64. Paraplejia

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Adrienna le pone la funda al cuchillo como puede, ya que aún tiene las manos atadas.

- Una vez lo hagas, ven aquí para que la libere. No intentes engañarme, porque tengo personas trabajando en el hospital que comprobaran si Manna esta parapléjica o no.

Noto un escalofrió que me baja por la columna.

- ¡¿QUE?! ¡NO! - Grito. El padre se gira para volver a golpearme, pero me da igual. - Adrienna no lo hagas. Por favor, te lo suplico. Por lo que más quieras Adrienna, no lo hagas. Por favor. - Le suplico llorando.

- Lo siento... - Me dice sin mirarme a la cara mientras un sirviente le quita las esposas. - Lo siento. - Repite mientras sigue a la mujer en silla de ruedas.

- ADRIENNA POR FAVOR. - Le grito mientras se cierran las puertas y desaparecen. - ADRIENNA. - Continúo gritando mientras siento como se me parte el corazón y el alma. Sollozo con la cabeza agachada. Todo esto es por mi culpa. Dios mío, ¿qué he hecho? Manna... Lo siento mucho Manna.

Mis súplicas no sirven de nada, y aunque me resista con todas mis fuerzas, apenas supongo una amenaza para los guardias a mi alrededor. Me empujan por la mini mansión hasta una zona oscura. Abren una puerta que chirría y me lanzan dentro. Caigo de costado sobre el suelo. Huelo a moho. Cierran la puerta detrás de mí. Sé que debería resistirme con todas mis fuerzas, pero solo de pensar en Manna... No puedo hacerlo.

Me quedo tumbada en el suelo, noto que está húmedo, pero aun así me quedo ahí. No me merezco más. No puedo creer que le vaya a pasar esto por mi culpa. Sabía que no sería buena para ella, pero aun así quería estar con ella. Es el motivo más egoísta y cruel que pueda llegar a existir, pero... Ella también lo quería. No parecía algo tan malo. ¡Maldita sea! ¿Porque no me di cuenta? ¿Porque no pensé en lo que podía ocurrir? Pero, ¿Cómo iba a imaginarme que algo así podía pasar?

Me golpeó la cabeza contra el suelo. Mentira. Si sabía que algo así podía pasar. Todo a mi alrededor está podrido, corrupto e internamente muerto. Pero ella se atrevió a acercarse. Ella me aceptó. Ella me amo. Lo hizo... Pero no creo que vuelva a hacerlo. Jamás.

Me muerdo el labio tan fuerte para no llorar que noto el sabor metálico de la sangre. Aun así, las lágrimas se deslizan por mi cara, humedeciendo aún más el suelo.



ADRIENNA

Me sudan las manos. Yo no soy Sharon, no sé muy bien que estoy haciendo. Pero no podía soportar verlo, como la golpeaban... Como ella aguantaba por esa mujer. ¿Qué tiene de especial? Yo la he visto, no es nada del otro mundo. Solo una chica medio rubia normal.

- Estoy pensando... Tendrás cinco días para hacerlo. Ya sabes lo que os ocurrirá si fallas. - Me dice con voz angelical mientras caminamos.

- Cinco días. - Repito en voz alta. Esto lo hago por Sharon. Para salvarla. Algún día... Me lo agradecerá. Aunque no me perdone nunca, tengo que salvarla.



SHARON

Es el tercer día, lo sé por cuando pasa el guardia por aquí. El otro día se le cayó un clip, y no se dio cuenta. Un clip, nada más. Casi sin hacer ruido se quedó junto a las barras. Cuando se fue pude agarrarlo. Lo miro ahora, le he estirado una parte para que pinche. Solo tengo esto, pero toda la tristeza se ha vuelto rabia. Y aunque solo sea un clip, lo utilizaré. Paciencia. Sé que en algún momento tendrán que sacarme de aquí, como mínimo para darme la mala noticia.

Un par de días después, estoy completamente agotada, no me han dado nada de comer ni de beber. Me cuesta dormir en este frío y húmedo suelo. Estoy un poco atontada, pero me despierto cuando abren la puerta que chirría. Aprieto el clip en mi mano. No quiero usarlo con el guardia, él no es mi objetivo. Con un gesto de la cabeza me dice que salga. Le sigo por la mansión hasta volver al maldito salón. Es demasiado brillante. Me asombró al ver mi propia ropa, llena de moho. Arrugó la nariz, fingiendo que me da asco, cuando realmente estoy mirando la sala. Pero solo hay personal de seguridad, ni rastro de Adrienna, ni de la loca en silla de ruedas.

Como si algún dios me hubiera leído la mente, las puertas se abren. Y entra Adrienna, quién evita mirarme a los ojos. Mantiene la mirada fija en el suelo. Noto como me agarran de ambos brazos y me aprietan para que no se me ocurra hacer nada. Justo detrás de Adrienna, entra la pelirroja en si silla de ruedas. Con una sonrisa... Que me irrita tanto que desearía poder borrarla de un puñetazo.

Miro fijamente a Adrienna. No quiero parecer desesperada, en este momento lo mejor es que parezca que estoy calmada, que me da igual. Pero todos aquí saben que no es así. Sin pensármelo, le habla a Adrienna.

- Dime que no lo has hecho. - Ella no me responde. Mira a la pelirroja. - Adrienna. - Digo su nombre poco a poco. - Por favor. - La miro con suplica en los ojos.

- Si Adrienna, dinos cómo ha ido. - Dice con esa voz tan asquerosa. Adrienna levanta la mirada y habla con voz clara y firme.

- Está hecho. - Dice. Por un momento siento que se me cae el mundo. No veo arrepentimiento en sus ojos. Una irá empieza a recorrerme. Ciega por el dolor, aprieto el clip en mi mano. Doy un tirón y me libro de los dos guardias. Sin dudar, y a menos de un metro de la cara sorprendida de Adrienna, entierro con toda la fuerza que tengo el clip en su pecho.

Antes de que nadie pueda reaccionar, se abren las puertas y un chico muy agitado entra. Nos mira a todos un solo segundo y, nervioso, dice en alto:

- ¡H-he hablado con el enfermero, la chica no está parapléjica!

La chica nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora