65. Recuerdos

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- Está hecho. - Dice. Por un momento siento que se me cae el mundo. No veo arrepentimiento en sus ojos. Una irá empieza a recorrerme. Ciega por el dolor, aprieto el clip en mi mano. Doy un tirón y me libro de los dos guardias. Sin dudar, y a menos de un metro de la cara sorprendida de Adrienna, entierro con toda la fuerza que tengo el clip en su pecho.

Antes de que nadie pueda reaccionar, se abren las puertas y un chico muy agitado entra. Nos mira a todos un solo segundo y, nervioso, dice en alto:

- ¡H-he hablado con el enfermero, la chica no está parapléjica!

Por segunda vez, en menos de un minuto, siento como el suelo desaparece a mis pies. Suelto el clip con la mano temblorosa y miro a los ojos a Adrienna. Ella empieza a llorar.

- Esto no tenía que ir así. - Musita. Agarra mi mano y la lleva hasta el mango del cuchillo. Escucho un clic cuando separa la funda de la hoja.

- Adrienna...- Digo sin saber bien que hacer. ¿Qué he hecho? Le presionó con fuerza el agujero que chorrea, le he perforado el pulmón, se le estará llenando de sangre seguramente. No durará mucho, cuando el pulmón de hinche presionará el corazón.

- Hazlo. Líbrate de ella, ya después te despides de mí. - Me dice. Yo agarró el mango con fuerza y asiento. Todos nos están mirando, apenas han pasado unos segundos desde que he presionado el clip contra su pecho. No quiero soltar a Adrienna, y dejarla sufriendo por lo que yo le he causado, pero tiene razón. Tengo que acabar esto aquí y ahora.

Me giro, con el cuchillo en la mano y de un rápido movimiento barro de izquierda a derecha. La chica en silla de ruedas me mira con los ojos bien abiertos, pero no parpadea. Al segundo siguiente la sangre empieza a salpicarme mientras sale disparada. El corte en su cuello no es profundo, pero lo suficiente como para que haya cortado una arteria. Ella se agarra el cuello un par de veces, pero deja de moverse en pocos segundos. Todos sus guardias se miran. El primero que sale corriendo es el chico de la puerta, después los guardias que estaban junto a la silla de ruedas, y después todos los de la sala.

Me giro a Adrienna, le levanto la cabeza con las manos, tiene los ojos abiertos, pero no me busca con la mirada.

- ¿Adrienna? - Digo moviéndola. Ella no se mueve. - ¡Adrienna- Chillo y la muevo frenéticamente. Su cabeza se balancea, pero no reacciona.

Agacho la cabeza y la pego a su pecho.

- Lo siento. - Musitó. - Lo siento muchísimo. - Le doy un beso en la frente. Paso las manos bajo sus rodillas y le agarro la espalda. La llevo fuera, toda la mansión está desierta. Me cuesta encontrar la salida, pero al salir encuentro varios coches. Rompo la ventana y la dejo tumbada en los asientos traseros con cuidado. Me fijo en la manta que hay doblada, y con cuidado la pongo debajo de su cabeza. Debajo del volante, agarró un panel y estiró hasta que se suelta. Agarró dos cables y estiró hacia abajo para romperlos, toco las puntas un par de veces hasta que el coche arranca.

Conozco un lugar precioso, quería llevar a Manna allí, pero me parece que eso tendrá que esperar. Paro cerca de un árbol de cerezo lleno de delicados pétalos rosados. Las raíces están al descubierto, así que, con cuidado, dejo a Adrienna debajo. Las raíces forman una especie de nido que acuna a Adrienna. La pongo boca arriba y con las manos sobre el estómago.

Vuelvo al coche y cojo la manta para tapar a Adrienna. Cojo tierra con las manos y empiezo a echarle un poco de ella por encima. Araño el suelo con fuerza, sacando tierra. Hasta que al final la cubro por completo. Arrancó unos pétalos del árbol de cerezo y se los echo por encima. Me arrodilló y vuelvo a pedirle perdón. Sé que debería decir unas palabras, pero no sé me ocurre nada más que decirle. Además, necesito ver a Manna. No aguantaré más. Me despido de ella y me subo al coche.

Conduzco rápidamente, hasta que llegó al hospital, imagino que será este, todos los demás están más lejos. Espero de verdad que este aquí. Entro corriendo, buscando por todas las habitaciones. El vigilante de la puerta no tarda en seguirme, tengo el pelo sucio, la camiseta llena de moho y sangre y las manos llenas de tierra. Entiendo que me siga, pero incluso si se lo explico, no lo entendería. Corriendo y agitada, con el guardia por detrás, entro y salgo de todas las habitaciones que veo. Hasta que me cruzó con la cara sorprendida de Jayden. Cruzamos miradas, y cuando Jayden mira a dos habitaciones detrás de él, sé que esa es la habitación. Abro de un portazo y me freno en seco a los pies de la cama. Mi pecho sube y baja tan rápido que ni siquiera puedo hablar. Me quedo embelesada mirando a Manna, a sus ojos. Esta preciosa, con su piel fina y lisa y su pelo rodeando su preciosa cara. La mitad de su pelo es rubio y el resto lo tiene teñido. Parpadea un segundo, inclina un poco la cabeza y abre sus carnosos y rojos labios para hablarme.

- ¿Quién eres?

Dos palabras. Pero he sentido como me rompen el corazón por dentro. Caigo sobre mis rodillas y miro al suelo. ¿Quién eres? Repito en mi mente.

La chica nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora