Capítulo LXXII

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Desearía poder faltar a clase como si fuera cualquier otro día del año, pero no puedo hacerlo. Hoy es el primer día de clases, y no puedo faltar a causa de las reasignaciones de materias, entrega de libros, y acomodo de los alumnos.
La vida conspira contra mí.

Me siento devastada por todo lo que paso ayer, además de que eche a perder mi teléfono, al igual que mi vida. En una tarde todo cambio tan radicalmente, que no sé si estoy viviendo en una película, o es la basura de mi realidad.

Lo más duro de todo es que tengo que enfrentarme a dos pares de ojos que me han complicado la existencia durante el último tiempo.

No me siento con las suficientes fuerzas para darle una explicación a Charly, mucho menos de hablar con Esteban sobre el modo en el que nos besamos y salí corriendo detrás de Charly.

Nada podría esta peor, aunque últimamente prefería no cantar victoria antes de que se acabara el día, y lamentablemente todavía ni empezaba.

Salí de casa para tomar el autobús con buena facha, si no miraban mi cara, claro.

Entre por aquellas puertas tan emblemáticas de la institución que se volvía un infierno cuando te metías con otras personas con fines diferentes a las de los estudios; y me dirigí a mi casillero para ir a la primera clase del día. Aunque tal vez no llegaría a tiempo.

En la puerta de mi casillero estaba pegado un papel impreso doblado a la mitad y su contenido no era nada bonito. En él me describían como la más puta de las putas de la escuela, una zorra, una golfa; poniendo en evidencia 3 fotos donde era más que obvio qué era yo la de las fotos.

Una era robada de mis redes sociales era del día en el que Charly me pidió ser su novia; la segunda era del día de la graduación, donde yo abrazaba a Donato en el kiosco; y la tercera, y era la que tenía más sentido, era del día anterior, tomada desde el mismo punto en el que había visto a Charly salir corriendo, esa donde Esteban y yo nos besábamos.

Me destrozó ver aquel papel que dejaba ver tantas mentiras y tantas verdades al mismo tiempo.

Lo arrugue y lo metí en mi casillero enojada, y me marché a clases con el estómago revuelto, rogaba al cielo que ese fuera el único papel que se hubiera impreso.

En cuanto entre al salón de clases todas las miradas se centraron en mí.

Asustada llegué hasta la primer silla disponible, y me senté esperando que todos dejarán de mírame, pero no lo hacían, ni siquiera cuando la profesora entro al aula y empezó a dar la clase; ni siquiera cuando salí al pasillo para cambiar de nuevo mis libros, ni siquiera cuando entré a la penúltima clase del día.

Todos en los pasillos me miraban asqueados, además de que muchos murmuraban cosas, y se callaban justo cuando yo pasaba por un lado, hasta los de primer año lo hacía.
Yo no terminaba de entender nada, no sabía porqué toda esa gente me miraba de ese modo si no les veía ningún papel igual al que me habían dejado a mí en el casillero, todos tenían sus celulares en manos, y se los pasaban unos a otros riendo al ver sus pantallas.
Desearía poder tener mi celular conmigo y descubrir lo que estaba ocasionando tanto revuelo entre los alumnos, seguramente alguna cosa de las redes sociales.
A la hora del almuerzo las miradas se intensificaron, incluso algunos al verme pasar meneaban las cabezas negando algo, con semblante de vergüenza.
Ya no aguantaba tanta presión, así que busqué la mesa más alejada de todos los jóvenes que pude encontrar, y me senté ahí esperando que me dejaran comer en paz.
Pero no lo hicieron.

Cuando menos lo espere un grupo de 5 chicos se sentaron en la misma mesa que yo. Los 5 me miraban con deseo en los ojos, yo me asusté, quedándome callada.

¿Y si te digo que me enamoré de ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora