. Después, bajamos al salón y como hoy no tenía entrenamiento nos sentamos juntos en el sofá.

Él atendía a la televisión, pues entendía la mayoría de las cosas. Yo miraba a un punto fijo de la sala, con su brazo alrededor de mi cuello y su otra mano junto a la mía. En un momento, cuando dejé de tener la mente en blanco, gire la cabeza y le contemplé.

Tenía unos vaqueros pegados a sus piernas y una sudadera gris, además de un pelo no muy bien peinado. Estaba entretenido viendo lo que decían por la pantalla, sonriendo. Entonces me di cuenta de lo enamorada que estaba de él, que por mucho que diga que puedas olvidar a un ex él se encerró dentro de mí y no salió en ningún momento de todo el año que estuve sin él.

Sus ojos verdes, que brillan cada día más y más, su sonrisa perfecta, su piel tostada y suave, sus perfectos abdominales y por supuesto, su carita de niño que me traía babeando por él. Era el chico más gracioso y tierno que había conocido, incluso más dulce que todos los postres que me encantaban.

Sonreí sabiendo que en días se había convertido en mi todo, en mi mundo y que no quería que este se destrozara en pedazos. Me di cuenta de que por muchos fallos que él cometa, aún así lo querré, pero de lo que no me di cuenta era de que él me estaba mirando sin parar de sonreírme con diversión.

- ¿Qué miras tan embobada, preciosa?

- Al pibe más guapo de este planeta.- él sonrió aún más si pudo.- A Paulo Dybala, por supuesto.

Sus labios impactaron con los míos al segundo. Demostraba lo cuan necesitado estaba de mi, como yo de él. Se movían lentamente y después el ritmo fue aumentando conforme iba acariciando su espalda, su pelo y su pecho mientras que él empujaba hacia atrás mía, quedando los dos tumbados, él encima de mí.

- Te quiero.

- Yo te quiero más.- sonrió y acarició mi mejilla con su nariz.

- Yo más.

- Eso es imposible.- dio un beso en mi mejilla y fue bajando hasta mi cuello.- Como sigas así no habrá tiempo que me pare.

- Eso es lo que quiero.

Rió levemente y siguió dando pequeños y húmedos besos por mi cuello, mordiendo a veces y dejando varios chupetones en este. Sonreí mientras mordía mi labio inferior y cerré mis manos, agarrando varios mechones de su pelo.

- ¿Aún quieres solo mirar la televisión?- sonrió y reí.- ¿Qué dices? Puedo esp...

- No estás en una estación de trenes, no tienes por qué esperar tanto.

Sonreí y le besé, sin importar si en un futuro, después de lo que iba a pasar, me arrepentiría de haberlo hecho. Entrelazó mis piernas en su cintura y me sujetó, levantándome del sofá y llevándome entre besos a la habitación. Caímos en la cama, pero él no se inmutó y siguió dándome besos.

Subí poco a poco su camiseta y él a continuación hizo lo mismo. Yo acariciaba su espalda ejercitada mientras que él acariciaba mi vientre y la costura del sujetador, para después quitármelo y pasar a mis pechos.

Fue bajando a mi cuello, dejando un par de besos allí y después, mientras yo desabrochaba sus pantalones, él dejaba marcas en mis pechos salvajemente aunque sin hacerme daño. Quité sus pantalones por fin y él se deshizo de los míos más rápido que yo de los suyos.

- No hay vuelta atrás...-dije susurrando.

- Creo que no.- sonrió y fue bajando sus manos hasta topar con la costura de mi ropa interior.- Creo que ya no puedo esperar más.

Sonreí y me acerqué a él, sabiendo que eso para él era que le aceptaba de nuevo. Bajó la ropa interior y yo acaricié su espalda apretando mis dedos al sentir como acariciaba mi intimidad. Bajé con rapidez a sus bóxers y se los quité. Alargué el brazo hasta la mesilla sin parar de besarle y pude alcanzar al preservativo que él se puso sin problema alguno.

Sostuvo su mirada en mí durante unos segundos, los dos con la respiración agitada y nuestras frentes pegadas. Sonrió aún más si podía y cuando yo también lo hice volvió a unir nuestros labios, haciéndose paso dentro de mí.

La habitación se inundó de nuestros gemidos mientras que él salía y entraba de mí sin problema y con cuidado de no hacerme daño, siempre era así de cuidadoso incluso en momentos donde perdía a tranquilidad, como este. Hundí las uñas en su espalda cuando le escuché cerca de mi oído y la arañé, perdiendo aún más el control.

Mordí mi labio inferior intentando aguantar los gemidos que se acercaban, aunque esto fue posible y los solté con fuerza mientras nuestros cuerpos temblaban y se iban relajando poco a poco. Él colocó su cabeza escondida en mi cuello, haciendo que sienta su respiración agitada más cerca que antes mientras que yo no paraba de suspirar ni de sonreír.

- Te amo, Tania.- susurró cansado en mi oído, poniendo mi piel de gallina.

- Yo también te amo, Paulo.

Se colocó a mi lado, arropándonos. Me dio un beso suave en la mejilla y quedamos los dos en frente de cada uno, él con su brazo pasando por mi cuello y al doblarlo, nos abrazamos y nos dormimos así. 

Clarity (Paulo Dybala)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora