41. Fuera de mi alcance

570 65 2
                                    

- ¡Mana!... Oh - La decepción es clara en su voz.

- Discúlpame, ¿tienes algún problema? No puedo permitir que golpees la puerta del aula de profesores de esta manera, eso deberías saberlo. - Vaya, la psicóloga sabe cómo ponerse firme.

- Yo... Lo siento. Estaba segura que había venido aquí.

- ¿Quien? ¿Estas persiguiendo a alguien?

- Yo... No. Ya me voy. Lo siento. - Arrastra los pies. Sé que le duele, a mi también me duele. Pero fuiste tú quien busco esto, Sharon. La puerta se cierra de nuevo. Me asomo para asegurarme de que la puerta está cerrada, y así es.

- Bueno, me parece que es un buen momento para hablar. - Dice mirándome fijamente.

Aparto la vista. Si, ya sé que tengo que hablar y que me sentiré mejor y todo eso, pero aun así no quiero hacerlo. No va a dejarme ir hasta que le cuente algo, y no me apetece decirle toda la verdad así que podría inventarme una verdad a medias. No sé muy bien cómo empezar así que le doy la noticia directamente.

- Estábamos juntas. Yo la quería. - Asiente y coge un cojín para sentarse encima y quedarse frente a mí. Se queda mirándome así que quiere que siga hablando. - Desapareció hace un tiempo. Fue un mal momento.

- ¿Tu pasaste por un mal momento?

- No, bueno sí. Pero me refería a la situación de nuestro alrededor.

- ¿Qué ocurría? - Me mira con interés. Espero no convertirme en su culebrón.

- Nada realmente. - Miento. - Entraron a robar en mi casa y había miedo en mi familia. Después de eso desapareció.

- ¿Hablasteis de algo? ¿Crees que se pudo haber ido por algo que tu dijiste?

- No. - Sé que sí. Había determinación en sus ojos segundos antes de que se esfumara. Decido evitar ese pensamiento, sé que las psicólogas saben de lenguaje no verbal y es un campo que no conozco demasiado. - Como te he dicho, se fue después de que robaran.

Me mira durante unos segundos, creo que me ha calado. Pero sorprendentemente no me pregunta.

- ¿Y cómo te sentiste?

Bufo.

- Sola, abandonada. - En ese momento me doy cuenta de algo: Si mantengo el odio en mente, soy capaz de no llorar. Centrarme en el odio, me ayuda evadirme de lo demás.

- ¿Y ahora que ha vuelto no te sientes aliviada?

Vale, está atacando con todo lo que tiene.

- No. Me siento más traicionada que nunca. Se fue y ahora vuelve con otra chica, ¿cómo te sentirías tú?

Ella asiente.

- No puedo decirte que se por lo que estás pasando, pero está claro que no es una sensación agradable. Déjame hacerte una pregunta: ¿Dirías que tu actitud o tu personalidad ha cambiado desde entonces?

No me gusta por donde va. No quiero hablar de eso, y menos con ella. No le incumbe. Pienso en algo que pueda decir para desviar el tema, pero no se me ocurre nada, así que mantengo la boca cerrada. Aún recuerdo que me engaño para conseguir lo que quería. Pienso decirle unas palabras bonitas y sonreírle para que me deje ir, pero... ¿Para qué? No puede retenerme aquí, y mi deuda con ella por echar a Sharon ya está saldada con esta conversación. No tengo nada más que hacer aquí, así que me levanto. Ella, sorprendida, lo hace conmigo. Me mira un poco seria pero después sonríe.

- Gracias por escucharme. - Digo al final. Supongo que no puedo dejar de lado tan rápido las viejas costumbres de amabilidad.

Camino hasta la puerta y agarro el pomo. Vaya, creía que me detendría o algo por el estilo.

- Mana, ya sé que hablar de estas cosas no es agradable. Pero cuando lo hagas, te sentirás mucho mejor, dejarlo bajo la alfombra no te ayuda. Que no lo veas no significa que no esté ahí y que no te afecte.

Ah sí, ya me sé esta historia.

- ¿Y tú me garantizas que si te lo cuento me sentiré mejor? - Sé que no, he estado en psicólogos antes.

- Cada persona es un mundo, no puedo garantizártelo, pero si te prometo que...

- Guárdate tus promesas, ya he tenido suficientes. - Ahora me siento mejor. Siendo fría, evitando sentimientos, con una expresión negativa. Nunca alcanzare la felicidad de esta manera, soy consciente. Pero me otorga una sensación de falsa seguridad que me alivia profundamente, aunque en realidad sea falso. Sé que esta mascara no sirve de nada. Es como tomar analgésicos para un dolor de muelas, sirve mientras te lo tomes, pero el dolor siempre estará ahí, esperando a que olvides el analgésico. No has solucionado nada, solo meterlo bajo la alfombra, y tarde o temprano, acabara saliendo.

Eso lo sé. Lo que no se es como solucionarlo. No es tan fácil como tomar un antibiótico o llamar a alguien para liberarme. Siento que he cumplido el cupo, que ya es suficiente. Traición, tras traición me prometí a mí misma que daba igual. Que la siguiente persona no tenía culpa de que la anterior fuera una decepción. Pero es inevitable, cada persona tiene un límite. Y Sharon fue el mío. Se lo di todo, tuve casi fe ciega en ella, y eso es peligroso. Jamás debió suceder, me deje llevar. Las canciones lo advierten, aunque el corazón te lo grite hay que mantener la cabeza fría. Siempre.

Y eso es lo que pienso hacer.

- Aléjate de ella. - No necesito girar la cabeza para saber quién lo ha dicho, su acento me lo dice todo.

- Creo que eso deberías decírselo a ella. - Continúo caminando, sin pararme, por el pasillo. Esta apoyada contra la pared, al lado de las escaleras que descienden hacia el exterior.

- Si quieres que te deje en paz, déjaselo claro.

- ¿Más aun? La recordaba más lista.

Mi espalda choca contra la pared donde estaba ella. Mis muñecas están apresadas contra mis hombros. La lapa tiene cara de enfado, me mira frunciendo el ceño y con gesto de asco, como si oliera mal. Intento mover las muñecas, pero se quedan inmóviles. Vaya, tiene mucha fuerza para lo pequeña que es. Mantiene los pies separados y se apoya contra mí, es la mejor posición para inmovilizar a alguien.

- Ninguna de las dos somos ciegas. Te estas conteniendo, se ve a leguas de distancia. Con tus actos le dices que se aleje, pero tus ojos cuentan otra historia. - Se acerca a mí. - La anhelas. Y no hablo de cómo se dilatan tus pupilas cuando la miras, ni como la escaneas para no perderte ningún detalle. Hablo de los recuerdos que empañan tu mirada.

Hija de puta. Sabe que decir. Lo sabe muy bien. No se cuento tiempo lo habrá pensado, pero es inteligente, sabe observar.

- Si me estás diciendo esto es porque primero se lo has dicho a ella, y no te ha servido de nada. ¿Me equivoco? - Es mi única baza.

Pero ella me suelta y se pone recta. Es un poco más bajita que yo, apenas unos centímetros. Sonríe con total naturalidad, como si la sonrisa le saliera de dentro y contesta.

- Ya no es la Sharon que era. Ahora es alguien mucho mejor, y por eso, está fuera de tu alcance.

La chica nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora