16. El hoyuelo

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-Mana...- Casi me derrito al escucharle decir mi nombre de esa manera, como si fuera algo preciado.- Te quiero tanto... Pero no quiero hacerte daño.

-¿Crees que vas a hacerme daño?- Lo que me han dicho los chicos de la discoteca acude a mi mente.

-Si supieras... Las cosas que he hecho... A cuanta gente he engañado, cuantos corazones he roto...- Niega con la cabeza y se encoje de hombros.- Nunca me importo. Pero ahora ojala pudiera cambiarlo... No quiero asustarte.

Niego con la cabeza.

- No. Quiero saberlo, quiero conocerte más. Cuéntamelo.- Ella suspira y me besa las manos.

- Resumiéndolo: Drogas, sexo, prostitutas, camellos, tabaco, cocaína... Toda esa mierda que puedas imaginar yo he estado en contacto con ella. Yo soy uno de esos parásitos de la sociedad que todos esperan que se mueran. - Me aprieta un poco la mano y yo se la acaricio para que sepa que todo va bien y que continúe. -No quiero hablar de esto hoy... Es un momento demasiado especial como para estropearlo así.

Se acerca a mí y pone una mano en mi mejilla para después inclinar la cabeza y rozarme los labios. Una corriente me recorre hasta un punto exacto. Abro los ojos y ya puedo ver su silueta en la oscuridad, y sobre todo, sus ojos. Ardientes, intensos. Mirándome fijamente. Baja la vista a mis labios y esta vez soy yo la que se acerca a ella para rozar mis labios con los suyos.

-Se que no quieres contármelo.- Digo notando como se me nubla la mente. Si sigue haciendo eso voy a dejar de pensar de manera racional y sospecho que es lo que quiere, así que aprovecho ahora que aun puedo pensar.- Pero te prometo que no voy a salir corriendo.

Ella suspira y tuerce la boca un segundo. Me mira fijamente, yo le mantengo la mirada, utilizando todo mi autocontrol para no separar la vista de tanta intensidad. Al cabo de unos segundos de tortura, ella suspira.

-Soy una cabezota, ¿lo sabías? Me gusta conseguir lo que quiero.- Me dice levantando un ceja y mirándome como si yo fuera la prueba de ello. Hago un puchero y le doy la espalda queriendo. Espero pacientemente, escuchando cada sonido. Al principio no oigo nada pero después noto como se mueve. Me aguanto las ganas de girarme y ver lo que está haciendo. Se queda en silencio de nuevo. El único sonido que escucho es el viento de fuera que silba para nosotras.

-Sé lo que estás haciendo.- Me dice en el oído de repente, casi boto del susto pero me controlo. ¿Cómo ha llegado hasta ahí? He estado escuchando todo el rato y no he oído ni notado como se acercaba tanto.

-No sé a qué te refieres.- Trato de ocultar mi sonrisa contra la pared e inclino un poco la cabeza para que el pelo caiga sobre mi cara y no pueda verme bien. Sharon se acerca a mi oreja, espero a que me diga algo pero no dice nada. Espero. Entonces ella sopla dentro, el escalofrió hace que me estremezca y me tape las orejas con las manos.

-Oh, lo siento. Solo quería apartar el pelo de tu oreja.- Dice con un tono inocente, como si no hubiera roto un plato en su vida. Apuesto a que si me giro puedo ver su sonrisa burlona dibujada en sus cincelados labios. Pero me mantengo en mi posición. Ella espera pacientemente también.

¿Cuantos minutos han pasado? No lo sé pero tengo miedo de que se haya quedado dormida. No escucho nada así que decido esperar un poco más. Cuento cinco minutos mentales. Tiene que haberse dormido. Poco a poco y con cuidado de no hacer ruido me giro, me encuentro con unos preciosos ojos esmeralda mirándome fijamente.

-Bu.- Me dice con una sonrisa cada vez mayor. Tiene el cuerpo mirando hacia mí, con el codo sobre la almohada y la cabeza apoyada sobre la mano. La miro fijamente. Joder, esta buenísima. La camiseta gris le queda grande como a mí pero en esa postura puedo notar perfectamente el tamaño y redondez de sus pechos. Madre mía, ya sé lo que sufren los chicos cuando una mujer lleva escote.

La chica nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora