54. Una voz angelical

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- Dejare de ocultarte las cosas, pero como vuelvas a hacerme algo así... No te lo perdonare, ¿me entiendes? - Me dice al oído y aprieta un poco mi cuello.

- Si. - La vuelvo a besar.

Sharon niega con la cabeza.

- Me la has liado, ahora tendré que ir a hablar con los jefes. Pero aun así... Te me haces irresistible. - Dice y continúa besándome con ansia. Le enredo la mano en el pelo mientras me dejo llevar por la sensación. Si algo he aprendido de Sharon, es que hay que aprovechar cada momento. Y es lo que voy a hacer.



Entre besos, salimos del ascensor que nos deja directamente en su piso. Le meto las manos debajo de los tirantes del sujetador y la camiseta de tirantes y los bajos un poco por sus hombros. Le agarro el labio con los dientes, con suavidad, pero sin soltarla. Cuando ella hace un movimiento brusco hacia mi izquierda, me sobresalto. Sharon cae al suelo agarrándose la cabeza, su mano se llena de sangre.

- ¿Que...? - Dice, pero algo impacta en su pierna, clavándose. Se me escapa un chillido. - Vete, huye. Corre... - Sharon me mira a los ojos, intentando mantenerlos abiertos. Lucha contra el dardo tranquilizante.

Miro a los tres hombres que hay delante de mí. Me doy la vuelta cuando miro la punta del cañón desde el que le han lanzado el dardo a Sharon. Pero antes de que se cierren las puertas, me agarran. Uno de cada brazo.

- Suéltame o te juro que te sacare los ojos. - Empiezo a chillar lanzando amenazas vacías a causa del miedo.

- ¿Qué hacemos con ella? - Pregunta el tercer hombre guardando su pequeño cañón.

- Déjala atada a la cama. Que nos dé tiempo incluso si se despierta. - Le contesta uno de los que me agarran.

- Dejadla en paz. ¿Qué queréis de ella? - Intento apaciguar mi miedo con la lógica. Pero es que nada tiene sentido. ¿Quiénes son? ¿Qué hacen aquí? ¿No se suponía que solo Sharon y yo podíamos entrar aquí?

- Nos interesas más tú. Ahora, calla dita. - Dice y escucho como saca algo del bolsillo, es una ampolla pequeña. Me lo echa en mi propia camiseta y después me lo presiona contra la nariz y la boca. Muevo la cabeza para evitar que haga efecto, pero me agarran la cabeza para evitar que la mueva hasta que se me oscurece la vista.

Mis ojos lloran un poco cuando intento abrirlos. No hay demasiada luz, pero aún así están sensibles. Me duele la cabeza, como si una pelota estuviera rebotando dentro de ella. Siento el cuerpo entumecido. Me incorporo un poco y descubro que estoy tumbada en un sofá. Tengo la boca tan seca que siento que se va a agrietar.

- Esta despierta. - Dice una voz varonil junto a mí. Me sorprendo cuando veo al hombre que disparo a Sharon junto a mí. Me mira, pero es como si me estuviera vigilando.

- ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? - Le pregunto y la garganta se me cierra. Empiezo a toser como si algo se me hubiera atascado en la garganta. Escucho el sonido de una puerta. Una mujer pelirroja en silla de ruedas entra en la habitación, un hombre vestido de sirviente está empujando su silla. Tiene las manos puestas sobre su regazo, le da un aspecto de señora.

- Bebe agua, sino acabaras perdiendo la voz. Y tú y yo necesitamos hablar. - Dice con una voz angelical. El sirviente la deja a un lado de una pequeña mesa de te. El hombre junto a mí me entrega el vaso de agua. Bebo un poco, y nada más darle un sorbo empiezo a darme cuenta de lo seca que tenía la garganta y me bebo el vaso entero en cuestión de segundos.

- Por favor, siéntate. - Me dice la chica en la silla de ruedas. Tendrá prácticamente mi edad, quizás un poco más mayor. Tiene la piel clara, salpicada con algunas motas. El pelo lo tiene suelto sobre sus hombros. Sus ojos negros me penetran mientras espera una respuesta. Me levando y camino hacia la silla que hay frente a ella. Veo que lleva un vestido puesto, uno con un diseño antiguo. Me recuerda a los vestidos victorianos. Con ambas manos en su regazo y sin dejar de mirarme, empieza a hablar.

- Conozco a Sharon desde hace bastante tiempo. Sé cómo es, en que círculos sociales se mueve, lo bien que se le da meter la pata... Se mucho sobre ella, pero aun así necesito saber algunas cosas más. Y necesito que me ayudes con eso.

- ¿Y porque iba a ayudarte?

Un sirviente entra por la puerta, deja una taza frente a ella y se va después de hacerle una pequeña reverencia. Ella coge el platito y se acerca la taza a los labios.

- Disculpa, pero no te lo estaba pidiendo, te lo estaba ordenando.

El gorila que me estaba vigilando, me agarra del hombre y me tira sobre la mesa. Me agarra del cuello y aprieta. Escucho como la mujer pelirroja sorbe de su taza.

- Empecemos por algo sencillo. ¿Qué relación tienes con Sharon?

- Suéltame...

- Puede que lo haga si respondes. Si se me acaba él te antes de que respondas a mis preguntas, dejare que ellos te pregunten. Y créeme, no son tan civilizados.

El hombre me aprieta aún más el cuello.

- Responde.

- L-La quiero. - Digo casi sin voz. Intento coger aire, pero mis intentos suenan agónicos. Justo cuando creo que voy a desmayarme la presión en mi garganta se afloja un poco. Me lleno los pulmones con la mayor cantidad de aire que puedo.

- Eso no me importa. La cuestión es, ¿Que siente ella por ti?

- ¿Cómo quieres que sepa algo así?

Un puñetazo se hunde en mi estómago, lo que me hace toser y retorcerme.

- ¿Eres un polvo o te quiere solo para ella? - Estira la mano y me pone la taza encima de la cabeza. - Dime la verdad o te juro que te dejare la cara llena de ampollas.

- Me llama cuando quiere acostarse conmigo. - Miento sin perder de vista la taza. Pero ella me tira él te ardiendo a la cara. Esta tan caliente que noto como mi piel sufre por la alta temperatura. Quería evitar chillar para no darles el poder, pero el dolor es tan intenso que no puedo contenerme.

- Sabes, te lo he preguntado para saber si eras sincera conmigo, pero ya veo que no. Eso es porque no te doy miedo y puedo solucionarlo.

Veo cómo te hace un gesto al hombre que me tiene agarrada por el cuello. Él suelta una de sus manos de mi cuello y agarra el meñique. Por mucho que me resisto y pataleo, él lo agarra con mas fuerza. Gira la muñeca y en cuanto escucho el chasquido chillo como nunca lo había hecho. Una lagrima empieza a caer por mi mejilla, noto como el dedo me arde.

- Sé que Sharon tenia a alguien especial, a quien quería llevar a una partida de póker. - Se acerca más a la mesa y me susurra al oído. - Y sé que arriesgo todo el dinero para salvarte.

Giro la cabeza poco a poco para mirarla a los ojos.

- ¿C-Como sabes eso? - Le pregunto.

- ¿Aun no lo has descubierto? Soy la jefa de Sharon. Y estas tan jodida porque tengo a Sharon en la palma de mi mano. Tengo su dinero, su casa me pertenece y absolutamente todas las personas que viven a su alrededor, incluyendo sus guardaespaldas, trabajan para mí. ¿Ya te doy suficiente miedo, o tengo que romperte otro dedo?

La chica nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora