39. Equivocada

700 64 8
                                        

- Tenía miedo de que me pidieras un tiempo, o algo así.

Niego con la cabeza y le doy un sorbo al chocolate. Esta buenísimo, la primera capa se ha enfriado y al sorber, se nota la diferencia de temperaturas.

- Hare lo que me has dicho, tigresa. - Dice recordando el nombre con el que me llamo la última vez que lo hicimos. - Pero a esos tíos los voy a matar esta noche. - Dice y sorbe de su taza.

Clavo la mirada en ella. ¿Qué probabilidades tengo de que me escuche? Cuando se le mete algo en la cabeza no hay quien se lo saque. Por dios Sharon acabas de salir de la cárcel, no hagas nada que pueda acercarte a ella de nuevo. Comprendo que quiera acabar con la gente que le ha tendido una trampa, pero no me parece la manera más inteligente. Si no controla sus impulsos, al final, no podre ayudarla.

- ¿No dices nada? - Me dice. La he estado mirando fijamente.

Bajo la taza que había mantenido suspendida delante de la boca. Y dejo unos segundos de silencio antes de hablar.

- No creo que sirva de mucho, la verdad.

Me fastidia, y mucho. Es como si no viera lo obvio, o no lo quisiera ver. O le diera igual.

- ¿A qué te refieres?

- A que da igual lo que diga. Si ya lo has decidido no puedo convencerte. Pero hazme un favor, y no...

Antes de que pueda acabar la frase, la taza entre mis manos desaparece y la mesa tiembla cuando Sharon pega un salto y me agarra las manos. Le tiembla el pulso.

- Tigresa... - Su sonrisa tiembla. - ¿Porque dices eso? Yo siempre escucho lo que dices, le doy importancia. Eres lo más importante para mí, lo sabes. - Habla tartamudeando y con palabras atropelladas. Mis manos tiemblan como consecuencia de las suyas.

- Sharon...

- No, no. Necesitas saberlo. - Me interrumpe de nuevo. - Mana eres lo único en mi vida de lo que no me quiero separar. No quiero perderte. No quiero que te sientas alejada.

Empieza a apretarme tanto la mano que me duele. Le aprieto la mano para que se dé cuenta, pero ella me mira con los ojos muy abiertos.

- Sharon por favor. Tranquilízate y respira. Estas asustándome.

Como si lo que hubiera dicho fuera lo más importante para ella, cierra los ojos y durante quince segundos ni se mueve, como si no respirara. Cuando abre los ojos de nuevo, me mira fijamente y ya no tiembla. Ahora sí que estoy asustada. Ya no me importa que pueda matar por venganza, eso ha quedado en segundo plano. Ahora me preocupa más su estado.

Abro la boca sin saber exactamente qué decir, solo sé que quiero tranquilizarla. Pero antes de que lo haga ella suelta mis manos y entrecierra los ojos. Me mira como si dudara de mi o sospechara algo.

- Ya sé que es lo que tengo que hacer. He estado muy equivocada hasta ahora.

Sin decir nada más, aparta la silla y camina hasta la puerta con paso decidido.

- Sharon. E-espera. - Digo levantándome y cogiendo las chaquetas, algo de dinero para pagar y tratando de no chocarme con la silla y nuestra mesa. Pero ella no me espera y continúa caminando. Abre la puerta y sale. Unos segundos después abro la puerta, pero es como si la oscuridad de la noche se la hubiera tragado.

- ¿Sharon?

No hay respuesta.

- Esto no tiene gracia.

Pero no responde, ni siquiera puedo ver donde esta o hacia donde va. ¿En que está pensando? Ya no sé a qué se refiere. Ya sabe lo que tiene que hacer. ¿Qué demonios significa eso?

La chica nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora