66. Empate

565 61 19
                                    

Abro de un portazo y me freno en seco a los pies de la cama. Mi pecho sube y baja tan rápido que ni siquiera puedo hablar. Me quedo embelesada mirando a Manna, a sus ojos. Esta preciosa, con su piel fina y lisa y su pelo rodeando su preciosa cara. Parpadea un segundo, inclina un poco la cabeza y abre sus carnosos y rosados labios para hablarme.

- ¿Quién eres?

Dos palabras. Pero he sentido como me rompen el corazón por dentro. Caigo sobre mis rodillas y miro al suelo. ¿Quién eres? Repito en mi mente. Todo a mi alrededor desaparece y una profunda oscuridad me rodea ahogándome. ¿Quién eres? Como si fuera una pelota, rebota por todos los rincones de mi pensamiento. Siento como si perdiera el control de mi propio cuerpo, me quedo con los ojos muy abiertos mirando mis manos en el suelo. Es como si se hubieran llevado mi alma. ¿Quién eres?

- Ahí estas. - Escucho. Pero ni siquiera me giro.

- Espere. - Ese es Jayden. Quizás si hubiera ido más despacio el me habría avisado. No. Nadie me hubiera evitado el dolor. Tarde o temprano tenía que sentir esto.

- Sharon. - Dice con voz preocupada. Yo la miro a los ojos. ¡Ha dicho mi nombre! - Era una broma... Lo siento.

Me quedo mirándola fijamente. Una broma... Noto como empiezo a llorar mientras la miro. Su imagen se empieza a volver borrosa. Escucho como se levanta y camina hasta mí. Agacho la cabeza y me agarró el corazón mientras miro sus piernas, como camina. Manna me abraza con fuerza, cuando nota la sangre y el moho, se echa un poco para atrás. Sorbo la nariz.

- Tranquila. Sé que estoy hecha un asco. - Digo limpiándome las lágrimas.

- Te has manchado la cara. - Dice limpiándome los bordes de los ojos. - ¿Que te ha pasado?

Le agarro las manos que tiene en mi cara y vuelvo a empezar a llorar. Manna me abraza y acuna mi cabeza como si fuera un bebé. Yo no soy capaz de alejar las manos de mi pecho, siento que, si dejo de apretar mi pecho, se me caerá el corazón.

- Lo siento. - Me dice en un susurro. Yo continúo llorando, llenando la habitación de sollozos y sonidos angustiosos. Mis hipidos se vuelven cada vez más frecuentes.

- Ven. - Dice Manna. Se levanta y me agarra de las manos. Yo mantengo la cabeza agachada, no quiero que vea mi patética cara. Me está consolando ella a mí, cuando todo esto ha sido mi culpa. Abre la puerta de un pequeño cuarto. Enciende la luz y cierra la puerta. Abre el grifo del agua y se acerca a mí. Yo sigo con la mirada en el suelo, aun con las lágrimas deslizándose por mi cara y con hipidos.

- Sharon. - Dice y pone sus manos en mis sucias mejillas. Intenta empujar para que levante la cara. Mi pelo no le deja ver.

- No me mires. - Le digo y agarro sus antebrazos. - No quiero que me veas así. - Ella me suelta y se aleja de mí. Una sacudida me recorre. No. No quiero que se vaya. Pasa junto a mí. Yo solo puedo pensar en el calor residual que ha dejado en mis manos. Mi trance acaba cuando se apaga la luz.

- ¿M-manna?

- Nunca había escuchado tu voz temblorosa. Es preciosa. - Dice agarrándome de la mano. - Como tú.

Noto algo que cae sobre mi calzado. Después las manos de mana agarran mi jersey. Estira hacia arriba y deja que caiga al suelo. Pasea sus manos por mi cadera hasta localizar el dobladillo de mi camiseta de tirantes. Se deshace de él también. Por último, suelta mi sujetador acariciándome la espalda.

- Siéntate. - Me pide. Yo obedezco sin rechistar. Noto como me quita las bambas. - Levántate. - De nuevo obedezco rápidamente. Me desabrocha y baja los pantalones. Después lo hace con mi ropa interior. Me agarra de la mano y me lleva con ella hacia el agua. Ella se pone debajo del chorro, me acerca a ella hasta que yo también estoy debajo del agua. Me abraza. Tardo unos segundos en abrazarla de vuelta. Siento su calor, la suavidad de su piel bajo mis dedos, el olor de su pelo... Hasta que recuerdo donde he estado la última semana. Me alejo de un salto.

- Estoy asquerosa.

Agarra mi mano y lo deposita sobre su piel suave.

- ¿Lo notas? - Como no hacerlo. Su corazón bombea tan fuerte que golpetea contra la palma de mi mano. Se vuelve a acercar a mí. Coloca mi otra mano en su otro pecho. Después las lleva a mis mejillas de nuevo. Noto como se pone de puntillas, pero me sorprendo cuando noto el beso. Estoy tan agradecida de que siga queriéndome, de que este bien... Que vuelvo a empezar a llorar. Manna me lleva de vuelta al agua y empieza a limpiarme el pelo mientras yo continúo llorando.

- Mi vida, no sé qué te ha pasado, pero no ha tenido que ser fácil.

- Es mi culpa. - Digo antes de que me arrepienta. No quiero mentirle más. - Es mi culpa que fueran a por ti, es mi culpa que te hicieran eso, incluso ahora en el hospital casi te... - Me silencia poniéndome la mano en la boca, pero la aparto.

- No lo entiendes, casi te quedas...

- No me importa. - Dice. Le agarro de las dos manos y aprieto sus muñecas con fuerza.

- Casi te dejan parapléjica por mi culpa, joder.

Manna se queda callada. Suelto sus muñecas, las estaba apretando demasiado fuerte.

- Ven, aun no te he limpiado el pelo.

- ¿Has escuchado lo que he dicho?

- Si.

- ¿Y qué piensas?

Ella masajea mi cabeza mientras yo intento descifrar su pensamiento.

- ¿Honestamente? - Me dice. Trago saliva y asiento.

- Si.

Suspira.

- Ya me imaginaba que algo así podría ocurrir. Este peligro es parte de ti, ya sabía que algo terrible podía suceder.

- ¿Cómo podías quererme? - Sollozo.

- ¿Quererte? Te sigo queriendo. No decidimos de quien nos enamoramos, pero si por quien luchamos. Y yo decidí luchar por ti.

Me quedo en silencio, procesando lo que me acaba de decir.

- Cuando ocurrió lo del juzgado, y tuve aquel ataque de asma. Nadie te obligo a ayudarme, lo decidiste. Podrías haberte ido, pero me ayudaste. Es algo así. - Me intenta explicar. Pero yo ya he entendido lo que este maravilloso ser trata de decirme. Me ama incondicionalmente, a pesar de todas las penurias que le he hecho pasar. Esta vez yo la agarro por las mejillas y la beso, es un solo segundo, soy consciente de mi falta de higiene, pero quiero agradecérselo. Le beso el cuello, mordiendo y lamiendo por todas partes. Noto como se retuerce debajo de mí. Cuando paro, noto su respiración.

- Ahora me toca a mí lavarte. - Le digo. Paso la mano por el suelo hasta que encuentro el bote, me echo un poco y hago espuma con las manos antes de empezar a masajearle la cabeza.

- Se supone que te tenía que cuidar yo.

- Durante todo este tiempo tendría que haberte cuidado yo, así que dejémoslo en empate. - Me quedo pensativa, en realidad, no es un empate. Yo le debo mucho.

- Eh. - Me dice Manna llamando mi atención.

- ¿Que?

- Te quiero. - Me dice.

La chica nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora