25. La ducha

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- ¿A salvo? Eso no te pega mucho, ¿no crees? A salvo... No, no te pega nada. - Digo jugando con su cuello. Ahora me toca a mí atormentarla. Ella gime un poco y se retuerce. Cuando me alejo, le echó un vistazo. Esta debajo de mí, con el pelo por toda la almohada y con la respiración un poco frenética. Me mira con sus ojos esmeralda brillantes. Levanta la mano.

- Estoy a esto de romper mi promesa. - Dice enseñándome el dedo pulgar e índice. Apenas hay separación entre ellos. Me acerca a ella y se estira para apagar la luz. Nos quedamos quietas unos segundos. No la oigo. Lo que me recuerda a hace muy poco, cuando estaba en su casa. Entonces Sharon también se quedó en silencio como ahora.

- ¿En qué piensas? - Me pregunta.

- En tu casa, cuando dormí contigo. - Le digo apoyando con cuidado la cabeza en la almohada. Ella se acomoda y pasa un brazo debajo de mí, después la coloca sobre mi hombro. Me apoyo en su pecho con cuidado.

- No te asustes, pero creo que te observe durante... Mucho tiempo.

- ¿Que? Dime que es mentira. - Me da vergüenza solo imaginarme la escena.

- Lo digo en serio. Estabas muy guapa y, además, tenía miedo de que te enfriaras. - Dice encogiéndose de hombros. - Así que aproveche.

- Tenía el pelo lleno de cerveza. - Digo sonriendo y juntando las cejas. Si ese es su canon de belleza, definitivamente tiene un gusto extraño.

- ¿Y qué? La forma de tu cara, tus ojos, tu nariz. Todo sigue igual incluso con el pelo lleno de cerveza. - Se queda callada unos segundos. - De hecho, ese pelo alborotado te daba un aspecto salvaje. Me gustaba.

- ¿Y ahora no te gusto?

Ella ríe un poco y baja la mano que tenía en mi hombro hasta mi cintura. Con la otra mano agarra mi pierna por detrás de la rodilla y se la pone encima. Esta postura es demasiado sugerente, pero a ella no parece importarle en absoluto. Ella me ha puesto así, así que le gustara. Mi primer impulso es moverme y ponerme como antes, pero al final acabo manteniendo la postura. Me es difícil admitírmelo a mí misma, pero en esta postura me siento sexy... Subo un poco la cabeza para poder mirarla. Su mano aprieta mi muslo.

- No creo que vayas a dejar de gustarme nunca. - Dice bajando la mirada y manteniéndomela unos segundos antes de besarme. - Se me ha olvidado preguntarte antes, ¿que estabas haciendo cuando he llegado?

- Estudiando. - Le digo acordándome de que debería ponerme a estudiar seriamente. Los exámenes son la semana que viene y tengo una apuesta con Sharon. De hecho, tengo que preguntarle si tiene libros.

- Estu... Oh, mierda. Los exámenes. - Dice poniéndose la mano que tenía en mi muslo sobre la cara. El calor que se había creado en esa zona desaparece. Mis ojos ya se han acostumbrado y soy capaz de distinguirla con bastante detalle.

- ¿Tienes libros? - Le pregunto. Ella niega con la cabeza aun con la mano sobre la cara.

- Aun no he podido eh, hacerme con unos. - Dice. Ese "eh" no ha sonado nada bien.

- ¿Hacerte con unos? - Le pregunto mirándola fijamente. Ella asiente y me mira con cautela. - ¿O robar unos?

- No tengo otra manera de conseguir los libros. Pagarlos no es una opción.

- Yo tengo una buena opción: Yo. Puedo dejarte los míos. Podemos estudiar juntas, Sharon. - Ella gira la cabeza, tiene la frente un poco arrugada. - ¿Que?

- ¿Estarías dispuesta a estudiar conmigo? - Parece sorprendida.

De nuevo, sus pensamientos me sorprenden. Sé que no ha recibido demasiadas muestras de afecto en su vida, pero aun así me sorprende, y sobretodo, me alarma.

La chica nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora