Capítulo XLIV

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Mi celular empezó a sonar, estaba entrando una llamada.
Me pare de la silla y fui a contestarlo con la duda si se trataría del caballero esmeralda.

--¿Hola?.
--Pensé que te habías olvidado de mí niña linda.

Charly. Charly. Charly.
Me había olvidado completamente de él, y de avisarle cuando había llegado a mi casa. Era una tonta. Una estúpida.

--Lo siento muchísimo Charly. No sé dónde tenía la cabeza hoy. Perdón por olvidar avisarte cuando había llegado a casa. De verdad discúlpame.
--No te preocupes muñequita, a cualquiera le pasa algo así.
Mejor dime, ¿Cómo estuvo todo?. Cuéntamelo todo.
--Por donde empezar... --. Sonreí, lo hacía cada que me decía muñequita de esa manera tan peculiar que tenía al pronunciarlo.

Y le platique todo, sobre Samanta, sobre el desprecio de Esteban. Y sobre la fiesta que armaron todos.
Pero no le conté del caballero esmeralda. No me atrevía a hacerlo.

Pausamos la plática solo para bajar a cenar, los dos al mismo tiempo.
Y después de eso hicimos algunas tareas juntos, hablábamos de matemáticas e historia, además de ciencias naturales y biología.
Cuando la terminamos nos dimos una pausa más para ir al baño y para prepararnos para irnos a la cama.
Yo me puse mi pijama y me lavé los dientes de una manera rapidísima para seguir platicando con él.

Ya ahí, estando los dos en nuestras respectivas camas, nos desvelamos hasta media noche, cuando nos despedimos pues teníamos clase al día siguiente, y él se estaba quedando dormido.

El caballero esmeralda apareció de nuevo muy temprano, siguiendo la plática en los tiempos libres, pues él supuestamente también tenía que ir a clases.

En el almuerzo no le pude contestar, pues la pandilla encargada de la organización de la fiesta de Charly se reunió de nuevo. Esta ves se aclaró que ellos no comprarían bebidas alcohólicas, y que se les advertiría a toda la gente que se invitará, aunque no estaba prohibido su consumo, pues sería imposible prohibirlo.

Y también Ángela me dejó claro que la tenía que acompañar a comprar lo que iba a usar en la fiesta, ya que sus amigas no podrían ir, pues tenían algunas tareas atrasadas desde antes de salir de clases, y tenían que terminarlas.
Yo no tuve más opción que aceptar, pues también tendría que comprar ropa para la fiesta, no tenía nada adecuado que ponerme, y quería verme deslumbrante para ese día.

Nos veríamos después de salir de clases, y está vez Charly no me llevaría a casa, si no que la misma Ángela lo haría. Sus padres habían aceptado solo con la condición de que yo la acompañara, de otro modo Charly tendría que hacerlo.

Durante el almuerzo Charly también me dijo que iría a las tiendas departamentales más tarde, para comprar lo necesario para la fiesta, y lo que iba a usar. Y quedamos de platicar más tarde, como lo habíamos hecho el día anterior.

La carta del caballero esmeralda llegó a tiempo, y con el aviso de su dueño, quién no había contestado a mi pregunta sobre si vivía cerca de mi casa, o su tenía auto, pues decía que era un tema prohibido.
Él era muy listo.

Charly se despidió de mí con un gran abrazo el Miércoles por la tarde.
Era extraño que él hiciera eso, pues solo era una despedida como todos los días. No era nada del otro mundo, ni algo que no estuviéramos acostumbrados a hacer casi a diario.

Ángela y yo subimos a su auto.
Y tal y como lo hacía su hermano, de inmediato puso música, aunque no era la misma que escuchaba Charly, si no algo más femenino y increíblemente empalagoso.
Tan romántico que de verdad te daba asco.

Pasamos por la avenida que te llevaba a Puerto Zafiro, y seguimos por la avenida principal, rumbo a las tiendas departamentales en las que habíamos pasado varias veces Charly y yo.

¿Y si te digo que me enamoré de ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora